lunes, 27 de julio de 2015

ANIMAL DE COSTUMBRE (fragmento)

                                 XVIII

Mi animal de costumbre me observa y me vigila.
Mueve su larga cola. Viene hasta mí
a una hora imprecisa.

Me devora todos los días, a cada segundo.

Cuando voy a la oficina me pregunta:
     "¿Por qué trabajas
     justamente
     aquí?"

Y yo le respondo, muy bajo, casi al oído:
     Por nada, por nada.
Y como soy supersticioso, toco madera
de repente,
para que desaparezca.

Estoy ilógicamente desamparado:
de las rodillas para arriba
a lo largo de esta primavera que se inicia
mi animal de costumbre me roba el sol
y la claridad fugaz de los transeúntes.

Yo nunca he sido fiel a la luna ni a la lluvia ni a los guijarros de la playa.

Mi animal de costumbre me toma por las muñecas, me seca las lágrimas.

A una hora imprecisa
baja del cielo.

A una hora imprecisa
sorbe el humo de mi pobre sopa.

A una hora imprecisa
en que expío mi sed
pasa con jarras de vino.

A una hora imprecisa
me matará, recogerá mis huesos
y ya mis huesos metidos en un gran saco, hará de mí
un pequeño barco,
una diminuta burbuja sobre la playa.

Entonces sí
seré fiel
a la luna
el sol
y los guijarros de la playa.

Entonces,
persistirá un extraño rumor
en torno al árbol y la víctima;
persistirá...

Barriendo para siempre
las rosas,
las hojas dúctiles
y el viento.

Juan Sánchez Peláez: Animal de costumbre (1959)

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