sábado, 24 de diciembre de 2011

CÁNTICO (fragmento)

1

¿Adónde te escondiste,
Amado, y me dexaste con gemido?
Como el ciervo huyste
aviéndome herido;
salí tras ti clamando y eras ydo.

2

Pastores, los que fuerdes
allá por las majadas al otero,
si por ventura vierdes
aquél que yo más quiero,
dezidle que adolezco, peno y muero.

3

Buscando mis amores
yré por esos montes y riberas;
ni cogeré las flores,
ni temeré las fieras,
y passaré los fuertes y fronteras.

4

¡O bosques y espesuras
plantadas por la mano del Amado!,
¡o prado de verduras
de flores esmaltado!,
dezid si por vosotros ha passado.

5

Mil gracias derramando
pasó por estos sotos con presura;
y, yéndolos mirando,
con sola su figura
vestidos los dexó de fermosura.

6

¡Ay!, ¿quién podrá sanarme?
Acaba de entregarte ya de vero;
no quieras enviarme
de oy más ya mensajero
que no saben dezirme lo que quiero.

7
Y todos quantos vagan
de ti me van mil gracias refiriendo,
y todos más me llagan,
y déxanme muriendo
un no sé qué que quedan balbuziendo.

8

Mas, ¿cómo perseveras,
¡o vida!, no viviendo donde vives,
y haziendo porque mueras
las flechas que recives
de lo que del Amado en ti concives?

9

¿Por qué, pues as llagado
aqueste coraçón, no le sanaste?
Y, pues me le as robado,
¿por qué assí le dexaste,
y no tomas el robo que robaste?

10

Apaga mis enojos,
pues que ninguno basta a deshazellos,
y véante mis ojos,
pues eres lumbre dellos,
y sólo para ti quiero tenellos.

11

Descubre tu presencia,
y máteme tu vista y hermosura;
mira que la dolencia
de amor, que no se cura
sino con la presencia y la figura.

San Juan de la Cruz (1578)

jueves, 15 de diciembre de 2011

AL GRAN CERO

Cuando el Ser que se es hizo la nada,
y reposó, que bien lo merecía,
ya tuvo el día noche, y compañía
tuvo el hombre en la ausencia de la amada.

¡Fiat umbra! Brotó el pensar humano
y el huevo universal alzó, vacío,
ya sin color, desubstanciado y frío,
lleno de niebla ingrávida, en su mano.

Toma el cero integral, la hueca esfera,
que has de mirar, si lo has de ver, erguido.
Hoy que es espalda el lomo de tu fiera,

y es el milagro del no ser cumplido,
brinda, poeta, un canto de frontera
a la muerte, al silencio y al olvido.

Abel Martín (Antonio Machado): Cancionero apócrifo (c. 1930)

sábado, 3 de diciembre de 2011

CINERARIO

                                                            A Marta

                                I

Ahora me pregunto qué sería de aquel fuego
y de su noche, la ceniza.

                                II

El fuego es dios de nada, dijo el poeta, es nada
aunque a veces sople por las chimeneas
un aire alemán.

                                III

Ahora me pregunto qué fue de aquellos fuegos
y de su norte, la ceniza.

                                IV

El fuego es dios de nada —dijo el poeta— es nada
y jamás se controla por educación
o cualquier otra
sino que obra
y porfía.

                                V

Ahora me pregunto qué será de aquel fuego
y su sepulcro, la ceniza.

Blanca Andreu: Elphistone (1988)

martes, 22 de noviembre de 2011

INVENTARIO

He creído vivir, como el feriante
que no posee predio ni solana
y confía en el oro de su alforja
—tras mudable cantar, cítara glauca—
y es irrisión, en tanto así persiste,
de quien conoce perdurables tasas.
He creído vivir, como el caudillo
que dispersa en denuestos sus palabras
y, dado el signo, ve —¿si será ensueño—
cual de alcotán huidas sus mesnadas.
He creído vivir. Nada poseo.
Nada supe. No fui. No dije nada.
No grabé en el basalto de la noche
la eternizada nota de mis armas.
No erigí valladares en las breñas.
No me arrogué jamás cotos de caza.
No mandé mensajeros con mi insignia
a los que regatean en el ágora.
Nada quise saber de aquel trasiego
que al socaire del mar se propagaba.
Nunca anhelé inquirir mi derrotero.
No conocí el cuaderno de bitácora.
Libre, sí. Como esquife que de pronto
horadando el dogal de las amarras,
incandescencia azul, en lo nocturno
instaurase el amianto de sus jarcias.
Libre, sí. ¿Que de brújulas no supe?
Verdad. Y es sinrazón echarlo en cara
a quien por noble tuvo tal estado
pudiendo postular lides más altas.
No monté el garañón de la codicia.
Viento de sangre no rondó mi casa.
Tal es mi condición. Tal mi linaje.
De carne y hueso soy. En vuestra cábala
la conjunción conocen de mis astros.
Recordad mi ascendencia. ¡Gente brava,
dada al sol, y a las justas agostizas,
cuando el cuerpo del rey duerme en la cárcava!
No esqueje del abismo, no del caos
granulación, sino envoltura humana
creo tener, y auguro que las crónicas
arroparán mi tránsito en su halda.
Hacia el Leteo de la permanencia
puso proa mi góndola de llamas.
Por estable y fecunda la reputo.
Bruñe mi frente el sol de la otoñada.
Pero estas manos, estas manos mías
que persiguen aún, que se entrelazan,
que describen parábolas de sombra,
que se obstinan, que niegan que me llaman
a aquella otra vida que he proscrito,
aquella otra, no sabéis, tan alta...
Tal me llegan, opacos de trayecto,
los disparos nocturnos en la dársena.
Pude haber sido, sí. Pude haber sido.
Pude haber sido. Y estas manos claman.

Pere Gimferrer: Mensaje del Tetrarca (1963)

martes, 8 de noviembre de 2011

PARAÍSO

Alzo apenas los ojos
Y en la inmóvil justicia que allá arriba
Distribuye sin la sombra de una duda
El verde y el azul
Veo pasar el vuelo exacto
De un pájaro que allí tan cerca
Pero tan intocable
Está cruzando un paraíso

Oh sí – así es como avanzamos
Siempre tan cerca del deslumbramiento
Sabiendo que jamás será avanzando
Como lo alcanzaremos
Que él seguirá marchando a nuestro lado
Siempre a unos pocos metros.

Tomás Segovia: Siempre todavía (2008)

domingo, 6 de noviembre de 2011

LA VIRUTA

De unos años a esta parte veo una viruta de luz
a la altura de la fosa izquierda entre la aleta
de la nariz y el ojo, de repente
parece obsesión pero no es obsesión, le hablo
y vuela, por el fulgor
es como un cuchillo. No, no es mariposa, tiene algo
de mariposa pero no es mariposa.

Se instala ahí y duerme, por horas
vibra como cítara, entonces
es cuando recurro al espejo. —A ver, espejo,
le digo, discutamos
esto de la mancha fosfórica. Se ríe el espejo,
me hace un guiño y se ríe el espejo.

Son las privaciones, todo tiene que ver con las privaciones.
Al año de nacer, ya uno quiere irse, la pregunta es adónde
y ahí mismo empieza el juego
de la traslación. Quiero que este ojo sea mano,
patalea uno, pero que no sólo sea mano, que sea aire, eso es
lo que quiero, ser de aire. ¿Cómo el agua
que está en las nubes es de aire?

Así es como se explica la viruta, es que no hay vejez, no
puede haber vejez, venimos llegando.
Donde llegamos, a la hora que sea, venimos llegando.
Cuando lo apostamos todo y lo perdemos venimos llegando.
Al amar, al engendrar venimos llegando, al morir
escalera abajo venimos llegando.

Todo eso sin insistir en la persona, ¿qué es la persona?
¿Quién ha visto a la persona? Claro, hay una cama
y alguien durmió ahí, un poco
de sangre en la ventana, un hoyo
en los vidrios y a un metro, en su letargo, el espejo: el gran espejo
que no tiene reflejo.

Gonzalo Rojas: Materia de testamento (1988)

miércoles, 26 de octubre de 2011

Como si nunca hubiera sido mía,
dad al aire mi voz y que en el aire
sea de todos y la sepan todos
igual que una mañana o una tarde.
Ni a la rama tan sólo abril acude
ni el agua espera sólo el estiaje.
¿Quién podría decir que es suyo el viento,
suya la luz, el canto de las aves
en el que esplende la estación, más cuando
llega la noche y en los chopos arde
tan peligrosamente retenida?
¡Que todo acabe aquí, que todo acabe
de una vez para siempre! La flor vive
tan bella porque vive poco tiempo
y, sin embargo, cómo se da, unánime,
dejando de ser flor y convirtiéndose
en ímpetu de entrega. Invierno, aunque
no esté detrás la primavera, saca
fuera de mí lo mío y hazme parte,
inútil polen que se pierde en tierra
pero ha sido de todos y de nadie.
Sobre el abierto páramo, el relente
es pinar en el pino, aire en el aire,
relente sólo para mi sequía.
Sobre la voz que va excavando un cauce
qué sacrilegio este del cuerpo, este
de no poder ser hostia para darse.

Claudio Rodríguez: Don de la ebriedad (1953)

domingo, 16 de octubre de 2011

TRÍPTICO DEL ÁNGEL


                                                   A Mercedes
                       I

¿De dónde caen
esas plumas descomunales
que yacen bajo la silla?

Hace un instante hubo
una pequeña conmoción,
una palabra o menos
nos mantuvo pendientes de la voz.

Cuanto permanecía atrás,
bajo la tenue luz de una lámpara votiva,
ha sucumbido.
Quizá fue el ala
del último heraldo entre nosotros
o un hálito del relámpago casero.

Entre los escombros
—ese casco de ladrillo con historia,
un puñado de cenizas y el papel enmohecido—
la huella de su paso.


                        II

Te miras en el espejo,
levantas el mechón
que te cubría el rostro,
una mano asciende por el vidrio
y roza la líquida mejilla
de aquella otra que te está mirando,
que me mira por encima de tu hombro.

¡Qué incendio atroz en esos ojos!
No es posible soportar
esa daimónica luz aquí tan cerca.
Te estás quemando, amor,
el mechón, brasas tus hombros,
y yo, que extiendo las manos
por salvarte, me hiero.

La ceniza en el suelo,
la huella de su paso.


                       III

De pronto comienzas a contarme
tus aventuras del día,
y cuando la culpa aguijonea
aparece el engaño.

Tampoco quisiera yo engañarte.
Inicio mi historia,
la imaginación cautiva
y acabo por fingir.

Nos miramos. Al fondo de las pupilas
brilla ese odio intenso del vigía.

Abatidos tragamos su sabor de ceniza,
la huella que a su paso nos dejó en los labios.


                                              Iván Carvajal: La ofrenda del cerezo (2000)

jueves, 6 de octubre de 2011

AMOR CONSTANTE MÁS ALLÁ DE LA MUERTE


Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera;

mas no de esotra parte, en la ribera,
dejará la memoria en donde ardía:
nadar sabe mi llama la agua fría
y perder el respeto a ley severa.

Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
medulas que han gloriosamente ardido,

su cuerpo dejará, no su cuidado,
serán ceniza, mas tendrá sentido,
polvo serán, mas polvo enamorado.


Francisco de Quevedo (siglo XVII)

jueves, 8 de septiembre de 2011

TAMBIÉN SUCEDE

A veces
el amor como un intruso,
como un pelo
en el plato de comida.
A veces el amor
como enfermarse,
como estar ahogándose,
como si hubiésemos robado
y nos buscaran.
Otras veces con él
qué borrachera,
qué jubilosa azúcar
inundándonos,
qué tropel
en las venas,
qué cosa nunca vista,
qué fiebre de colores.
A veces el amor
como pudriéndose.

 Euler Granda: La inutilmanía y otros nudos (1973)

viernes, 19 de agosto de 2011

L'ENNEMI

Ma jeunesse ne fut qu'un ténébreux orage,
traversé çà et là par de brillants soleils;
le tonnerre et la pluie ont fait un tel ravage,
qu'il reste en mon jardin bien peu de fruits vermeils.

Voilà que j'ai touché l'automne des idées,
et qu'il faut employer la pelle et les râteaux
pour rassembler à neuf les terres inondées,
où l'eau creuse des trous grands comme des tombeaux.

Et qui sait si les fleurs nouvelles que je rêve
trouveront dans ce sol lavé comme un grève
le mystique aliment que ferait leur vigueur?

— O douleur ! ô douleur ! Le Temps mange la vie,
et l'obscur Ennemi que nous ronge le cœur
du sang que nous perdons croît et se fortifie !

Charles Baudelaire: Les fleurs du mal (1850)

martes, 16 de agosto de 2011

EL VIAJE (fragmento)


Hace frío en la angosta rendija.
¿Adónde iremos a rezar,
viles e ínfimos?

El ángel de la espada llameante me toca
y no amo.
No hay amor.
Traslado trapos como traslado el deseo,
como traslado la resignación,
engarzándome,
a muerte
a degüello.

No hay sino cuerpo solo.
Lo que existe es cuerpo solo.
El resto es un violentarse de ácaros,
larvas.

Y el tiempo cava,
se vuelve hueco solo, sombra de su leve voz.
¿Canto o agonía?

Se hace sitio en sus propias mazmorras.

Echa el cerrojo.

Acarician sus nalgas tumescentes,
lamen los tubos de sus intestinos.
Se encenegan en leves esperanzas
y susurran las palabras de la ceremonia,
evasivas.

Sus ojos crecen.
Dos huecos vivos de vuelta al cuerpo,
negado cuerpo.

Se hunde en el letargo de su pupila,
mientras un roedor triste
se arrastra por el iris.

Se enfurece y tambalea.
¿La vieja jauría le dejará ir hasta el final?

Cuervos frioleros abandonan su hígado, caído.
Un solo abandono,
que leo y sigo.


Fabián Guerrero Obando: El viaje (2003)

miércoles, 27 de julio de 2011

LENGUAJE ELEMENTAL

Tu vegetal idioma de rumores
oh bosque, padre inmenso del rocío,
y tu errabunda lengua azul, oh río,
que nombra los terrestres esplendores.

Tu dulce esfera breve, fruto mío,
los párpados y labios de las flores,
todo nos habla en formas y colores,
y sonidos que pueblan el vacío.

¿Qué escribe sobre el polvo ese gusano?
¿Qué trata de advertirnos ese grito
de pájaro que cruza el infinito?

La clave de la vida está en tus manos.
Goza: aprende el lenguaje que te ofrece
el mundo elemental, después perece.

Jorge Carrera Andrade: Lección del árbol, la mujer y el pájaro (1951)

lunes, 11 de julio de 2011

ELEGÍA

No es el pájaro salado
Sobre la playa dorada
Ni el desierto que se anida
En la palma de la mano
No es la luna que se asoma
Sobre el último poema
No es el sol sobre la arena
Ni la arena que oscurece
El sol sobre la arena
No es la sombra acumulada
En el patio de la casa
Ni tampoco tu mirada
Que todo lo llena de espuma
De claridad y de pescado
No es el dolor de cabeza
Ni el riñón enamorado
Ni mi sexo que padece
Ni tu sexo que amanece
Sobre la cama revuelta
Como si fuera un lucero
No es la sábana arrugada
Ni la estrella ensangrentada
Que resbala diariamente
Por tu cuerpo y por mi cuerpo
Hasta el fondo de la tierra
No es la glándula que llora
Ni la glándula que ríe
No es la harina dolorosa
De tus huesos y mis huesos
Ni la piel que los divide
Como cáscara de huevo
No es la máscara de polvo
Sobre tu calavera
Ni la máscara de polvo
Sobre mi calavera
No es amarnos todavía
Sin pantalón ni sonrisa
Sin corazón ni vestido
Casi sin carne y hueso
No es la luna que regresa
Ni tu desnudez que pasa
Como el viento en el estío
Es tan sólo mi ceniza
Que desea tu ceniza.

Jorge Eduardo Eielson (1924-2006)

domingo, 26 de junio de 2011

EL MAR

Le soy desconocido.
Pasa como un idiota,
ante mí; cual un loco, que llegase
al cielo con la frente
y al que llegara el agua a la rodilla,
la mano inmensa chorreando
sobre la borda.
Si le toco un dedo,
alza la mano, ola violenta,
y con informe grito mareante,
que nos abisma,
dice cosas borrachas, y se ríe,
y llora, y se va...
A veces, las dos manos
en la borda, hunde el barco hasta su vientre enorme
y avanza su cabeza, susto frío,
hasta nuestro minúsculo descuido.
Y se encoge
de hombros y sepulta
su risotada roja en las espumas
verdes y blancas...
Por doquiera
asoma y nos espanta; a cada instante
se hace el mar casi humano para odiarme.

Le soy desconocido.

Juan Ramón Jiménez: Diario de un poeta recién casado (1917)

sábado, 11 de junio de 2011

El alba se perdió
no sé dónde
y la gente se atreve a seguir naciendo.

Los payasos negros
del remoto cielo,
somos.
El desacierto fabuloso
somos.

Una hebra de olvido
que se demora en la calle:
sórdida entraña, locura,
somos.

Amaranta Pico: Nudo Ciego (2002)

martes, 31 de mayo de 2011

CONTRAPUNTO

1

Ah cómo y cuando en el acaso puro
se juntaron el pájaro y la ola.

Ola de pluma, el pájaro maduro,
y pájaro de espuma, la ola sola.

Rota su voz, quedó el arpegio oscuro
en el registro de la caracola.

De mar como de cielo, contrapunto,
ola trizada y pájaro difunto.


2

Orilla de eco y litoral de aroma,
pájaro y ola en el azar deshechos.

Pero la niña al vendaval asoma
de nuez y aurora, sus frugales pechos.

Ya la atavían, brasa de paloma,
delfines con oceánicos helechos.

Y se desnuda en cántico y en cobre,
pájaro y ola de la mar salobre.


3

A soledades juntas advinieron
el ángel y el vestiglo descendidos.

A la niña de nardo se ciñeron
las algas de sus ecos balbucidos.

Sus plumajes de niebla se rompieron
con celajes de pluma confundidos.

Cítara de perfume en el lamento,
quedó la niña sola con el viento.


4

La sirena de sal y hielo arcano
está posada en flor de sus amares.

Que no la lleve el soplo del vilano
hasta la altura de sus hontanares.

Que no quiebre la espiga de su mano
la gárgola borracha de los mares.

Enmudecida el arpa del sollozo,
quedó la niña sola con el gozo.


5

Ah niña, nao virgen, estibada
con el gozo del ángel y su bruma.

Mitad calandria en música imantada
pájaro en vilo tu babor de pluma.

Ola de noche y miel, acompasada,
tu otra mitad en estribor de espuma.

La prora anclada en médano cenceño,
quedó la niña sola con el sueño.


6

Ya colina de almendra en el reposo,
ya guitarra de olor en el olvido.

Que ya se hiela en su aire temeroso
la clepsidra de tiempo consumido.

Y se rindió al vestiglo vaporoso
su tallo de ola y pájaro aterido.

Ah muerte, capitana de cantares,
desnuda entró la niña en tus lagares.


7

La niña entró en tu cántico desnuda,
nácar en su destello de inocencia.

Aderezada como torre aguda
la arquitectura de su transparencia.

Desde entonces la perla se demuda
y empalidece toda refulgencia.

Abrevada la luz de su corola,
quedó la niña con su sombra, sola.


8

Todo volvió al enjambre de su cielo
y se rehizo en geometría pura.

El pájaro en presagio de su vuelo.
La ola en su colmena de frescura.

El ángel en su máscara de hielo.
El vestiglo letal en su pavura.

Sólo la niña se tornó en la niebla,
plumaje, espuma, cántico y tiniebla.


9

Sosegada en la sirte la doncella,
qué rosa mineral de encantamiento.

Qué ruina taciturna de centella,
del derruido estambre de su aliento.

Remotos funerales de la estrella
los rememore con su lengua el viento.

Todo en la sirte blanda se deshizo,
ah sirena de sal sin paraíso.


10

¿Qué resta de su fábula baldía?
¿Qué de su pesantez de luna llena?

¿Qué de su dulcedumbre de sandía?
¿Qué de su liviandad de cantilena?

Verde almiranta de la espuma fría
en la longevidad de la alta arena.

Difunta sin memoria, a tu socaire
suene transido tu laúd del aire.

Gonzalo Escudero: Materia del ángel (1953)

domingo, 22 de mayo de 2011

LOS DESTELLOS

Hablo del tiempo luminoso que me prometieron, del lugar invadido por la dicha que atestiguaría a mi cuerpo rebosando en juventud.

Hablo de las bocas que repetirían mi nombre como un presagio, de quienes encontrarían en mi huella algún indicio de paz, de los infelices que me brindarían sus brazos para sostenerme ante el infierno.

Hablo de las aves que traerían los mensajes hasta mi cama, de las semillas que serían mi alimento, del resplandor de unos labios que retumbarían en mis entrañas, de la música y las caricias que aliviarían mi dolor.

Me prometieron el mar, su infinita presencia cubriendo mis pies, me prometieron los sonidos y su naturaleza de llanto para cuando me sintiera cansado.

Me prometieron la luz y solo he hallado el espanto.

Víctor Vimos: Prolongaciones (2010)

sábado, 14 de mayo de 2011

NADA MÁS EL VERBO (fragmento)

Mordiéndote,
sacudiéndote
como el hueso que el perro extrae del muladar,
de la vida así te arranco, Dios.
¿Eres inmundo,
medras en la náusea y el hedor de la náusea
o purísimo,
bueno,
absorto a náusea caes, sempiterno?
¿Eres la llaga o el gusano que la devora eres?
¿qué más da?
si en el tiempo decreciente eres,
solo eres
¡oh asqueroso!
dentro o fuera de mí,
el mismo, vil y amado
¿contra ti peco o tú me pecas, Dios?

En asfaltos caído
abro los ojos a tu luz
¿son estas sombras el vaho de tu verbo?

Eran ingenuos los dedos míos
y mi mano era todo el amor,
todo el amor corriendo
como un ángel sobre la dulce piel.

Ciegos, los ojos míos eran
¡suave tiniebla, claro tacto feliz!

De alta tierra de viento, caído
¿soy tu sombra por vagar a tu luz?

Fui gozoso.
Mordí la alegría como un pan,
y desnudo, me amaban.

Porque me has dado, divina, esta carne
este hábito brutal,
yo, herido,
pudriéndome en tu baba feroz
¿he de amarte?
Porque, melosa, la viva cal del sexo,
la queja de tu vientre
suelta —sacra perfidia—
estos fetos atroces,
hombres —dices, se dicen—
¿he de amarles?
Porque de harapos viste mi mugre la llaga de tu beso
¿tu mano lúbrica ha de rasgarlos,
violador?

¡Ay, tú me pecas!
y eres sucio
buen Dios que así nos haces
de carne y sueño
¿para yacer?
inacabable
hueso
falo
hambre mía
te arranco.

¡Oh desnudo lejos de ti,
sin ojos,
devuélveme a la niebla del ángel,
a la noche animal!
¡Déjame el alma,
larva quieta,
en el mar!

Mas, oh asqueroso, te amo.

Detente amado.
Fija
los grandes vagos ojos vacíos
en esta atada, pávida, agria pequeñez.
Por una sola vez,
por sólo el hoyo del segundo,
cierra
la enorme boca balbuciente de cosmos
y de la floja fauce limpia
la bella baba eterna y estelar.
Mira y calla y detén el bamboleante paso,
y con nosotros,
tus hijos,
queda
padre
inmenso bobo,
amado, amante Dios.

Tus ojos, ciego bruto, y nada más.
Tu silencio, verbo, y nada más.
De ti ya no queremos más.

Mal nos hiciste, enfermo padre,
y mal nos hace tu inextinguible voz.
De tu pútrido semen, la humana lengua
pare las hórridas palabras
Amor
Dolor
y en la ulcerada carne,
en ti mismo
creado y devorado
gusano
estás.

¿Por qué vestirnos de misterio el corazón,
si toda sombra
mata
pura
desnuda
la dura luz del sexo?
¿Por qué rodearnos de eternidad
para la breve muerte?

Desde la noche de retenido horror
¿nos haces o te hacemos?
¿hijos somos de tu asco?
hijo de náusea ¿padres, acaso,
tuyos somos de iniquidad?

Por una vez, por una sola vez,
justo y buen Dios
dame la mano y conmigo ve
por mi corazón...
inicia tu paseo por mi desesperado corazón...
Pisas los sueños de mis gritos.
La tierra de dulce espanto fue
perdida del viento de tu nombre.
Yo digo
hoy digo
rompo mi corazón.
Por la larga calle mojada,
por la sucia niebla
va cayendo
en pedazos,
como una carta obscena
de la que me desprendiera vergonzosamente.
Y lo rompo
llorando
sobre mi juventud
lo rompo profundamente
recordando
este fue mi cálido corazón de simple carne,
la cera viva que labraba una abeja de amor.
¿Fue? ¿corazón?
Cayendo de altos aires
a la roca del pecho agarrado
oscurecía
viejo terror sonaba el mar
sonaba el sueño
lloraba
cayendo
desolado
adolescente corazón
cayendo
solo al solo mar...
Y eso
y un silencio
y un nombre y una piel
y nada más.
Y hoy que vuelve,
llorando
rompo mi corazón
y nada más
y nada más.

¿Ves? suave barro de soledad era mi carne
¡llegaste!
podrido
herido
rompo
viva podre
de gemidos
hediondo corazón.

Hundiste, eterna mosca,
en raudo gozo,
en la triste carroña
los huevos de tu horror.
De tus voraces crías es el tiempo.
Es tu prolífica estación horrenda.
Y en esta primavera,
yo, de la mano te traigo, ciego,
sordo, al rumor te acerco del hato infame.
Apacienta tus gusanos, zagal.

Pero a tu lado
llorando
amando
devorando
rompo mi corazón
lejos de ti lo arrojo
eternamente
vomitando
¡llena, asqueroso, el hueco
del devorado
del arrojado corazón!

¡Ay, no, nada de ti, que hasta tus ecos pudren nuestra voz!

Torna a tu cielo.
Padre,
bruto amantísimo,
sucio hueso consolador
de la vida te arranco.

Sobre la breve tierra soy
y bello en la muerte
breve
puro
desnudo
lejos de ti en la muerte.

Francisco Granizo: Nada más el verbo (1969)

viernes, 6 de mayo de 2011

VENGO DE CAMINAR A TIENTAS

Escuchadme, y hablaré yo,
y véngame después lo que viniere.
Job, 12, 13

Te hablo desde el fondo del brocal
de un pozo distante y de fuego.
Voy a reconstruir el mundo que la noche
dispersó y que para él pide muy poco.
Te busqué y el tiempo parecía abrirme paso
entre los caminos cruzados que nos unen.
Vengo, sin embargo, de andar a tientas.
Te nombro y busco en la oscuridad,
entre viejos jardines desolados.
Digo tu nombre tal como se dicen
las palabras sagradas y los exorcismos.

Ayúdame, que a veces la muerte se acerca:
en mi costado con su lanza implacable,
la muerte y su rostro vacío.
Por estos días
los cedros pierden sus hojas y cubren
el espacio de mis puertas y mis ventanas.
Ayúdame a que este mundo sea siempre
abierto a la luz que cada uno pide para sí.

Adolescentes, desnudos bajamos
a bañar cuerpos y sueños en las aguas
abiertas a nuestros pasos.
¡Cuántas heridas recibí,
cuánto de hostilidad nos rodeaba!
Oh, tal vez nos falte el tiempo
y todo no sea más que una broma.
Y el mar un espejo
distante y efímero, fantasma de lo que fue.
Tengo miedo de que el hilo entre los dos
se rompa y de que el tiempo nos ahogue
como ahogó a muchos.
Un miedo
que en la noche asoma su lengua húmeda.
He vuelto y el amor
hará reverdecer los cedros que se mecen
y levemente tocan los aleros.
Pero ahora que acaricio este triunfo pequeño,
presiento que de nuevo la oscuridad
el ir y venir sin voluntad por la arena
volverán negándonos el intenso sabor del mar.

Tantos y tantos hilos se resumen,
hilos de vida y, a veces, de dolor.
Quiero que la soledad me olvide
en esta hora, que olvide las puertas
que siempre la condujeron hasta nosotros.

Regreso a tientas, es cierto, pocas
han sido mis ciudades, pocas mis casas,
muy poca plenitud pude paladear.
Pero mis manos han comenzado a descubrirte.
Vine por ti y para ti arriesgándolo todo,
y a mi paso hubo puentes derruidos,
paredes que no cedían a mi fuerza.
Siento
que me va a faltar el tiempo para el poema
y el horror vuelve a agitarse a mi lado.
Escribo con lentitud.
Para mí no existe la gracia del decir
a la manera de la lluvia
o del trueno
en su instante y su magia.
Temo que todo concluya y pido
que tu voz me devuelva al poema.
Solo anhelo,
como tantos otros, dar sitio
a todo lo que debimos tener por nuestro.

Hasta ahora hablar de ti era entrar en la Nada
y de la Nada vamos por fin a rescatarnos.
Es una victoria pequeña, pero al hombre
pocas veces se le conceden cosas mayores.
Marchamos hacia el poniente absortos,
trazando en el suelo una señal, una clave,
una marca que indique dónde encontrarnos.
Y el mar, el mar
rehaciéndose ante nuestros ojos
en su complejo y difícil tejido de aguas,
y el júbilo de encontrar tu cuerpo
en un amable desgobierno de paz y de hermosura.

Todas las historias
culminan en esta historia lenta y enorme.
Cuerpos, aguas, atardecer, muros
que tendrán que cambiar su piel y sus destinos.
Sólo el amor real podrá salvarnos,
salvar al mundo como quien salva a una hoja,
como quien, con igual decisión,
detiene la tempestad
para que la luz vuelva con su reino milenario.
Escucha por un momento toda esta sed
que por dentro estalla como una ola
tras un golpe de espuma.
Te amo, y ciego, sin saber cuándo
llego a tus labios, y solo entonces
la vida comienza, de una vez y para siempre la vida.

Holguín, Cuba, marzo-abril de 1985

Alejandro Querejeta Barceló: Álbum para Cuba (1998)

domingo, 1 de mayo de 2011

PALABRA EN MI CUERPO

Un pulso, un insistir
oleaje de sílabas húmedas.
Sin decir palabra
oscurece mi frente
un presentimiento de lenguaje.
Octavio Paz

I

Se pierden las gaviotas en el ojo del huracán.
La poesía está llamando al corazón despavorido.

Se apartan los piqueros y los buitres.
No quieren destrozarme a picotazos esta vez.

Es sábado.
Estoy sola

Es lunes.
Sigo sola.

Como piedras se resbalan los renglones que no encuentro
y en mis labios se pasean las palabras
que la muerte,
generosa,
me ha dejado.


II

Será tan leve tu paso
que apenas alcanzaré a conservarte en imagen.

Insólito en la memoria se grabará tu perfil
y ya estarás lejos.

No te sabré convocar otra vez.
Se me habrán olvidado los ojos del lenguaje, su nariz y su boca,
sus articulaciones estarán rotas
y en mi cabeza reinará la confusión que se instala en el mundo con los aguaceros.

Buscaré en el jardín y serás nuevamente
la brisa que anoche me quiso tocar.


III

Detrás de tu voz la mía
mis pasos sobre los tuyos
como si anduviera sola
como si estuvieras dentro.

En este jardín de sonidos
sin verte
me invocaré.


IV

Te quiero descubrir donde no existas.
Allí
donde no seas y no sea.

Saberte como a nube
color
señal de humo.

Sentir que estás muy cerca
y no buscarte
y no esperar.


V

¿Qué hacer para que nazca la luz?
En mi entraña vacía da vueltas.
Su mano de oro rasguña mi vientre
sus dientes de luna me llenan de huellas
su brillo de rama descansa en silencio
batalla escondida
palabra en mi cuerpo.


VI

Hoy la luz ha tocado mis manos
gaviotas ofrecidas a la limpidez
curiosas cazadoras de la palabra.
Juntas componen tretas para vencer a la resistencia del pez volador
a la agilidad sin tregua del verbo desbocado.
Capturan sonidos que intentan contar el mundo
aunque saben —si algo pudieran saber—
que no es cierto.


VII

No puedo cerrarle el paso a la poesía.
Hoy llega entre los matorrales
camuflada por las vetas del poniente.

Después de su llegada
ya nada podré decir.


Marialuz Albuja Bayas: Paisaje de sal (2003)

lunes, 25 de abril de 2011

EL LLANTO DE DOS HOMBRES PERDIDOS

Durante años manejamos nuestro orgullo,
embebidos de una voluntad que quería ser simple:
angustiosa necedad de alcanzar un triunfo sobre nuestras vidas.

Ocupábamos un espacio diminuto, inconforme,
plagado de la abyección que nos producía la mirada de cada transeúnte.
Nocturnos, rocanroleros necios, torpes,
adjetivando este páramo cuya frialdad envicia, abruma;
para recuperar aquello que fue nuestro más allá de la corporeidad,
más allá de la piel,
aquilatados pero serviles,
a medias lúcidos,
con una conciencia satisfecha de su rastro.

Había una suerte de nostalgia de futuro,
unas incomparables ansias de absoluto.
Así eran los días:
el penetrante moho que mullía nuestras ropas,
la razón inconfesable de un duelo que durante años nos tortura,
la idea de una vejez ya liberada de todo tránsito,
el resplandor de una luz que se nos muestra con descaro.

Pero no queríamos reconocer esa derrota.
Y huimos atravesados, a medianoche,
por el sendero que acorrala al fugitivo.
Era un irse con la simple virtud del gesto.

Así encontramos un camino,
ya desolados,
fuera del peso que condiciona la respiración de quien nos acompaña,
la responsabilidad de un referente,
el temple soberano de sabernos libres,
pero no tanto;
esa sensación fue vana,
una herida apenas visible.

Y sin embargo nos servía de pretexto para mudarnos,
para dejar de atropellarnos, juntos,
con la sustancia de una paloma muerta como la paz.

Ah, era una dulzura insoportable,
instintiva, contra una madrugada que se avecinaba,
el llanto de dos hombres perdidos,
al menos ebrios el uno del otro.

Esa miserable despedida que será la misma
por los siglos de los siglos...

Santiago Vizcaíno: En la penumbra (2011)

martes, 19 de abril de 2011

APORTE

A propósito de la poca importancia que me concedo
y de la exaltada idea de anudar el organismo
a una vela invisible que crece y decrece,
pienso en la jovencita de la ventana y en sus rizos.

Hoy,
en un espacio que no supera la lealtad de la piel,
declaro su aporte.

Sonrió tal vez...
Sonríe a menudo en el trasluz de la conciencia
sin escatimar la juventud,
su imagen no me niega
el lapso que algunos denominan paraíso.

Esa sonrisa me nace todos los días
muy temprano, mientras merodeo en la identidad
como quien se mira desde lejos
y cataloga el aire y el tránsito de sus leves alegrías.

Sucedió en el barrio muy común de una ciudad
adherida sin más al sueño de la meseta.

Esa sonrisa me defiende de ciertas ambiciones de esto y aquello,
cuando desaprovecho la plena luz del día
que besa el cielo y las cosas del dolor y las caricias.

Julio Pazos Barrera: El libro del cuerpo (2009)

martes, 12 de abril de 2011

O GUARDADOR DE REBANHOS (fragmento)

II

O meu olhar é nítido como um girassol.
Tenho o costume de andar pelas estradas
olhando para a direita e para a esquerda,
e de vez em quando olhando para trás...
E o que vejo a cada momento
é aquilo que nunca antes eu tinha visto,
e eu sei dar por isso muito bem...
Sei ter o pasmo essencial
que tem uma criança se, ao nacer
reparasse que nascera de veras...
Sinto-me nascido a cada momento
para a eterna novidade do mundo...

Creio no mundo como num malmequer,
porque o vejo. Mas não penso nele
porque pensar é não comprender...

O mundo não se fez para pensarmos nele
(pensar é estar doente dos olhos)
mas para olharmos para ele e estarmos de acordo...

Eu não tenho filosofia: tenho sentidos...
Se falo na natureza não é porque saiba o que ela é,
mas porque a amo, e amo-a por isso,
porque quem ama nunca sabe o que ama
nem sabe por que ama, nem o que é amar...

Amar é a eterna inocência,
e a única inocência não pensar.

Alberto Caeiro (Fernando Pessoa): O guardador de rebanhos (1914)

sábado, 2 de abril de 2011

CÁNON PERPETUO

XI

Oh, compañera de los días que transcurren sin prisa,
¿en qué reside este valor para afrontar
la dicha imperturbable?
Cada dolor vivido se convierte en un nuevo dolor
que nos traspasa,
nos redime y levanta de la tierra.

Puesto que ni las lágrimas nos dicen su misterio
y hay algo más profundo, que derriba los sueños,
esta sombra irreal,
de espaldas a los soles y a los encantamientos
de los primeros besos y a la misma pasión que nos impulsa
y nos acosa en el pasado,
donde cada gesto, cada nueva palabra, es sopesada,
¿cuál es, en su destino, el papel del amor?
Criatura sin mácula
encerrados los labios en eterno imposible,
presentida, presente en cada día,
¡nada es contrario al corazón que exulta!
Si nos amamos, ¿qué importancia tiene la medida,
la conjetura y hasta el orden que nos imponen esas reglas?
Mas, en el mismo corazón abierto, hay una causa:
como un largo abandono
hecho a la imagen de la inútil belleza,
te contemplo encerrada en un lienzo, entre débiles azules,
en una estancia,
velada por el vago recuerdo que no cesa
alimentado de papeles viejos y de música.
¿Detiene nuestro amor el abandono
o el tiempo nos humilla?
¿En dónde está la helada perfección?
En el presente como un sueño,
un río que no acaba de pasar bajo el alba,
donde la luz trasiga entre las sombras...
¿Qué dura el soplo de la creación?
¡Esta llama se acerca hasta quemar mi pecho
y el fuego eleva mis ojos de vidrio!
¿Qué trato de saber, mientras corre tu sangre entre mis dientes;
por qué esta oscuridad y estos gemidos
cuando es sencillo nuestro amor
y es tan claro el mensaje que recibo en el silencio
que una profunda claridad traduce tu alegría?
La muerte sí, en las venas,
en el grito apagado de las aves...
pero no la vejez en la piedra que una gota traspasa,
en el prestigio ambiguo de ese dios que nos hurta
una pequeña parte de agonía.
No este labio que sella la caricia de un niño...
Serena es tu pasión cuando levantas
tu cabeza hacia mí
y nos besamos, ciertos de que toda la vida se rechaza
a pesar de ese débil movimiento en la entraña
del pensamiento oculto que nos ata
hasta la eternidad.
Los hijos nos traicionan en su yerta pujanza,
nos empujan al fondo de la charla salobre,
¡y yo adoro ese mar que nunca se redime
en el perpetuo movimiento!
Nada es común en nuestro amor, en la excepción seguida
y, sin embargo, ¡qué embriaguez de nada!
Pues, ¿algo queda en pie después de la tristeza?
¿Y el recuerdo nos une en la derrota?
Quiero la eternidad, ese permanecer afuera,
en el frío del tiempo que nos conserva intactos...
Mas, nuestro amor se aleja, ya no es nuestro,
es de alguien que ha vivido para siempre,
que nos acecha y nos expugna,
nos vuelve sombras, como triste barro.
Así, nunca olvidemos que el presente es un paso oscurecido
donde se escucha el llanto y el crujir de los dientes.
¡No hay más infierno que este olvido lento
que penetra en la carne como el hielo
y dibuja en la piel el movimiento de la muerte!
Desconfía, por tanto, del nombre de las cosas.
¡Oh, cómo nos impulsan estos ciegos temores,
cuando el secreto del amor es la desesperanza!
Sí, nada queda en pie, sólo estas manos
que se prendieron juntas en una misma llama
y estos ojos que alcanzan a medir el futuro.
Hay otra vida dentro de los ojos,
que ellos mismos ignoran, que no quieren ver
porque es terrible.
Es necesario que entremos en la vida, como en un agua profunda,
donde hay un riesgo enorme de perderse.
Esa agua que no arrastra, pero cubre los cuerpos,
como todo imposible, donde cabe tan solo la misericordia,
esa parte del juego que los hombres
rechazan en un Dios absoluto y humano,
cuyo silencio es el amor que permanece...
Sólo un milagro puede detenernos
y esculpir en el aire nuestros nombres que pasan,
esa misericordia,
¡ese himno que comienza y termina en la forma más pura!

Francisco Tobar García: Canon perpetuo (1969)

domingo, 27 de marzo de 2011

CUATRO BOLEROS MAROQUEROS

1

Con las últimas lluvias te largaste
y entonces yo creí
que para la casa más aburrida del suburbio
no habrían primaveras
ni otoños ni inviernos ni veranos.

Pero no.

Las estaciones se cumplieron
como estaban previstas en cualquier almanaque.
Y la dueña de casa y el cartero
no me volvieron a preguntar
por ti.


2

Para olvidarme de ti y no mirarte
miro el viaje de las moscas por el aire.
Gran Estilo.
Gran Velocidad.
Gran Altura.


3

Para olvidarte me agarro al primer tren y salgo al campo.
Imposible.
Y es que tu ausencia
tiene algo de flora, de fauna, de pic-nic.


4

No me aumentaron el sueldo por tu ausencia.
Sin embargo,
el frasco de Nescafé me dura el doble,
el triple las hojas de afeitar.


Antonio Cisneros: Como higuera en un campo de golf (1972)

domingo, 20 de marzo de 2011

¡Y si después de tantas palabras,
no sobrevive la palabra!
¡Si después de las alas de los pájaros,
no sobrevive el pájaro parado!
¡Más valdría, en verdad,
que se lo coman todo y acabemos!

¡Haber nacido para vivir de nuestra muerte!
¡Levantarse del cielo hacia la tierra
por sus propios desastres
y espiar el momento de apagar con su sombra su tiniebla!
¡Más valdría, francamente,
que se lo coman todo y qué más da!

¡Y si después de tanta historia sucumbimos,
no ya de eternidad,
sino de esas cosas sencillas como estar
en la casa o ponerse a cavilar!
¡Y si luego encontramos,
de buenas a primeras, que vivimos,
a juzgar por la altura de los astros,
por el peine y las manchas del pañuelo!
¡Más valdría, en verdad,
que se lo coman todo, desde luego!

Se dirá que tenemos
en uno de los ojos mucha pena
y también en el otro, mucha pena
y en los dos, cuando miran, mucha pena...
Entonces... ¡claro!... Entonces... ¡Ni palabra!

César Vallejo: Poemas humanos (1931-1937)

sábado, 12 de marzo de 2011

CIUDAD SIN SUEÑO (Nocturno del Brooklyn Bridge)

No duerme nadie por el cielo. Nadie, nadie.
No duerme nadie.
Las criaturas de la luna huelen y rondan las cabañas.
Vendrán las iguanas vivas a morder a los hombres que no sueñan
y el que huye con el corazón roto encontrará por las esquinas
al increíble cocodrilo quieto bajo la tierna protesta de los astros.

No duerme nadie por el mundo. Nadie, nadie.
No duerme nadie.
Hay un muerto en el cementerio más lejano
que se queja tres años
porque tiene un paisaje seco en la rodilla;
y el niño que enterraron esta mañana lloraba tanto
que hubo necesidad de llamar a los perros para que callase.

No es sueño la vida. ¡Alerta! ¡Alerta! ¡Alerta!
Nos caemos por las escaleras para comer la tierra húmeda
o subimos al filo de la nieve con el coro de las dalias muertas.
Pero no hay olvido ni sueño:
carne viva. Los besos atan las bocas
en una maraña de venas recientes
y al que le duele su dolor le dolerá sin descanso
y el que teme la muerte la llevará sobre sus hombros.

Un día
los caballos vivirán en las tabernas
y las hormigas furiosas
atacarán los cielos amarillos que se refugian en los ojos de las vacas.

Otro día
veremos la resurrección de las mariposas disecadas
y aun andando por un paisaje de esponjas grises y barcos mudos
veremos brillar nuestro anillo y manar rosas de nuestra lengua.

¡Alerta! ¡Alerta! ¡Alerta!
A los que guardan todavía huellas de zarpa y aguacero,
a aquel muchacho que llora porque no sabe la invención del puente
o aquel muerto que ya no tiene más que la cabeza y un zapato,
hay que llevarlos al muro donde iguanas y sierpes esperan,
donde espera la dentadura del oso,
donde espera la mano momificada del niño
y la piel del camello se eriza con un violento escalofrío azul.

No duerme nadie por el cielo. Nadie, nadie.
No duerme nadie.
Pero si alguien cierra los ojos,
¡azotadlo, hijos míos, azotadlo!
Haya un panorama de ojos abiertos
y amargas llagas encendidas.

No duerme nadie por el mundo. Nadie, nadie.
Ya lo he dicho.
No duerme nadie.
Pero si alguien tiene por la noche exceso de musgo en las sienes,
abrid los escotillones para que vea bajo la luna
las copas falsas, el veneno y la calavera de los teatros.

Federico García Lorca: Poeta en Nueva York (1929-1930)

viernes, 4 de marzo de 2011

LA MUCHACHA INGLESA

Yo que viví siempre contigo
nunca te toqué, Lilian;
viniste de muy lejos
y los diablos de caras nerviosas
satisficieron su deseo de ti
a cambio de oro.

Pero yo vi tus piececitos en tu alcoba,
y tus zapatitos paganos que tan lustrosos conservé.
Aunque ellos no veían tus piececitos, Lilian,
yo los veía.

Tus mediecitas paganas llevaba yo,
y las lavaba.

Ellos no veían tus piececitos
pero yo que siempre viví contigo
nunca te toqué, Lilian.

Sus rostros están más nerviosos en esta mañana de escarcha;
te han puesto en un ataúd pagano,
han ocultado tus pies y te han llevado en esta mañana de escarcha.

Han pasado contigo sobre el arroyuelo de neblina
y parecen, al otro lado, enormes hombres azules en la bruma,
ya no quedan sino la niebla y el agua.

Ellos nunca vieron tus piececitos,
pero yo los veía, Lilian.

Sus rostros están siempre contraídos
pero en los siete años que han pasado desde cuando te vi,
mi rostro no ha cambiado.

Ellos nunca vieron tus piececitos,
pero yo los vi.


Poema chino anónimo (siglo XIX)
Traducido del chino al inglés por Edward Powys Mathers
y de éste al español por Francisco Alexander (1965)

sábado, 26 de febrero de 2011

¿Tiene uno, como la naturaleza, sus estaciones, sus ciclos de vida? En el curso de quince o veinte días pasa una primavera y un verano en el fondo del alma, y luego viene un día violento en que nos quedamos sin hojas, y fríos, e inmóviles.
Alma mía, cosechadora de lo que siembro con el sudor de mi frente, con el frío sudor de mi frente, ¿puedes decirme a qué horas nos encontramos, en qué sitio desierto vamos a vernos?
El diablo no hace caso de mis citas, y Dios es sordo desde hace tiempo: ven tú, alma mía, testigo mío, dame todo lo que no tienes en tus manos, lo que no te pertenece, tu sonrisa, tus lágrimas.
¿Qué voy a hacer con ello? Nada. Quisiera echarte gasolina encima y prenderte fuego, alma mía. Para recuperarme.

Jaime Sabines: Diario semanario y poemas en prosa (1960)

domingo, 20 de febrero de 2011

These our actors,
as I foretold you, were all spirits,
and are melted into air, into thin air.

And, like the baseless fabric of this vision,
the clowd-capp'd towers, the gorgeous palaces,
the solemn temples, the great globe itself,
yeah, all which it inherit, shall dissolve,
and like this unsubstantial pageant faded,
leave not a rack behind.

We are such stuff as dreams are made on,
and our little life is rounded with a sleep.

William Shakespeare: The Tempest (1611)

lunes, 14 de febrero de 2011

CENA

Entro sin llamar
(a veces me da miedo contestarme).
Se para el infinito ante la puerta
como una hormiga sin trabajo, paso.

Abundan las mentiras de colores.
La lírica presencia de unas rosas
me subyuga al momento.
El mantel almidonado
es una blanca pista de aves muertas.

Humildemente espera el pan.
Llevo a mi boca una lechuga fresca
y es una lágrima dura lo que muerdo.
Hay un sabor de ausencia en cada plato,
forman contraste mi sed
y el agua seca.

Una a una las sombras se levantan,
alguien desde mi fondo reza;
una silla especial está más sola
y un poema de sal
escupo al suelo.

Ana María Iza: Pedazo de nada (1961)

domingo, 6 de febrero de 2011

DE LOS OLVIDOS

Esto es lo que se llama
la soledad en flor,
a empellones el viento se abre paso.
Con naturalidad
como quien hace
nada más que lo suyo,
me tiene contra la pared
la vida.
Abajo
en el corral del malecón
se tira el mar de los cabellos.
Por todas las consideraciones
habidas y por haber,
porque el tiempo es un hilo
porque el hilo se lasca
y entonces nadie sabe;
porque la muerte calza
zapatos de payaso
y nos sigue de rabo a todas partes;
como si se tratara
de la necesidad de respirar,
yo te recuerdo
y me da pánico
que un día ya no pueda recordarte.
Este día tiene que ver contigo
y te babea
con su hocico mojado.
El viejo y bebé mar,
el mar caribe
con el collar al cuello
me ladra desde abajo.

Euler Granda: Ya paren de contar (1991)

lunes, 31 de enero de 2011

ALTURAS DE MACHU PICCHU (fragmento)

IV

La poderosa muerte me invitó muchas veces:
era como la sal invisible en las olas,
y lo que su invisible sabor diseminaba
era como mitades de hundimientos y altura
o vastas construcciones de viento y ventisquero.

Yo al férreo filo vine, a la angostura
del aire, a la mortaja de agricultura y piedra,
al estelar vacío en los pasos finales
y a la vertiginosa carretera espiral:
pero, ancho mar, ¡oh muerte!, de ola en ola no vienes,
sino como un golpe de claridad nocturna
o como los totales números de la noche.

Nunca llegaste a hurgar en el bolsillo,
no era posible tu visita sin vestimenta roja:
sin auroral alfombra de cercado silencio:
sin altos y enterrados patrimonios de lágrimas.

No pude amar en cada ser un árbol
con su pequeño otoño a cuestas (la muerte de mil hojas),
todas las falsas muertes y las resurrecciones
sin tierra, sin abismo:
quise nadar en las más anchas vidas,
en las más sueltas desembocaduras,
y cuando poco a poco el hombre fue negándome
y fue cerrando paso y puerta para que no tocaran
mis manos manantiales su inexistencia herida,
entonces fui por calle y calle y río y río,
y ciudad y ciudad y cama y cama,
y atravesó el desierto mi máscara salobre,
y en las últimas casas humilladas, sin lámpara, sin fuego,
sin pan, sin piedra, sin silencio, solo,
rodé muriendo de mi propia muerte.

Pablo Neruda: Canto general (1950)

viernes, 21 de enero de 2011

EL DOLOR (III)

Yo estaba solo, como todos,
pero vivía con cierta parte de mis ojos en las nubes
y una muy especial entre los cabellos
de una muchacha enredada entre mis sueños.

Por otra parte la muerte, que todos conocían,
me empujaba para todos lados,
a veces parecía como si yo fuese su sombra.
Y me sentaba en una banca muy cansado,
sin nada en los bolsillos como una canción
pasada de moda.

Altos edificios con cabezas de elefantes
y dientes de conejo, antes con tristeza de luna.
Y qué hago aquí —me decía— entre
los altos pensamientos de este tiempo,
con grifos como serpientes de gasolina
y microbuses con forma de pistola.
Dónde busco ese amor, con ventanas donde cuelgan
cabezas y párpados, al ras de las espaldas
donde cae todo un cielo,
la legaña de una nube perdida en el crepúsculo
de los pasteleros del río.

Altos cadáveres en los pasadizos encerados,
bajo una araña de esperma y esputo,
con sílabas de torturas en un mueble,
con una tortuga en una oreja cortada.
Altos puestos de periódicos
con lenguas de lagartijas y tristezas de iguana.

Existe un bar en mitad de la calle,
una luz que sabe cantar las canciones más tristes
y puede hacerte reír si eso es lo que quieres.
Existe muy arriba del cielo un vacío
al que todos llaman Dios.
Me siento con una botella, mirando cómo desfila la vida
detrás de la muerte.
Cuerpos de mañana nos vemos,
cuerpos de prostitutas con besos de hespérides.
Una botella se rompe en la esquina
y existía un rincón en la tierra donde te sentabas tranquilo,
el sol bajaba por la persiana
y esperabas que ella pasara con su cuerpo de ola,
su cuerpo de gaviota perdida en la ciudad.
Muy de mañana también un lucero te despertaba
y se apoderaba de tu corazón.

Una muchacha se sale de la marcha
con ganas de abrazarlo todo,
de salir para siempre del dolor que pesa más
que su corazón.
Sólo quiere llegar a su paradero,
a su casa, sólo desea un poco de cariño,
cuánto daría por un poco de eso aunque sea fingido,
porque la poesía no es todo.
Una sola lágrima en su interior
es capaz de devolverla a su sueño.

Dime, niña mala, ¿por qué acaba la calle
cuando va a empezar otra calle igual?
¿Por qué se acaban las botellas
y uno se queda con las ganas de todo
y con las botellas vacías y solo?
¿Por qué se sueña con los ojos cerrados
y se sufre con el corazón abierto?
¿Por qué me despedí con un beso de la muchacha
que amaba, y no la volví a ver ni en sueños,
pero ese mismo beso le seguía dando en todos
los sueños?

El cielo echa agua sucia sobre los corazones limpios,
la vida se acaba con un cigarrillo a medio fumar,
los periódicos vomitan un amor con los cabellos mojados,
los micros son el infinito con una boca vacía.
Un pájaro bayo penetra en la neblina
y se convierte en la garúa que oxida las antenas.
La claridad de las almas se parece a esta neblina
de cuerpos de cemento mojándose con más brillo en los ojos.
Hay un filo en la ventana que podría ser como el seno
de una promesa, donde uno recuesta su cabeza
y el cielo nunca mira hacia arriba.

Tú podrías ver el infinito a través de una lágrima,
el infinito de prostitutas azules,
el infinito de drogos con una luna encima.
Yo te vi pasar de prisa por esta avenida,
y en tus ojos se veía que sabías de qué estaban hechos
esos corazones que se ahogaban en alcohol,
cómo pesar un sueño con el delgado deseo de un ala,
por qué callaba demasiado el tigre
o por qué el silencio se apoderaba del invierno
cuando más necesitabas tapar el hueco dejado en tu cuerpo.
Tú sabías que la poesía era así,
por eso nunca quisiste salvarte.

Mira cómo se prende la neblina,
con esquinas de neón y volutas de párpados
con clavos oxidados.
Las primaveras se pudrieron al tratar de subir los edificios
y los pájaros ahora se estrellan con un ala.
Yo no sé para qué te pones de pie cuando viene
la realidad con ojos de mariposa y cuernos de sueño.
Yo no sé para qué te pones a correr, a subir escaleras,
para qué tienes un peine y una foto en una oreja.
Tú estás bien con esa sonrisa
en la luz de tu corazón.

Una calle con fetos corriendo entre grifos y jeringas,
y las ancianas llorando en las maderas
y las madres defecan entre sus cartones,
y el frío es el alma del tiempo.
Perros colgados de los postes,
el sol de los tuberculosos lavándose los pies
en el río pestilente, y un corazón que se arroja
del puente para penetrar la inmortalidad de los mortales,
para vivir con un reloj bajo el agua.
El dolor que brota de las uñas echa una flor.
Cómo caminar hacia uno mismo.
Cómo no desesperar ante esa palidez que se arrastra,
y come huesos.
Hay un sueño en un lugar escondido donde apenas
entra el último rayo de sol, que es como un beso.
Hay una vida para vivir
y otra para morir más allá de todas las cosas,
donde cada flor que se abre es para todos
y a cada uno le toca un pétalo que contiene a la flor misma.
Pero no es el paraíso.

Si acaba el amor, por qué no acaban también
las ganas de arrojar el corazón al mar.
Por qué se ha roto el cielo y la neblina
es el alma de los óxidos.
Hay una mujer a lo lejos, y uno olvida
y toma un sorbo de su propia lágrima y espera el invierno,
o la primavera con orejas de elefante.
Qué más da, qué más da
la muerte si también tiene uñas.
Pero si acaba la visión de la mujer que sostiene mis sueños,
qué cielo soportaría tanta tierra,
y qué mar no quisiera enterrarse en un caracol
más grande que el nacimiento.

Si tú te sentaras un momento, y los postes
te abrieran el camino como ángeles,
o vieras de una vez por todas la sonrisa
de la mujer que llora junto al llanto de su hijo,
adónde podrías ir si sólo quieres otra cosa
diferente en cada cosa.
Tú sólo conoces la muerte en cada instante,
pero nada es comparable a sí mismo,
el invierno devuelve sueños abortados,
hospitales en forma de caracol.
Si acaba algo debe ser para siempre,
o no debe acabar nunca, porque si acaba algo
debe simplemente ser sólo como romper
aquello que separa la realidad
de los sueños.

Entonces así como la humedad oxida las rejas
quisiera que también oxide mi corazón,
y que caiga como un fruto despreciable, amargo,
sobre una pista infinita.
He visto a la muerte entrar a un cine,
luego salir de la peluquería.
Debajo de los carros guardó un ala
que tocó alguna vez el paraíso,
el negro paraíso de una muchacha nerviosa
colgada de una pastilla.
Pero algún día habrá un día y será un día
como todos los días, pero ese día no será más un día y sí el día
que algún día llegará, porque el día nunca empieza
y si termina es sólo porque se cierran las rosas.

En el filo de la última avenida vi a una muchacha
que recogía llantén.
Los microbuses recogían a los tuberculosos
y el seno del cielo se posaba sobre los edificios plomos.
Pero yo vi, y no sólo yo,
y por qué esa maldita costumbre de empezar todo
en primera persona, pero decía que vi
algo maravilloso, no sé qué palabra es más exacta,
no hay ninguna palabra exacta,
y nada en general es exacto, por eso ella
se apareció cuando menos la esperaba
y tenía todo el universo y los límites destrozados.
Vieja, sola, loca, quise entrar en su mente,
quise ser su mente, quise que me ame
y yo desde su mente amar o matar,
pero en su mente sólo hay imágenes rotas,
su mente es frío, su mente es hambre,
su mente es nomedejescorazónmío,
me abracé al vacío, yo sé que nos encontraremos
algún día, le dije, muy cerca al vacío
habita la esperanza. Ella rió,
dijo que hacía sólo poesía

Miguel Ildefonso: I.M.D.H. (2004)