martes, 31 de mayo de 2011

CONTRAPUNTO

1

Ah cómo y cuando en el acaso puro
se juntaron el pájaro y la ola.

Ola de pluma, el pájaro maduro,
y pájaro de espuma, la ola sola.

Rota su voz, quedó el arpegio oscuro
en el registro de la caracola.

De mar como de cielo, contrapunto,
ola trizada y pájaro difunto.


2

Orilla de eco y litoral de aroma,
pájaro y ola en el azar deshechos.

Pero la niña al vendaval asoma
de nuez y aurora, sus frugales pechos.

Ya la atavían, brasa de paloma,
delfines con oceánicos helechos.

Y se desnuda en cántico y en cobre,
pájaro y ola de la mar salobre.


3

A soledades juntas advinieron
el ángel y el vestiglo descendidos.

A la niña de nardo se ciñeron
las algas de sus ecos balbucidos.

Sus plumajes de niebla se rompieron
con celajes de pluma confundidos.

Cítara de perfume en el lamento,
quedó la niña sola con el viento.


4

La sirena de sal y hielo arcano
está posada en flor de sus amares.

Que no la lleve el soplo del vilano
hasta la altura de sus hontanares.

Que no quiebre la espiga de su mano
la gárgola borracha de los mares.

Enmudecida el arpa del sollozo,
quedó la niña sola con el gozo.


5

Ah niña, nao virgen, estibada
con el gozo del ángel y su bruma.

Mitad calandria en música imantada
pájaro en vilo tu babor de pluma.

Ola de noche y miel, acompasada,
tu otra mitad en estribor de espuma.

La prora anclada en médano cenceño,
quedó la niña sola con el sueño.


6

Ya colina de almendra en el reposo,
ya guitarra de olor en el olvido.

Que ya se hiela en su aire temeroso
la clepsidra de tiempo consumido.

Y se rindió al vestiglo vaporoso
su tallo de ola y pájaro aterido.

Ah muerte, capitana de cantares,
desnuda entró la niña en tus lagares.


7

La niña entró en tu cántico desnuda,
nácar en su destello de inocencia.

Aderezada como torre aguda
la arquitectura de su transparencia.

Desde entonces la perla se demuda
y empalidece toda refulgencia.

Abrevada la luz de su corola,
quedó la niña con su sombra, sola.


8

Todo volvió al enjambre de su cielo
y se rehizo en geometría pura.

El pájaro en presagio de su vuelo.
La ola en su colmena de frescura.

El ángel en su máscara de hielo.
El vestiglo letal en su pavura.

Sólo la niña se tornó en la niebla,
plumaje, espuma, cántico y tiniebla.


9

Sosegada en la sirte la doncella,
qué rosa mineral de encantamiento.

Qué ruina taciturna de centella,
del derruido estambre de su aliento.

Remotos funerales de la estrella
los rememore con su lengua el viento.

Todo en la sirte blanda se deshizo,
ah sirena de sal sin paraíso.


10

¿Qué resta de su fábula baldía?
¿Qué de su pesantez de luna llena?

¿Qué de su dulcedumbre de sandía?
¿Qué de su liviandad de cantilena?

Verde almiranta de la espuma fría
en la longevidad de la alta arena.

Difunta sin memoria, a tu socaire
suene transido tu laúd del aire.

Gonzalo Escudero: Materia del ángel (1953)

domingo, 22 de mayo de 2011

LOS DESTELLOS

Hablo del tiempo luminoso que me prometieron, del lugar invadido por la dicha que atestiguaría a mi cuerpo rebosando en juventud.

Hablo de las bocas que repetirían mi nombre como un presagio, de quienes encontrarían en mi huella algún indicio de paz, de los infelices que me brindarían sus brazos para sostenerme ante el infierno.

Hablo de las aves que traerían los mensajes hasta mi cama, de las semillas que serían mi alimento, del resplandor de unos labios que retumbarían en mis entrañas, de la música y las caricias que aliviarían mi dolor.

Me prometieron el mar, su infinita presencia cubriendo mis pies, me prometieron los sonidos y su naturaleza de llanto para cuando me sintiera cansado.

Me prometieron la luz y solo he hallado el espanto.

Víctor Vimos: Prolongaciones (2010)

sábado, 14 de mayo de 2011

NADA MÁS EL VERBO (fragmento)

Mordiéndote,
sacudiéndote
como el hueso que el perro extrae del muladar,
de la vida así te arranco, Dios.
¿Eres inmundo,
medras en la náusea y el hedor de la náusea
o purísimo,
bueno,
absorto a náusea caes, sempiterno?
¿Eres la llaga o el gusano que la devora eres?
¿qué más da?
si en el tiempo decreciente eres,
solo eres
¡oh asqueroso!
dentro o fuera de mí,
el mismo, vil y amado
¿contra ti peco o tú me pecas, Dios?

En asfaltos caído
abro los ojos a tu luz
¿son estas sombras el vaho de tu verbo?

Eran ingenuos los dedos míos
y mi mano era todo el amor,
todo el amor corriendo
como un ángel sobre la dulce piel.

Ciegos, los ojos míos eran
¡suave tiniebla, claro tacto feliz!

De alta tierra de viento, caído
¿soy tu sombra por vagar a tu luz?

Fui gozoso.
Mordí la alegría como un pan,
y desnudo, me amaban.

Porque me has dado, divina, esta carne
este hábito brutal,
yo, herido,
pudriéndome en tu baba feroz
¿he de amarte?
Porque, melosa, la viva cal del sexo,
la queja de tu vientre
suelta —sacra perfidia—
estos fetos atroces,
hombres —dices, se dicen—
¿he de amarles?
Porque de harapos viste mi mugre la llaga de tu beso
¿tu mano lúbrica ha de rasgarlos,
violador?

¡Ay, tú me pecas!
y eres sucio
buen Dios que así nos haces
de carne y sueño
¿para yacer?
inacabable
hueso
falo
hambre mía
te arranco.

¡Oh desnudo lejos de ti,
sin ojos,
devuélveme a la niebla del ángel,
a la noche animal!
¡Déjame el alma,
larva quieta,
en el mar!

Mas, oh asqueroso, te amo.

Detente amado.
Fija
los grandes vagos ojos vacíos
en esta atada, pávida, agria pequeñez.
Por una sola vez,
por sólo el hoyo del segundo,
cierra
la enorme boca balbuciente de cosmos
y de la floja fauce limpia
la bella baba eterna y estelar.
Mira y calla y detén el bamboleante paso,
y con nosotros,
tus hijos,
queda
padre
inmenso bobo,
amado, amante Dios.

Tus ojos, ciego bruto, y nada más.
Tu silencio, verbo, y nada más.
De ti ya no queremos más.

Mal nos hiciste, enfermo padre,
y mal nos hace tu inextinguible voz.
De tu pútrido semen, la humana lengua
pare las hórridas palabras
Amor
Dolor
y en la ulcerada carne,
en ti mismo
creado y devorado
gusano
estás.

¿Por qué vestirnos de misterio el corazón,
si toda sombra
mata
pura
desnuda
la dura luz del sexo?
¿Por qué rodearnos de eternidad
para la breve muerte?

Desde la noche de retenido horror
¿nos haces o te hacemos?
¿hijos somos de tu asco?
hijo de náusea ¿padres, acaso,
tuyos somos de iniquidad?

Por una vez, por una sola vez,
justo y buen Dios
dame la mano y conmigo ve
por mi corazón...
inicia tu paseo por mi desesperado corazón...
Pisas los sueños de mis gritos.
La tierra de dulce espanto fue
perdida del viento de tu nombre.
Yo digo
hoy digo
rompo mi corazón.
Por la larga calle mojada,
por la sucia niebla
va cayendo
en pedazos,
como una carta obscena
de la que me desprendiera vergonzosamente.
Y lo rompo
llorando
sobre mi juventud
lo rompo profundamente
recordando
este fue mi cálido corazón de simple carne,
la cera viva que labraba una abeja de amor.
¿Fue? ¿corazón?
Cayendo de altos aires
a la roca del pecho agarrado
oscurecía
viejo terror sonaba el mar
sonaba el sueño
lloraba
cayendo
desolado
adolescente corazón
cayendo
solo al solo mar...
Y eso
y un silencio
y un nombre y una piel
y nada más.
Y hoy que vuelve,
llorando
rompo mi corazón
y nada más
y nada más.

¿Ves? suave barro de soledad era mi carne
¡llegaste!
podrido
herido
rompo
viva podre
de gemidos
hediondo corazón.

Hundiste, eterna mosca,
en raudo gozo,
en la triste carroña
los huevos de tu horror.
De tus voraces crías es el tiempo.
Es tu prolífica estación horrenda.
Y en esta primavera,
yo, de la mano te traigo, ciego,
sordo, al rumor te acerco del hato infame.
Apacienta tus gusanos, zagal.

Pero a tu lado
llorando
amando
devorando
rompo mi corazón
lejos de ti lo arrojo
eternamente
vomitando
¡llena, asqueroso, el hueco
del devorado
del arrojado corazón!

¡Ay, no, nada de ti, que hasta tus ecos pudren nuestra voz!

Torna a tu cielo.
Padre,
bruto amantísimo,
sucio hueso consolador
de la vida te arranco.

Sobre la breve tierra soy
y bello en la muerte
breve
puro
desnudo
lejos de ti en la muerte.

Francisco Granizo: Nada más el verbo (1969)

viernes, 6 de mayo de 2011

VENGO DE CAMINAR A TIENTAS

Escuchadme, y hablaré yo,
y véngame después lo que viniere.
Job, 12, 13

Te hablo desde el fondo del brocal
de un pozo distante y de fuego.
Voy a reconstruir el mundo que la noche
dispersó y que para él pide muy poco.
Te busqué y el tiempo parecía abrirme paso
entre los caminos cruzados que nos unen.
Vengo, sin embargo, de andar a tientas.
Te nombro y busco en la oscuridad,
entre viejos jardines desolados.
Digo tu nombre tal como se dicen
las palabras sagradas y los exorcismos.

Ayúdame, que a veces la muerte se acerca:
en mi costado con su lanza implacable,
la muerte y su rostro vacío.
Por estos días
los cedros pierden sus hojas y cubren
el espacio de mis puertas y mis ventanas.
Ayúdame a que este mundo sea siempre
abierto a la luz que cada uno pide para sí.

Adolescentes, desnudos bajamos
a bañar cuerpos y sueños en las aguas
abiertas a nuestros pasos.
¡Cuántas heridas recibí,
cuánto de hostilidad nos rodeaba!
Oh, tal vez nos falte el tiempo
y todo no sea más que una broma.
Y el mar un espejo
distante y efímero, fantasma de lo que fue.
Tengo miedo de que el hilo entre los dos
se rompa y de que el tiempo nos ahogue
como ahogó a muchos.
Un miedo
que en la noche asoma su lengua húmeda.
He vuelto y el amor
hará reverdecer los cedros que se mecen
y levemente tocan los aleros.
Pero ahora que acaricio este triunfo pequeño,
presiento que de nuevo la oscuridad
el ir y venir sin voluntad por la arena
volverán negándonos el intenso sabor del mar.

Tantos y tantos hilos se resumen,
hilos de vida y, a veces, de dolor.
Quiero que la soledad me olvide
en esta hora, que olvide las puertas
que siempre la condujeron hasta nosotros.

Regreso a tientas, es cierto, pocas
han sido mis ciudades, pocas mis casas,
muy poca plenitud pude paladear.
Pero mis manos han comenzado a descubrirte.
Vine por ti y para ti arriesgándolo todo,
y a mi paso hubo puentes derruidos,
paredes que no cedían a mi fuerza.
Siento
que me va a faltar el tiempo para el poema
y el horror vuelve a agitarse a mi lado.
Escribo con lentitud.
Para mí no existe la gracia del decir
a la manera de la lluvia
o del trueno
en su instante y su magia.
Temo que todo concluya y pido
que tu voz me devuelva al poema.
Solo anhelo,
como tantos otros, dar sitio
a todo lo que debimos tener por nuestro.

Hasta ahora hablar de ti era entrar en la Nada
y de la Nada vamos por fin a rescatarnos.
Es una victoria pequeña, pero al hombre
pocas veces se le conceden cosas mayores.
Marchamos hacia el poniente absortos,
trazando en el suelo una señal, una clave,
una marca que indique dónde encontrarnos.
Y el mar, el mar
rehaciéndose ante nuestros ojos
en su complejo y difícil tejido de aguas,
y el júbilo de encontrar tu cuerpo
en un amable desgobierno de paz y de hermosura.

Todas las historias
culminan en esta historia lenta y enorme.
Cuerpos, aguas, atardecer, muros
que tendrán que cambiar su piel y sus destinos.
Sólo el amor real podrá salvarnos,
salvar al mundo como quien salva a una hoja,
como quien, con igual decisión,
detiene la tempestad
para que la luz vuelva con su reino milenario.
Escucha por un momento toda esta sed
que por dentro estalla como una ola
tras un golpe de espuma.
Te amo, y ciego, sin saber cuándo
llego a tus labios, y solo entonces
la vida comienza, de una vez y para siempre la vida.

Holguín, Cuba, marzo-abril de 1985

Alejandro Querejeta Barceló: Álbum para Cuba (1998)

domingo, 1 de mayo de 2011

PALABRA EN MI CUERPO

Un pulso, un insistir
oleaje de sílabas húmedas.
Sin decir palabra
oscurece mi frente
un presentimiento de lenguaje.
Octavio Paz

I

Se pierden las gaviotas en el ojo del huracán.
La poesía está llamando al corazón despavorido.

Se apartan los piqueros y los buitres.
No quieren destrozarme a picotazos esta vez.

Es sábado.
Estoy sola

Es lunes.
Sigo sola.

Como piedras se resbalan los renglones que no encuentro
y en mis labios se pasean las palabras
que la muerte,
generosa,
me ha dejado.


II

Será tan leve tu paso
que apenas alcanzaré a conservarte en imagen.

Insólito en la memoria se grabará tu perfil
y ya estarás lejos.

No te sabré convocar otra vez.
Se me habrán olvidado los ojos del lenguaje, su nariz y su boca,
sus articulaciones estarán rotas
y en mi cabeza reinará la confusión que se instala en el mundo con los aguaceros.

Buscaré en el jardín y serás nuevamente
la brisa que anoche me quiso tocar.


III

Detrás de tu voz la mía
mis pasos sobre los tuyos
como si anduviera sola
como si estuvieras dentro.

En este jardín de sonidos
sin verte
me invocaré.


IV

Te quiero descubrir donde no existas.
Allí
donde no seas y no sea.

Saberte como a nube
color
señal de humo.

Sentir que estás muy cerca
y no buscarte
y no esperar.


V

¿Qué hacer para que nazca la luz?
En mi entraña vacía da vueltas.
Su mano de oro rasguña mi vientre
sus dientes de luna me llenan de huellas
su brillo de rama descansa en silencio
batalla escondida
palabra en mi cuerpo.


VI

Hoy la luz ha tocado mis manos
gaviotas ofrecidas a la limpidez
curiosas cazadoras de la palabra.
Juntas componen tretas para vencer a la resistencia del pez volador
a la agilidad sin tregua del verbo desbocado.
Capturan sonidos que intentan contar el mundo
aunque saben —si algo pudieran saber—
que no es cierto.


VII

No puedo cerrarle el paso a la poesía.
Hoy llega entre los matorrales
camuflada por las vetas del poniente.

Después de su llegada
ya nada podré decir.


Marialuz Albuja Bayas: Paisaje de sal (2003)