Mi animal de costumbre me observa y me vigila.
Mueve su larga cola. Viene hasta mí
a una hora imprecisa.
Me devora todos los días, a cada segundo.
Cuando voy a la oficina me pregunta:
"¿Por qué trabajas
justamente
aquí?"
Y yo le respondo, muy bajo, casi al oído:
Por nada, por nada.
Y como soy supersticioso, toco madera
de repente,
para que desaparezca.
Estoy ilógicamente desamparado:
de las rodillas para arriba
a lo largo de esta primavera que se inicia
mi animal de costumbre me roba el sol
y la claridad fugaz de los transeúntes.
Yo nunca he sido fiel a la luna ni a la lluvia ni a los guijarros de la playa.
Mi animal de costumbre me toma por las muñecas, me seca las lágrimas.
A una hora imprecisa
baja del cielo.
A una hora imprecisa
sorbe el humo de mi pobre sopa.
A una hora imprecisa
en que expío mi sed
pasa con jarras de vino.
A una hora imprecisa
me matará, recogerá mis huesos
y ya mis huesos metidos en un gran saco, hará de mí
un pequeño barco,
una diminuta burbuja sobre la playa.
Entonces sí
seré fiel
a la luna
el sol
y los guijarros de la playa.
Entonces,
persistirá un extraño rumor
en torno al árbol y la víctima;
persistirá...
Barriendo para siempre
las rosas,
las hojas dúctiles
y el viento.
Juan Sánchez Peláez: Animal de costumbre (1959)
No hay comentarios:
Publicar un comentario