martes, 24 de julio de 2012

LOS AMANTES DE SUMPA

Noticia: En Santa Elena, en la costa del Ecuador, fue descubierto un extraordinario hallazgo arqueológico, los esqueletos de una pareja, un hombre y una mujer jóvenes que yacen abrazados. La edad de los restos está calculada en unos diez mil años. Al enterrarlos, colocaron sobre los cadáveres seis piedras, quizás con el propósito de protegerlos de los espíritus malignos.

Para Gloria

But wherefore do not you a mightier way
Make war upon this bloody tyrant, Time?
(¿Y por qué no es tu guerra más pujante
contra el tirano Tiempo sanguinario?)
Sakespeare: soneto XVI

                     I

Diez mil años contra la sal perdura
tendido el abrazo que la tierra protege
                          del deseo
la frágil escritura
                          la muerte
constelación de los huesos
echada al azar
                          sobre las dunas

                          ¿rastros de amor?

huesos proféticos
(es solo tuyo el ritual junto a la Tumba).


                     II

diez mil años
el abrazo defiende
el agónico gesto
contra la afrenta del óxido
con que el Tiempo conspira

despojados de rictus y de máscaras
sólo huesos
                          fémur de hombre
sobre pelvis de mujer

y sobre el húmero
dura reposa la calavera
                          en el abrazo yerto.


                     III

ninguna rosa
ninguna agua benéfica
en el caldeado mediodía

sólo arena y sol
                       el cementerio

¿qué lejana huella
de la pasión aún provoca?


                     IV

pacientes
entre los escombros de esas órbitas
y de las bocas
                      el gusano y las lluvias
despojaron la piel
                          desnudaron el hueso.


                     V

ya nada puede el sueño de perpetuidad
aun si los cuerpos al abrazo se aferran.


                     VI

pero aun si sólo escombros residuo calcio
junto prosigue el pulpo en su instinto
persiguen sus tentáculos al sueño

                          y anhela el cuerpo

diez mil años el mar persigue
con su pausado canto de sirenas
a la locura humana

                          y anhela el cuerpo.


                     VII

huésped de paso
levantará el hombre casa y canto
cultivará los huertos y los usos
labor sueño y escombros
en la sucesión que mide la clepsidra
hasta que el agua se pierde

quedan los restos de la fatiga humana
huesos arcilla máquinas ocarina
tránsito del hombre por los hechos
que el Tiempo desnuda

huésped de paso
deja en la casa el canto
tu huella en las arenas.


                     VIII

no sólo la carne
más la pasión se extraña
se consume se consuma se anonada
¿qué quedará de las batallas cuerpo a cuerpo?
¿esa acuciante huella del deseo
en estos cuerpos?


                     IX

lateral cae la luz sobre la Tumba
fulgura en la Pareja eterno el gesto:
el abrazo desespera de la carnal ternura

el abrazo de otra pareja junto a la Tumba
a la luz cenital repite el gesto:
desespera del amor que no perdura.


                     X

¿qué queda de la pródiga búsqueda del cuerpo?
¿qué de las voces de llamada?
¿qué del ardor de la caricia de los labios?
¿qué del eléctrico contacto de los sexos?
¿qué resta en estos rastros guardados por un pueblo
que escondió ferviente el misterio
                                                   bajo las piedras?

cadáveres ocultos a los ojos del profanador
legados a nuestra mirada
consagrando en esqueletos la unción

diez mila años la tierra escuda
el efímero gesto.


                     XI

ninguna frase queda de su lengua
ningún nombre registra su duración

                         todo su cosmos:

la Pareja
estos huesos
ordenados en el suelo bajo el sol

gaviota pez delfín y garabatos
la pura atmósfera sobre el mar infinito

pero adivina sus ojos de obsidiana
mirándose por sobre el fuego
adivina su voz
silbido de serpiente
que arrastra su magia hacia la espuma
allí desova la serpiente emplumada.


                     XII

sexo de mujer
abierta boca del mundo
ruedan las estrellas de lo interno
abalorios de coral en su pecho
y entre el viento y el mar
su caballera de torbellino
emergiendo de la profundidad
profuso en ruidos el caracol
los peces en fosforescencias
el sexo de flor de concha de ensenada
habitación resguardo rincón de acogimiento
en la noche más oscura
que la pequeña selva que el beso
desentraña

y el sexo masculino
báculo de la ceremonia
árbol que se enfila hacia el abismo
gavilán que desciende vertical
sobre su presa
y asciende el humo
desde el fogón del sacrificio
alcatraz que se precipita
detrás de la anchoveta
émbolo de la máquina
que en la tierra penetra.


                     XIII

la fortaleza del cuerpo
en la danza en el juego

y del abismo afloran
furor y fervor

persistir es vivir
y volver a morir
insistir.


                     XIV

jamás escucharemos sus palabras
jamás escucharemos

nos quedan los supuestos
y la superstición
sólo los abrazados espectros

los cautivos del sueño.


                     XV

morir pudieron en plenitud perseverando
más allá del ruego y del espasmo
muriendo uno con otro uno en el otro
acabando en este juego de espejos
o repitiendo nosotros el abrazo
o nuestro encuentro reflejado en los huesos

morir perseverando en el abrazo
vano triunfo del amor por sobre el Tiempo.


                     XVI

pronto la rosa agota su esplendor
en días perece el bello escarabajo
que en la larva germinara en meses
y también la piel lustrosa del felino
se aja y el rugido enmudece y al fin
nos causa lástima su pupila sin brillo

el tiempo humano es vértigo
de instauración

                           destrucción

ya nos devastará del todo el Tiempo

borrará de tus pupilas todo el brillo
y surcará tu rostro y en tus labios
no sonarán joviales las palabras
y yo iré para viejo y ya distantes
iremos uno y otro
a las arcanas sospechas de la muerte.


                     XVII

la plenitud no está en la eternidad
reposa breve en el instante de invención
cercano a lo mortal estalla el gozo
bien puede el Tiempo arrasar y ser perverso
logrará acabar con tu amor y con mi cuerpo
más qué importa si ya la rosa vivió su esplendor.


Iván Carvajal: Los amantes de Sumpa (1984)

jueves, 12 de julio de 2012

CARTA ABIERTA A MIS DIOSES

Diríase que ustedes no conocen
que el Ecuador existe
con todo lo que encierra
esta adorable herida de país,
también con nuestra
insoslayable realidad por dentro;
pero esta,
por cierto,
es una irreverencia
una suposición de ignorancia universal
que no es, desde luego, el lado flaco de los dioses.

Pero es que no se halla qué pensar,
si ustedes por acá nunca vinieron,
si en todos estos siglos nos pasaron por alto,
si en ninguna ocasión nos echaron de menos;
si ni de cuando en cuando recibimos
una estrella fugaz,
de esas de suma urgencia
que veíamos pasar
y nos ilusionábamos creyendo que las nuestras
estarían tan solo rezagadas
y llegarían después,
aunque a destiempo;
si ni por los confines de las noches,
en la inmensa escritura de las constelaciones,
hubo para nosotros
alguna vez una remota esquela
o aunque el más pasajero
de esos mensajes para melancólicos,
que uno lee,
que llegan adentro
y de repente con el sol se borran,
una simple garúa,
una garúa de su puño y letra;
si a menudo, rastreándolos
en el vacío de este desamparo
(hurgando en todas partes,
buscando la otra punta del ovillo,
anhelando siquiera la más leve evidencia
de que desde su allá
era por fin recíproco el abrazo,
de que también ustedes estaban con nosotros
y no solo nosotros, sin ustedes,
en la vigencia de un ferviente acuerdo)
nos hemos aferrado a la horrenda esperanza
de que estuvieran en los terremotos
o fueran erupciones de volcanes,
diluvios,
tempestades,
devastadores, pero al fin patentes,
desmesurados,
poderosos,
nuestros.

Aunque también con humildad
los sospechábamos en algún dolor,
en los tropiezos,
en los desamores,
en cualquiera
de esos mínimos derrumbamientos cotidianos
que tiene la existencia;
pero —siempre el vacío—
los pecados,
las pequeñas catástrofes
y las furias mayores,
todos eran ajenos.

Ahora
ya no podrán hacerse los muy desentendidos:
de par en par les dejo por escrito
que aquí hemos estado
(desde que ustedes
sin duda muy bien saben que vinimos)
puñados de esos negros de hace mares,
de hace ya travesías,
de hace lejos,
de hace una larga historia,
de hace ya harto terruño,
de hace vidas,
de hace ya cementerios,
de hace indios,
de hace ya un revoltijo en mayoría,
de hace ya tantos de nosotros mismos,
de hace ya mucho de este todavía
que hoy sigue siendo, como siempre ha sido,
palmario,
desde atrás,
desde hace tiempo.

Aquí sigue esperando la querencia,
dejen esa encumbrada negligencia
y vengan de una vez
un día de estos
a reconocernos.

Antonio Preciado: Jututo (1996)

viernes, 6 de julio de 2012

LLEGADA

¡Aquí estamos!
La palabra nos viene húmeda de los bosques,
y un sol enérgico nos amanece entre las venas.
El puño es fuerte
y tiene el remo.

En el ojo profundo duermen palmeras exorbitantes.
El grito se nos sale como una gota de oro virgen.
Nuestro pie,
duro y ancho,
aplasta el polvo en los caminos abandonados
y estrechos para nuestras filas.
Sabemos dónde nacen las aguas,
y las amamos porque empujaron nuestras canoas bajo los cielos rojos.
Nuestro canto
es como un músculo bajo la piel del alma,
nuestro sencillo canto.

Traemos el humo en la mañana,
y el fuego sobre la noche,
y el cuchillo, como un duro pedazo de luna,
apto para las pieles bárbaras;
traemos los caimanes en el fango,
y el arco que dispara nuestras ansias,
y el cinturón del trópico,
y el espíritu limpio.

Traemos
nuestro rasgo al perfil definitivo de América.

¡Eh, compañeros, aquí estamos!
La ciudad nos espera con sus palacios, tenues
como panales de abejas silvestres;
sus calles están secas como los ríos cuando no llueve en la montaña,
y sus casas nos miran con los ojos pávidos de las ventanas.
Los hombres antiguos nos darán leche y miel
y nos coronarán de hojas verdes.

¡Eh, compañeros, aquí estamos!
Bajo el sol
nuestra piel sudorosa reflejará los rostros húmedos de los vencidos,
y en la noche, mientras los astros ardan en la punta de nuestras llamas,
nuestra risa madrugará sobre los ríos y los pájaros.

Nicolás Guillén: Sóngoro cosongo (1931)