lunes, 23 de febrero de 2015

ROMANCE NOCTURNO

Por las ojeras del cielo
va la luna traicionada.
Llueve el vino de la noche
sobre la tierra mulata.

Las sombras sobre las horas
cual negro potro cabalgan
y en el Guayaquil ya viejo,
duermen todos en sus casas.

De pronto, rompe el silencio,
una voz redonda y clara:
un mozo grueso y trigueño
en una taberna canta.

Suenan alegres las cuerdas
de su guitarra serrana,
cual si un dulce sentimiento
las de su alma pulsara.

Hay copas sobre una mesa.
Hay botellas y hay guitarras,
y una zamba está bailando
una rumba, bien quebrada.

De un grupo de bebedores
un canoero se alza
y con aire desafiante,
así le dice al que canta:

"Tócate una rumba de esas...
Quiero bailar con la Juana;
y que salga el que se oponga,
aquí está 'piña pelada'..."

"Nadie bailará con ella",
contesta el otro y avanza
y le tira un golpe seco
en el cobre de su cara...

Se forma una bronca inmensa.
Hay puntapiés y trompadas.
Gritan todas las mujeres;
ni el cantinero se escapa.

En tanto, sobre la esquina,
hundidos en sus casacas,
dos guardias civiles duermen,
mientras que la noche canta.

Alejandro Velasco Mejía: Tierra nueva (1953)

lunes, 9 de febrero de 2015

CANCIÓN ERRÓNEA (fragmento)

Todo es incomprensible. Quizá
todo es máscara de
una causa también
incomprensible.

Sería mejor permanecer en el itnerior de una inmensa mentira, o en una visión destinada a ciegos o que únicamente se diese en la profundidad de los espejos y no hubiera de ser comprendida ni incomprendida,
o en una esfera imposible,
o en una profecía cuya virtud consistiera en no cumplirse.

Pero no:
estás perdido y una y otra vez te encuetnras contigo mismo, sólo contigo mismo, y no sabes si vas a morir porque tampoco sabes si has nacido.

No haber nacido. Sí, ésta sería
la más cierta, la única
solución.

           Pero no:
nos encontramos una y otra vez con nosotros mismos, sólo con nosotros mismos, rodeados de combustibles y de animales sigilosos.
Si al menos fuese posible (lo he dicho alguna vez) una fraternidad sin esperanza.

Pero no. Al parecer,
estamos obligados a existir, cansados de existir, ante un abismo que no es un abismo sino nosotros mismos,
nuestra oquedad ante límites incisos en un muro blanco, en material de ausencia, en la quietud de un instante que nos precede y sucede.

No lo entiendo.

                        Al parecer,
es imposible existir y también
no existir.

Qué sed de desvarío, qué sed.

Antonio Gamoneda: Canción errónea (2012)

lunes, 2 de febrero de 2015

CONSEJOS PARA UN PERRO CALLEJERO

1. Ladrar con sentimiento.

2. Leer a Cervantes en la perrera.

3. Estar convencido de que es mejor tener cuatro patas que dos.

4. Rascarse con gusto las pulgas.

5. Mover la cola por lo que te interesa.

6. No dejar de salivar ante un buen hueso.

7. No quejarse tanto por el hambre: seguir buscando, siempre se encuentra algo.

8. Jugar con las moscas y mariposas, sin distinción de raza o credo.

9. Hacer la siesta bajo la sombra de una matica (los días de fiesta)
    o bajo la sombra de un camión (los días laborables).

10. Levantar la pata (los que puedan) y echar una buena meada
      sobre un muro blanco recién pintado.

11. Correr en círculos persiguiéndote la cola.

12. Buscar la pelota.

13. Devolver la pelota.

14. Cavar huecos bajo tierra.

15. Asistir a coloquios de perros
      en noches de luna llena.

16. Escuchar ladridos remotos.

17. Asomar la cabeza por la ventanilla del carro: dejar que el viento
      te abanique las orejas.

18. No rechazar nunca un viaje a la playa.

19. Ladrarle a los camiones de basura: aprovechar la excusa para salir corriendo.

20. Frotarse contra la grama de cara al sol.

21. Cruzar la autopista con mucho cuidado.

22. Andar siempre andariego.

23. Que nadie te olisquee por detrás (a menos que tú se lo permitas).

24. Sacudirse de vez en cuando.

25. Sacudirse sobre todo después de recibir un balde de agua fría.

26. Estar atentos a cualquier pollito
      que se te atraviese en el camino.

27. No asustarse con las sombras de las farolas.

28. No ladrarle a los espejos.

29. Cuidarse de los timbres y de los petardos.

30. No dejar que te coloquen en un laberinto
      para medir tu inteligencia.

31. No confiar en ninguna persona que se haga llamar Pavlov.

32. No pasar nunca cerca de una Facultad de Medicina.

33. Embriagarse con el olor de la carne a la parrilla.

34. Hacerte amigo del maestro parrillero.

35. Escucharle las cuitas al vigilante
      para que te deje dormir en la garita.

36. Desconfiar de cualquier clase de perrito faldero.

37. De vez en cuando juntarse con la pestilencia.

38. Sentir con los ojos cerrados el olor de los jazmines.

39. Sentir con los ojos cerrados el olor de los ausentes.

40. Sentir lo más preciado con los ojos cerrados.

Luis Enrique Belmonte: Compañero paciente (2012)