lunes, 3 de agosto de 2015

INTENSIDAD Y ALTURA

Quiero escribir, pero me sale espuma,
quiero decir muchísimo y me atollo;
no hay cifra hablada que no sea suma,
no hay pirámide escrita, sin cogollo.

Quiero escribir, pero me siento puma;
quiero laurearme, pero me encebollo.
No hay toz hablada, que no llegue a bruma,
no hay dios ni hijo de dios, sin desarrollo.

Vámonos, pues, por eso, a comer yerba,
carne de llanto, fruga de gemido,
nuestra alma melancólica en conserva.

¡Vámonos! ¡Vámonos! Estoy herido;
vámonos a beber lo ya bebido,
vámonos, cuervo, a fecundar tu cuerva.

César Vallejo: Poemas humanos (1931-1937)

3 comentarios:

  1. Para mí, el mejor poemario de Vallejo. Este es mi favorito:

    ¿Y bien? ¿Te sana el metaloide pálido?
    ¿Los metaloides incendiarios, cívicos,
    inclinados al río atroz del polvo?
    Esclavo, es ya la hora circular
    en que en las dos aurículas se forman
    anillos guturales, corredizos, cuaternarios.
    Señor esclavo, en la mañana mágica
    se ve, por fin,
    el busto de tu trémulo ronquido,
    vense tus sufrimientos a caballo,
    pasa el órgano bueno, el de tres asas,
    hojeo, mes por mes, tu monocorde cabellera,
    tu suegra llora
    haciendo huesecillos de sus dedos,
    se inclina tu alma con pasión a verte
    y tu sien, un momento, marca el paso.
    Y la gallina pone su infinito, uno por uno;
    sale la tierra hermosa de las humeantes sílabas,
    te retratas de pie junto a tu hermano,
    truena el color oscuro bajo el lecho
    y corren y entrechócanse los pulpos.
    Señor esclavo ¿y bien?
    ¿Los metaloides obran en tu angustia?

    ResponderEliminar
  2. Cuánta fuerza...
    Comparto dos más, amados, de Trilce y de Los heraldos negros, que me han acompañado en estos días de luto:

    LXXVII

    Graniza tánto, como para que yo recuerde
    y acreciente las perlas
    que he recogido del hocico mismo
    de cada tempestad.

    No se vaya a secar esta lluvia.
    A menos que me fuese dado
    caer ahora para ella, o que me enterrasen
    mojado en el agua
    que surtiera de todos los fuegos.

    ¿Hasta dónde me alcanzará esta lluvia?
    Temo me quede con algún flanco seco;
    temo que ella se vaya, sin haberme probado
    en las sequías de increíbles cuerdas vocales,
    por las que,
    para dar armonía,
    hay siempre que subir ¡nunca bajar!
    ¿No subimos acaso para abajo?

    Canta, lluvia, en la costa aún sin mar!


    * * *

    Ausente! La mañana en que me vaya
    más lejos de lo lejos, al Misterio,
    como siguiendo inevitable raya,
    tus pies resbalarán al cementerio.

    Ausente! La mañana en que a la playa
    del mar de sombra y del callado imperio,
    como un pájaro lúgubre me vaya,
    será el blanco panteón tu cautiverio.

    Se habrá hecho de noche en tus miradas;
    y sufrirás, y tomarás entonces
    penitentes blancuras laceradas.

    Ausente! Y en tus propios sufrimientos
    ha de cruzar entre un llorar de bronces
    una jauría de remordimientos!



    ResponderEliminar
  3. Pura fuerza visceral. Pasa el tiempo y Vallejo no se calla: crece.

    ResponderEliminar