lunes, 31 de agosto de 2015

DE SÍSIFO

Con las llagas
y fisuras
en las manos, con ellas,
empujo la piedra hasta la cima.
La cargo a veces
hasta quebrarme la espalda.
Otras resbala
y golpea mis dientes,
los recojo, armo y me fumo mi sonrisa de nuevo.
Continúo así todo el día y parte de la noche
(¡No entiendo la diferencia!)
Llego, la piedra rueda.
Entonces descanso.
Froto las hojas medicinales
en mis manos,
me trago las pastillas recetadas,
las sin receta.
Amar es cargar la piedra que volverá a caer
vivir es        "      "      "       "        "        "   "
soñar es      "      "      "       "        "        "   "

y entusiasmarse es cargar la piedra que volverá a caer.

Ella rodará siempre,
yo la subiría siempre
pero mi tiempo es finito...
aunque el castigo sea eterno.

María de los Ángeles Martínez: Subcielo (2002)

lunes, 24 de agosto de 2015

MIS ADORADOS MUERTOS

guardo en mi armario todo un arsenal de muertos
son cadáveres empolvados
mis manos han ensuciado
lo que alguna vez fue
el nombre de uno de ellos

¿qué lleva ahí, señor, un muerto?
me pregunta un niño curioso
no, llevo varios, le digo
y el niño huye llorando

mis muertos son hermosos
son tiempo y espacio
condensados en un árbol
en los residuos
de su tallo
yo los veo y me maravillo
de cómo pueden vivir más que yo

retazos de vidas pasadas
embalsamados en la memoria oblicua
y barnizados con miel gris
tinta china y una funda de plástico

¿una vida insignificante puede llegar a ser trascendente
si la guardo en mi armario?

yo no mato
solo colecciono los restos de los
que no pudieron sobrevivirse más

de los que sabían sufrir
de los que escribían
poesía

Juan Romero Vinueza: Revólver (2015)

lunes, 17 de agosto de 2015

OJALÁ YO FUERA UNA DE ESAS COSAS

Siempre estarás allí para mí cuando busque tu perfil en feibú.

Tan pronto mi índice pone su peso sobre la tecla de tu primera inicial aparece ese rectángulo blanco con tu nombre.

¡Qué inteligente feibú!

No solo reconoce rostros diez veces mejor que el ojo humano —con el único y pulcro fin de etiquetarte en una foto o venderle tu sonrisa a la CIA—, sino que también se acuerda de los perfiles que más visitas. Recuerda las caras a las que eres adicto.

Y ese minitú que aparece junto a las frívolas letritas morenas me sacude.

Click inmediatamente.

¡Ahí estás!

¡PAM!

Mi droga favorita.

¿Lugar común?

VALE VERGA porque ahí está tu foto grandota.

Es una mamacha en un vestido coloridísimo-caleidoscopio de vestido. Fotos de portada y el paraje tras ella es la belleza de un excelente pollo broster.

La foto es preciosa porque tú, precioso, además de simpático, eres fotógrafo. Recojo con mis manos entumecidas las canciones que se te caen de la boca. Miro con cierta pena tus estados sobre cuán enamorado estás. No es la pena que nace de uno por envidiar. Es una pena cúspide, como la que se siente al ver un pájaro en el zoológico.

Me paseo por tus publicaciones con el mismo silencio que usaré en el funeral de mi abuelo.

Miento.

A veces río.

Me río de tus fotos. He llegado a hacerlo. He aprendido porque he armado desvelos con los perfiles etiquetados. Porque, sobre fotógrafo, eres farándula.

Entiendo las bromas en tus comentarios porque, aunque no hablo contigo ni con tus amigos, los he estudiado. He estudiado el libro de los muertos milnovecientosnoventayocho veces. Sé cómo resucitar a los vivos. Los conozco.

Reconozco. En la calle.

Cris. Es al que más me topo.

Topografías de un perfil.

A ti te he visto en la calle. Y en conciertos. Cada vez que una banda alternativa-indie-new-genre toca, sé que estarás ahí. Esos días despierto con la cabeza hecha sonrisa. Con una pata de conejo en el culo. Cagado en suerte. Como si mientras dormía me hubiese tragado a Campanita. Como si todo su polvo mágicoespectaculojoligudense brillara en mi vientre.

Atravieso mi jornada sobre un mitadelefante-mitadtortuga. Tortugante. Elefuga.

Me ducho y, envuelto en ropas que me hacen sentir deseable, cojo la metro. Desde una sala de espera sin techo y con pocos invitados, escudriño a todos y a todo. En busca de tu rostro. El de un amigo tuyo – con suerte, Israel, o el de tu novio.

De alguna manera, cada vez que te veo, me toca chocar con la culpa de tus ojos.

Bailo. Bailamos.

Cada uno en su burbuja de miradas al escenario. Te veo tomando fotos. Te veo viendo.

Te veo encontrando cosas que te hacen decir

Guau ¡Qué bacán se ve eso!

Guau ¡Qué bacán se ve eso!

Guau ¡Qué bacán se ve eso!

Ojalá yo fuera una de esas cosas.

Azael Álvarez Ramírez: Multiplicidad del sujeto (2015)

lunes, 10 de agosto de 2015

VIRGEN FUNERAL

El humus de la muerte ha sido recubierto por otra primavera.
José Ángel Valente, Lugar

1
Dejo la ambulante historia,
caminar de las mujeres que se mueven como diosas,
material de los espasmos donde explora un hombre.

Dejo la gregaria historia:
el placer es superior a cualquier patria
y la patria es pormenor de cualquier hombre.

Aquí la hembra no se mujer ni es diosa,
no es el canon de la corva
ni el carnoso soportal de la experiencia;

Aquí la patria no es ritual ni habitación,
no es la prosa con fronteras
ni la masa que persigue la elocuencia.

La hembra es apocalipsis
y la patria calla:

Cuando el hombre se aproxima a los infiernos
el hombre es una historia de sí mismo.


2
Solo un muerto logra amar ininterrumpidamente;
solo basta exorcizar la inteligencia.


3
Sobre mí pusieron mano tierra y cielo,
y fue el poema.

Ya vendrá toda la carne al ataúd.


4
Hembra es el morir:

Tengo cuerpo cuando asumo mi exterminio,
tengo paraíso en mi degüello,
tengo aceptación en la estrechez.

Goza en el vacío, el hombre,
y hembra es el morir.


5
Polvo: buscarás la tierra,
y después la zanja virgen,
la rapiña experta de tu lengua,
y después la encarnación.

Polvo:
sentirás la intimidad que te agasaja,
que se amolda a la carcoma,
a tu postura.


6
Mis omóplatos vacíos son papel para el poema,
para el auge femenino en la república del canto.

Porque el hombre no hace falta
la poética del cuerpo es el despojo,
porque el hombre no hace falta
el despojo versifica con la luz.

Ella nace en el cerebro que no piensa,
ella me ama en donde todo me consume.


7
Me destruyo para la hembra en el infierno,
la tigresa de la várice en mi espalda,
la invitada de mi patria en soledad.

Sentiré placer en donde acabe el cielo,
en la llaga que se calma en mi erección de purulencias;

Sentiré la septicemia,
la más fértil soledumbre.


8
La metástasis de mi entrepierna me ha pedido una mujer,
la injusticia masculina en alabanza.
La expresión de mis vacíos me ha pedido una mujer,
la palabra que chasquea y que obedece.

Ya soy caos, ya estoy listo para amar,
levantar la boca pronunciando a una montaña
donde el barro interactúa con las sombras.

Ya soy caos: ya estoy listo para amar,
porque amar es duplicar miserias.


9
El progreso de mis uñas prevalece
con el hambre de inventar la madrugada;
y mis manos se transforman en matojos
que aparecen al albor de una mujer.

Aún deseo,
desvanezco el intelecto para entrar en la mañana,

Aún deseo
para entrar en las caderas de la adversa oscuridad.


10
El deseo se levanta en la tibieza enamorada:
el amor es la raíz de los demonios.


11
Y de pronto un cónyuge de muerte me desbasta:
primero humedecer y luego mutilar,
primero compartir un territorio
y luego levantar el sitio de la abierta obscenidad.

Me convido carnalmente para ornar otra existencia:
ya no estorbo,
soy pitanza;
ya no anhelo,
soy objeto;

Ya no miento,
donde está mi piel, está mi negación.


12
Oh, placer que me haces cosa,
muerte mía que eres nacimiento genital:
no triunfó el espíritu,
no triunfó el amor,

Nada vence al frenesí de la carroña.


13
Encontré  caducidad y tuve historia:
cuando la belleza me encargaba un nombre
dije miedo.


14
Cuento mis costillas pero nadie me acompaña,
ni siquiera la proterva estría de una hembra deshonrada,
ni siquiera una papila amiga
en donde puedan frutecer mis emociones.

Donde debo hallar un alma brilla mi osamenta,
donde debo hallar amada, soy la corrosión.


15
Tan desfigurada está mi cara,
como pétalo entreabierto bajo el bulto de un caballo,
como niña lastimada para lacra de mujer.

Donde sea que aparezca una piltrafa,
vence el tiempo
y el resabio de presencia se hace nada.
Donde sea que el añico insista,
vence el tiempo
y la mácula del rostro vuelve al orden pestilente.

Tan desfigurada está mi cara,
tan pudiente la ponzoña,
tan hedionda la escasez,
que en las últimas facciones que me sobran
aparece un cristo en mis carnajes
y comienza una cuaresma para el asco.


16
Esta cruz que traigo entre las piernas
es penacho en donde un cristo hierve.
Este altar de escurriduras en mi lengua
es caliza en donde un verso hierve.

Muero a solas porque soy la llama:
un carbón de menudencias y de escorias,
una brasa entre cenizas solitarias.


17
Ya mi nada ha terminado con el hombre
y mis ácidos se han transformado en dioses incestuosos.


18
Dejo mi disfraz de carne,
mi soberbia humana de sentirme humano,
y me lanzo al material de la poesía.

Dejo atrás el sentimiento,
el ritual de perpetuar la mansedumbre,
y en escorias embellezco al corazón.

Queda atrás el pensamiento,
el humano vicio de evitar la muerte,
queda atrás el egoísmo
y ya sin religiones
resplandezco.


19
Dejo este cadáver en la mesa del futuro,
en la inspiración del próximo gusano,
en la utilidad perversa del amor.

Y que triunfe el horizonte:
donde nazca una mujer concluyan los paisajes
porque un hombre ha de morir por un abdomen.
Y que triunfe el horizonte:
suponer al otro en donde somos soledad.


20
Hasta aquí la soledad del hombre,
hasta aquí los últimos afanes de la carne.

Desde aquí la humanidad sencilla:

Verso recostado sobre verso previo,
cuerpo derrotado con el nombre de otros.


Cristian Avecillas: Todos los cadáveres soy yo (2008)

lunes, 3 de agosto de 2015

INTENSIDAD Y ALTURA

Quiero escribir, pero me sale espuma,
quiero decir muchísimo y me atollo;
no hay cifra hablada que no sea suma,
no hay pirámide escrita, sin cogollo.

Quiero escribir, pero me siento puma;
quiero laurearme, pero me encebollo.
No hay toz hablada, que no llegue a bruma,
no hay dios ni hijo de dios, sin desarrollo.

Vámonos, pues, por eso, a comer yerba,
carne de llanto, fruga de gemido,
nuestra alma melancólica en conserva.

¡Vámonos! ¡Vámonos! Estoy herido;
vámonos a beber lo ya bebido,
vámonos, cuervo, a fecundar tu cuerva.

César Vallejo: Poemas humanos (1931-1937)