lunes, 10 de agosto de 2015

VIRGEN FUNERAL

El humus de la muerte ha sido recubierto por otra primavera.
José Ángel Valente, Lugar

1
Dejo la ambulante historia,
caminar de las mujeres que se mueven como diosas,
material de los espasmos donde explora un hombre.

Dejo la gregaria historia:
el placer es superior a cualquier patria
y la patria es pormenor de cualquier hombre.

Aquí la hembra no se mujer ni es diosa,
no es el canon de la corva
ni el carnoso soportal de la experiencia;

Aquí la patria no es ritual ni habitación,
no es la prosa con fronteras
ni la masa que persigue la elocuencia.

La hembra es apocalipsis
y la patria calla:

Cuando el hombre se aproxima a los infiernos
el hombre es una historia de sí mismo.


2
Solo un muerto logra amar ininterrumpidamente;
solo basta exorcizar la inteligencia.


3
Sobre mí pusieron mano tierra y cielo,
y fue el poema.

Ya vendrá toda la carne al ataúd.


4
Hembra es el morir:

Tengo cuerpo cuando asumo mi exterminio,
tengo paraíso en mi degüello,
tengo aceptación en la estrechez.

Goza en el vacío, el hombre,
y hembra es el morir.


5
Polvo: buscarás la tierra,
y después la zanja virgen,
la rapiña experta de tu lengua,
y después la encarnación.

Polvo:
sentirás la intimidad que te agasaja,
que se amolda a la carcoma,
a tu postura.


6
Mis omóplatos vacíos son papel para el poema,
para el auge femenino en la república del canto.

Porque el hombre no hace falta
la poética del cuerpo es el despojo,
porque el hombre no hace falta
el despojo versifica con la luz.

Ella nace en el cerebro que no piensa,
ella me ama en donde todo me consume.


7
Me destruyo para la hembra en el infierno,
la tigresa de la várice en mi espalda,
la invitada de mi patria en soledad.

Sentiré placer en donde acabe el cielo,
en la llaga que se calma en mi erección de purulencias;

Sentiré la septicemia,
la más fértil soledumbre.


8
La metástasis de mi entrepierna me ha pedido una mujer,
la injusticia masculina en alabanza.
La expresión de mis vacíos me ha pedido una mujer,
la palabra que chasquea y que obedece.

Ya soy caos, ya estoy listo para amar,
levantar la boca pronunciando a una montaña
donde el barro interactúa con las sombras.

Ya soy caos: ya estoy listo para amar,
porque amar es duplicar miserias.


9
El progreso de mis uñas prevalece
con el hambre de inventar la madrugada;
y mis manos se transforman en matojos
que aparecen al albor de una mujer.

Aún deseo,
desvanezco el intelecto para entrar en la mañana,

Aún deseo
para entrar en las caderas de la adversa oscuridad.


10
El deseo se levanta en la tibieza enamorada:
el amor es la raíz de los demonios.


11
Y de pronto un cónyuge de muerte me desbasta:
primero humedecer y luego mutilar,
primero compartir un territorio
y luego levantar el sitio de la abierta obscenidad.

Me convido carnalmente para ornar otra existencia:
ya no estorbo,
soy pitanza;
ya no anhelo,
soy objeto;

Ya no miento,
donde está mi piel, está mi negación.


12
Oh, placer que me haces cosa,
muerte mía que eres nacimiento genital:
no triunfó el espíritu,
no triunfó el amor,

Nada vence al frenesí de la carroña.


13
Encontré  caducidad y tuve historia:
cuando la belleza me encargaba un nombre
dije miedo.


14
Cuento mis costillas pero nadie me acompaña,
ni siquiera la proterva estría de una hembra deshonrada,
ni siquiera una papila amiga
en donde puedan frutecer mis emociones.

Donde debo hallar un alma brilla mi osamenta,
donde debo hallar amada, soy la corrosión.


15
Tan desfigurada está mi cara,
como pétalo entreabierto bajo el bulto de un caballo,
como niña lastimada para lacra de mujer.

Donde sea que aparezca una piltrafa,
vence el tiempo
y el resabio de presencia se hace nada.
Donde sea que el añico insista,
vence el tiempo
y la mácula del rostro vuelve al orden pestilente.

Tan desfigurada está mi cara,
tan pudiente la ponzoña,
tan hedionda la escasez,
que en las últimas facciones que me sobran
aparece un cristo en mis carnajes
y comienza una cuaresma para el asco.


16
Esta cruz que traigo entre las piernas
es penacho en donde un cristo hierve.
Este altar de escurriduras en mi lengua
es caliza en donde un verso hierve.

Muero a solas porque soy la llama:
un carbón de menudencias y de escorias,
una brasa entre cenizas solitarias.


17
Ya mi nada ha terminado con el hombre
y mis ácidos se han transformado en dioses incestuosos.


18
Dejo mi disfraz de carne,
mi soberbia humana de sentirme humano,
y me lanzo al material de la poesía.

Dejo atrás el sentimiento,
el ritual de perpetuar la mansedumbre,
y en escorias embellezco al corazón.

Queda atrás el pensamiento,
el humano vicio de evitar la muerte,
queda atrás el egoísmo
y ya sin religiones
resplandezco.


19
Dejo este cadáver en la mesa del futuro,
en la inspiración del próximo gusano,
en la utilidad perversa del amor.

Y que triunfe el horizonte:
donde nazca una mujer concluyan los paisajes
porque un hombre ha de morir por un abdomen.
Y que triunfe el horizonte:
suponer al otro en donde somos soledad.


20
Hasta aquí la soledad del hombre,
hasta aquí los últimos afanes de la carne.

Desde aquí la humanidad sencilla:

Verso recostado sobre verso previo,
cuerpo derrotado con el nombre de otros.


Cristian Avecillas: Todos los cadáveres soy yo (2008)

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