nunca te toqué, Lilian;
viniste de muy lejos
y los diablos de caras nerviosas
satisficieron su deseo de ti
a cambio de oro.
Pero yo vi tus piececitos en tu alcoba,
y tus zapatitos paganos que tan lustrosos conservé.
Aunque ellos no veían tus piececitos, Lilian,
yo los veía.
Tus mediecitas paganas llevaba yo,
y las lavaba.
Ellos no veían tus piececitos
pero yo que siempre viví contigo
nunca te toqué, Lilian.
Sus rostros están más nerviosos en esta mañana de escarcha;
te han puesto en un ataúd pagano,
han ocultado tus pies y te han llevado en esta mañana de escarcha.
Han pasado contigo sobre el arroyuelo de neblina
y parecen, al otro lado, enormes hombres azules en la bruma,
ya no quedan sino la niebla y el agua.
Ellos nunca vieron tus piececitos,
pero yo los veía, Lilian.
Sus rostros están siempre contraídos
pero en los siete años que han pasado desde cuando te vi,
mi rostro no ha cambiado.
Ellos nunca vieron tus piececitos,
pero yo los vi.
Poema chino anónimo (siglo XIX)
Traducido del chino al inglés por Edward Powys Mathers
y de éste al español por Francisco Alexander (1965)
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