lunes, 28 de septiembre de 2015

PROSPECTO

Soy un ansiolítico.
Actúo en casa,
hago efecto en la oficina,
me presento a los exámenes,
comparezco ante los tribunales,
reparo tacitas rotas.
No tienes más que ingerirme,
ponme debajo de la lengua,
no tienes más que tragarme,
con un sorbo de agua basta.

Sé enfrentarme a la desgracia,
soportar malas noticias,
paliar la injusticia,
llenar de luz el vacío de Dios,
elegir un sombrero de luto que favorezca.
¿A qué esperas?,
confía en la piedad química.

Todavía eres un hombre/una mujer joven,
debes seguir en la brecha.
¿Quién dice que vivir requiere valor?

Dame tu abismo,
lo acolcharé de sueño,
me estarás para siempre agradecido/agradecida
por las patas sobre las que caer de patas.

Véndeme tu alma.
No te saldrá otro comprador.

No existe ningún otro diablo.

Wisława Szymborska: Si acaso (1975)
                                               Traducción de Ana María Moix y Jerzy Wojciech Stawomirski (1997)

lunes, 21 de septiembre de 2015

AUTOBIOGRAFÍA


Como el náufrago metódico que contase las olas
que faltan para morir,
y las contase, y las volviese a contar, para evitar
errores, hasta la última,
hasta aquella que tiene la estatura de un niño
y le besa y le cubre la frente,
así he vivido yo con una vaga prudencia de
caballo de cartón en el baño,
sabiendo que jamás me he equivocado en nada,
sino en las cosas que yo más quería.


Luis Rosales: Rimas (1951)


lunes, 7 de septiembre de 2015

AUTORROMANCE DE JUANITA FERNÁNDEZ

Por quietas calles andaba
Juanita Fernández, que era
muchacha como de pájaros
y naranjas y colmenas.
Nadie veía su guardia
callada, de serafines.
Nadie veía en sus sienes,
invisible, el arco iris.

Nadie, ni padre, ni madre,
ni parientes, ni padrinos,
sabían que a aquella niña
la había marcado el Destino.
"¡Qué inteligente, Juanita!
¡Qué fina piel de duraznos!
¡Qué dos ojos de lucero
en un cielo de verano!"

Y andaba Juanita, andaba,
con sus muñecas, su perro
Tilo y sus libros de estudio
por las callejas del pueblo.
Andaba Juanita, andaba,
con un ángel de custodia,
y su pobreza tan rica
y sus ensueños de novia.

Primero, novia del aire,
y después de un capitán.
Andaba Juanita, andaba,
y era rica más y más.
¿Qué importan la casa pobre,
los vestidos de algodones,
los zapatitos de cuero,
la blusa sin prendedores?

Veinte años casi sin crónica,
con solo el hijo y la paz
de sus versos y sus flores
de alambres y de cambray.
Alegre, tierna y callada,
amante y sin ambición,
gorjeaba en cantos y canto
de vida y callado amor.

Ya sobre el pecho una estrella,
ya otra más sobre la sien,
ya mil clarines al viento,
y el toque de somatén.
Ya el llanto por sus mejillas,
Ya grises fuegos, su luna,
mañanas de helada niebla,
noches a desvelo y bruma.

Ya zapatos de gamuza,
y vestidos de París,
ya la sonrisa perdida,
ya el deseo de morir,
el amor, como una rosa;
la vida, cáliz y cruz.
Tilo, borrado en la sombra.
Brumosa la Cruz del Sur.

Y en el Río de la Plata,
sólo el barco de su fe
aunque sigan los clarines
y el toque de somatén.
¡Qué sola y sola Juanita,
en su casona vacía!
América por sus alas
pasa, y Juanita, perdida.

Ya no sabe de laureles
ni de nardos en el alba.
Traen orquídeas a sus manos
y mendiga un vaso de agua.
Secreto, ¡ay secreto, oh Dios,
oculto el romance puro!
Vele el ángel con su túnica
el préstamo sin futuro.

Y cuando muera Juanita
a gritos todos dirán
que fue bendito aquel día
ocho de marzo, San Juan
de Dios, en tierras de Melo
que la historia alabará.
Y ha de dormirse llevando
sobre la mortaja, un sol;
el de un amor silencioso
que nadie le adivinó.

Juana de Ibarbourou: Romances del destino (1955)