martes, 25 de septiembre de 2012

APUNTES PARA UN EXORDIO


Uno

Llego al desierto preciso de aquel mediodía,
donde hervía mi sombra.
Multitudes de arena defienden la piedra desnuda.
Las huellas engendran mi polvo.
Cierro la boca, me muerdo la lengua
y sangra. Esta piedra
se disuelve entre los labios, no me deja recordar
el aroma que exhalaba. ¿Era saliva, era la sangre, era sudor?
Espero la canícula
sentado en otra piedra
como el que aguarda la llegada del silencio.


Dos

Como si no hubiera amanecido todavía suficiente,
gallos automáticos y eufóricos
prenden fuego,
tierra y aire
¡agua, incluso!
Y quiero dejar de decir estos nombres,
que apenas pronuncio.
Y quiero olvidar para siempre
la piedra desnuda. Y no quiero
ni la tierra ni el agua ni el aire ni el fuego.


Tres

La promesa del agua carcome el desierto,
aunque nubes más negras no cumplan
la tormenta que amenazan,
aunque mis palabras sean ruidos parecidos a la lluvia,
y no llueva.
Sobre la arena se precipitan estas miradas.
Y cae la lluvia
sobre otra piedra.


Cuatro

En el aire que deja la sangre,
edificios de fuego desplazan los cuerpos
de millares de bestias extintas,
de millares de piedras ajenas
de millares similares
a esta huella.


Cinco

Apedrea el ventanal de tu casa.
Lanza la ropa que apesta a difunto.
Desgarra las heridas de los muros.
Arroja a la calle la cal y el cemento.
Si no encuentras la piedra de entonces,
arroja tu cama, el sillón o la mesa.
Incinera tu casa. Repatria tu huella.
Destroza esta misma ventana.
Sé tú la primera piedra.
Que sea una piedra
y no el abismo,
el cristal definitivo.


César Eduardo Carrión: Revés de luz (2006)

domingo, 16 de septiembre de 2012

EN ESTA NOCHE, EN ESTE MUNDO

A Martha Isabel Moya

                              I

en esta noche en este mundo
las palabras del sueño de la infancia de la muerte
nunca es eso lo que uno quiere decir
la lengua natal castra
la lengua es un órgano de conocimiento
del fracaso de todo poema
castrado por su propia lengua
que es el órgano de la re-creación
del re-conocimiento
pero no el de la resurrección
de algo a modo de negación
de mi horizonte de maldoror y su perro
y nada es promesa
entre lo decible
que equivale a mentir
(todo lo que se puede decir es mentira)
el resto es silencio
sólo que el silencio no existe

                              II

no
las palabras
no hacen el amor
hacen la ausencia
si digo agua ¿beberé?
si digo pan ¿comeré?

                              III

en esta noche en este mundo
extraordinario silencio el de esta noche
lo que pasa con el alma es que no se ve
lo que con la mente es que no se ve
lo que pasa con el espíritu es que no se ve
¿de dónde viene esta conspiración de invisibilidades?
ninguna palabra es visible

sombras
recintos viscosos donde se oculta
la piedra de la locura
corredores negros
los he recorrido todos
¡oh quédate un poco más entre nosotros!

mi persona está herida
mi primera persona del singular

escribo como quien con un cuchillo alzado en la oscuridad
escribo como estoy diciendo
la sinceridad absoluta continuará siendo
lo imposible
¡oh quédate un poco más entre nosotros!

                              IV

los deterioros de las palabras
deshabitando el palacio del lenguaje
el conocimiento entre las piernas
¿qué hiciste del don del sexo?
oh mis muertos
me los comí me atraganté
no puedo más de no poder más
palabras embozadas
todo se desliza
hacia la negra licuefacción

                              V

y el perro de maldoror
en esta noche en este mundo
donde todo es posible
salvo
el poema

                              VI

hablo en fácil hablo en difícil
sabiendo que no se trata de eso
siempre no se trata de eso
oh ayúdame a escribir el poema más prescindible
                 el que no sirva ni para
                 ser inservible
ayúdame a escribir palabras
en esta noche en este mundo

Alejandra Pizarnik (8 de octubre de 1971)

sábado, 8 de septiembre de 2012

CECILIA

La luz es el primer animal visible de lo invisible.
Lezama Lima


Duermes bajo la piel de tu madre y sus sueños penetran en tus sueños. Vais a despertar en la misma confusión luminosa.
Aún no sabes quién eres; estás indecisa entre tu madre y un temblor viviente.

§

Fluías en la oscuridad; era más suave que existir.
Ahora, cuando una lágrima demasiado viva podría herir tu rostro,
vas cautelosa hacia ti misma.

§

Como si te posases en mi corazón y hubiese luz dentro de mis venas y yo enloqueciese dulcemente;
todo es cierto en tu claridad:
te has posado en mi corazón,
hay luz dentro de mis venas,
he enloquecido dulcemente.

§

Bajo los sauces
yo te llevo en mis brazos y te siento vivir.
Después salimos a la luz y, por primera vez,
tú ves el cielo y lo señalas y lo nombras.

Es verdad; en el extremo de tus manos,
el cielo es grande y azul.

§

Acerqué mis labios a tus manos y tu piel tenía la suavidad de los sueños.
Algo semejante a la eternidad rozó un instante mis labios.

§

Algunas tardes el crepúsculo no enciende tus cabellos;
no estás en ningún lugar y hablas con palabras cuyo significado desconoces.
Así también es mi pensamiento.

§

Eres como la paloma que roza la tierra y se levanta y se aleja en la luz.
Tú atraviesas un resplandor
y yo te amo desde lejos.

§

Vas a volver
"cuando nazcan las cerezas y despierte la tórtola".
Has dibujado el mundo en una mentira luminosa.

Yo vi los ojos de la tórtola enrojecidos por la ira,
sé que en el lauro habita el ácido prúsico
y que sus frutos inmovilizan el corazón de los pájaros.

Pero hay cerezas ocultas en la nieve y
oigo el gemido de la tórtola.

§

Llueve en hebras doradas
y envuelven nuestros cuerpos los perfumes de marzo.

Sucede como en tus ojos:
llueve a través de la luz.

§


Con tus manos conducidas por una música que vagamente recuerdas,
dices adiós en el umbral. Ah insensata dulzura,
dices adiós en el umbral y de tus manos se desprende
un instante sin límites.

§

Entra en tu madre y abre en ella tus párpados,
entra despacio en su corazón.

Vuelve a ser fruto en el silencio. Sed
como un árbol que envuelve la palpitación de los pájaros
y se inclina, y descienden el perfume y la sombra.

§

En tus labios se forman palabras desconocidas
y lo invisible gira en torno a ti suavemente.

§


Tu rostro sale del espejo como un ala que abandona el instante. Yo amo tu rostro en el espejo; yo
amo cuanto me está abandonando.

§

Oigo tu llanto.
Subo a las habitaciones donde la sombra pesa en las maderas inmóviles, pero no estás: sólo están las sábanas que envolvieron tus sueños.
¿Todo en mí es ya desaparición?
No aún. Más allá del silencio,
oigo otra vez tu llanto.

Qué extraña se ha vuelto la existencia:
tú sonríes en el pasado
y yo sé que vivo porque te oigo llorar.

§

Con tu lengua atravesada por una ignorancia luminosa hablas de una flor invisible. Hablas de ti misma.
Nunca tuve en mis manos
una flor invisible.

§

Estaba ciego en la lucidez pero tú has hecho girar la locura.
Todo es visión, todo está libre de sentido.

§

Tus cabellos en mis manos, su resplandor atravesado por enjambres invisibles, por instantes que no cesan de abandonarme;
tus cabellos entre dos falsas eternidades.
Ah extrañeza llena de luz: tus cabellos
en mis manos.

§

Estás sola en ti, debajo de tu luz, llorando.
Hay un pétalo herido en tu rostro.
Fluye
tu llanto en mis venas. Tú
eres mi enfermedad y tú me salvas.

§

Miras la nieve prendida en las hojas del lauro. Retienes en tus ojos la blancura y la sombra y adviertes el silencio de los pájaros.
Yo sé que los pájaros han huido, que no van a volver y que tú existes más allá de mis límites.
Tú eres la nieve.

§

Sobre el estanque
las palomas giran en torno a tu cabeza.
Cuando sus alas cruzan tus cabellos, yo me inclino y veo tu claridad en el agua
y yo estoy en tu claridad y me desconozco:
estoy coronado de palomas
dentro del agua. En ti.

§

Sueñas.
Tienes miedo de lo que no existe y oyes gemidos en jardines negros.
Yo también tengo miedo de mi rostro que se va haciendo invisible.
Cesa de soñar, o, mejor, sueña los rostros que están fuera de ti:
mírame.

§

En tus ojos se inmoviliza la tristeza; no es aún tu tristeza, pero me miras
y de tus ojos cae un pétalo de sombra.

§

Te olvidas de mirarme; ah ciega llena de luz.

Tus brazos se retiran de mí, pero yo huyo de mí en tus brazos.
Tu pensamiento me ignora
pero yo soy tu pensamiento.

§

Como música de la que aún permanece el silencio siento tus manos lejanas en mí.
Así es
la desaparición y la dulzura.

§

No es el grito de los pájaros más allá de las sombras
ni el temblor del azufre en la quietud de la tormenta;
no es el mercurio en mis venas
ni el espesor del verano en mi corazón.
No es nada realmente: tu rostro ha abandonado mis sueños
y no te encuentro debajo de mis párpados.

§

Temes mis manos
pero a veces sonríes y te extravías en ti misma
y, sin saberlo, extiendes luz en torno a ti
y yo adelanto mis manos y no llego a tocarte; únicamente
acaricio tu luz.

§

Huyó de mí.
Quizá está en ti y apenas lo sientes en tu pequeño corazón.
Sí; es una sombra; no
pesa en tu corazón.

§

Dices: “va a venir la luz”. No es su hora
pero tú desconoces la imposibilidad:
piensas la luz.

§

Yo estaré en tu pensamiento, no seré más que una sombra imprecisa;
habré existido en un instante en que la alegría y la piedad ardían en tus ojos.
Pero también quiero permanecer desconocido en ti.
Desconocido. Simplemente envuelto en tu felicidad.
Tú distraída en tu luz y yo apenas viviente en ella, y así, imperceptiblemente amado, esperar la desaparición.
Aunque quizá estamos ya separados por un hilo de sombra y cada uno está en su propia luz
y la mía es la que tú vas abandonando.

§

Eres como una flor ante el abismo, eres
la última flor.

Antonio Gamoneda: Cecilia (2004)