martes, 19 de abril de 2011

APORTE

A propósito de la poca importancia que me concedo
y de la exaltada idea de anudar el organismo
a una vela invisible que crece y decrece,
pienso en la jovencita de la ventana y en sus rizos.

Hoy,
en un espacio que no supera la lealtad de la piel,
declaro su aporte.

Sonrió tal vez...
Sonríe a menudo en el trasluz de la conciencia
sin escatimar la juventud,
su imagen no me niega
el lapso que algunos denominan paraíso.

Esa sonrisa me nace todos los días
muy temprano, mientras merodeo en la identidad
como quien se mira desde lejos
y cataloga el aire y el tránsito de sus leves alegrías.

Sucedió en el barrio muy común de una ciudad
adherida sin más al sueño de la meseta.

Esa sonrisa me defiende de ciertas ambiciones de esto y aquello,
cuando desaprovecho la plena luz del día
que besa el cielo y las cosas del dolor y las caricias.

Julio Pazos Barrera: El libro del cuerpo (2009)

No hay comentarios:

Publicar un comentario