martes, 28 de diciembre de 2010

BALADA DE LA AFRODITA DE ARRABAL

Al amanecer,
la hija abandonada del pirata
deja su cuartucho en las barracas
y corre a los tranvías. Su placer:
admirar el surgimiento de los edificios,
contemplar los volúmenes
entre la luz ligera, aún fría,
que avanza lentamente por aristas,
entre hendijas, bajo puertas,
resplandeciendo en el tibio cristal
de las ventanas. En un rincón,
al borde de la grada, el gato,
lame un desayuno que el ojo
no alcanza.

Al amanecer,
mira hacia afuera,
detrás del vaho,
mientras se frota las manos,
la barbilla, junta los pies,
en el vagón que va a la playa.

Yo la escucho susurrar su balada
mientras baila descalza, empujando
con la punta de su dedo el montículo,
la obra nocturna del cangrejo
en la arena. ¡Ah, en su fina garganta,
cuánta tensión para traer el canto,
murmurado desde su pecho,
tembloroso! Un milagro
que soplan sus labios, tan leve.
Encubre su rostro,
sopla su música
hacia el horizonte marino.

Allá va, allá va, la loca
y nunca llegará el errante,
aquél que debiera llorar su eterna
desolación sobre su pecho pequeño.
Allá va, menuda, con su canto.

Y ahora que vuelve a la ciudad,
por tres centavos te dejaría poner
tu torpe mano en sus muslos.
¡Bah! Ya jamás tendrás esa canción
que ella susurra para el agua.
Una canción que escucho en la aurora,
desde su más profundo sueño.

Iván Carvajal: Inventando a Lennon (1997)

viernes, 24 de diciembre de 2010

UNIDAD EN ELLA

Cuerpo feliz que fluye entre mis manos,
rostro amado donde contemplo el mundo,
donde graciosos pájaros se copian fugitivos,
volando a la región donde nada se olvida.

Tu forma externa, diamante o rubí duro,
brillo de un sol que entre mis manos deslumbra,
cráter que me convoca con su música íntima,
con esa indescifrable llamada de tus dientes.

Muero porque me arrojo, porque quiero morir,
porque quiero vivir en el fuego, porque este aire de fuera
no es mío, sino el caliente aliento
que si me acerco quema y dora mis labios desde un fondo.

Deja, deja que mire, teñido del amor,
enrojecido el rostro por tu purpúrea vida,
deja que mire el hondo clamor de tus entrañas
donde muero y renuncio a vivir para siempre.

Quiero amor o la muerte, quiero morir del todo,
quiero ser tú, tu sangre, esa lava rugiente
que regando encerrada bellos miembros extremos
siente así los hermosos límites de la vida.

Este beso en tus labios como una lenta espina,
como un mar que voló hecho un espejo,
como el brillo de un ala,
es todavía unas manos, un repasar de tu crujiente pelo,
un crepitar de la luz vengadora,
luz o espada mortal que sobre mi cuello amenaza,
pero que nunca podrá destruir la unidad de este mundo.

Vicente Aleixandre: La destrucción o el amor (1935)

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Como el toro he nacido para el luto
y el dolor, como el toro estoy marcado
por un hierro infernal en el costado
y por varón en la ingle con un fruto.

Como el toro lo encuentra diminuto
todo mi corazón desmesurado,
y del rostro del beso enamorado,
como el toro a tu amor se lo disputo.

Como el toro me crezco en el castigo,
la lengua en corazón tengo bañada
y llevo al cuello un vendaval sonoro.

Como el toro te sigo y te persigo,
y dejas mi deseo en una espada,
como el toro, burlado, como el toro.

Miguel Hernández: El rayo que no cesa (1936)

sábado, 18 de diciembre de 2010

EL GUARDIÁN DEL HIELO

Y coincidimos en el terral
el heladero con su carretilla averiada
y yo
que corría tras los pájaros huidos del fuego de la zafra.
También coincidió el sol.
En esa situación cómo negarse a un favor llano:
el heladero me pidió cuidar su efímero hielo.

Oh cuidar lo fugaz bajo el sol...

El hielo empezó a derretirse
bajo mi sombra, tan desesperada
como inútil.

Diluyéndose
dibujaba seres esbeltos y primordiales
que sólo un instante tenían firmeza
de cristal de cuarzo
y enseguida eran formas puras
como de montaña o planeta
que se devasta.

No se puede amar lo que tan rápido fuga.
Ama rápido, me dijo el sol.
Y así aprendí, en su ardiente y perverso reino,
a cumplir con la vida:
yo soy el guardián del hielo.

José Watanabe: Cosas del cuerpo (1999)

jueves, 16 de diciembre de 2010

POEMA BOBO

Hoy es un día circular.
Me explico:
Ando que le doy vueltas
y más vueltas
a la fugaz pregunta que me hiciste,
pero no la recuerdo.

Tengo la vaga idea de que era algo de Dios,
o de los pájaros;
o tal vez de la tierra,
o de los árboles,
pero tu voz inconfundible gira
en estas angustiosas espirales
que sucesivamente
se pierden a lo lejos,
y creo que tampoco tú podrías precisarla,
puesto que aquella noche,
si bien era tu voz,
era en mi sueño.

En todo caso,
sábelo,
aunque me hubieras preguntado la hora,
o cualquier cosa sobre el sol
o el viento;
las piedras,
las guitarras
o los ríos,
te respondo que sí,
que yo te quiero.

Antonio Preciado: De sol a sol (1976)