Y nosotros que pensamos en una dicha
ascendente, experimentaríamos la emoción
que casi nos consterna
cuando algo feliz cae.
Rainer María Rilke
Detrás de las puertas y ventanas cerradas
oí la caída múltiple.
Y en un rayo a mi espalda
el equinoccio entero, quebrándose.
Fue como si dios hubiera confesado que alguna vez
a él también se le rompen los nervios
con tantos ángeles en el cielo.
Luz Machado
No, no lo mataron
los aviones, fue la belleza.
King Kong
1.
Trepa Ann Darrow
el cuerpo de King Kong.
Trepa el aire.
Trepa hasta la cima de la torre.
Trepa sin tregua
hasta alcanzar los dedos de la selva.
Incansable es el ascenso.
El deseo de subir
la vuelve más liviana
más frágil la convierte
la altura de la bestia.
Las caricias de King Kong
no son para este mundo.
Tampoco su rugido,
su lengua brava
que descarrilla el verbo
y hace estremecer
el parque a medianoche.
Manhattan es un gorila que agita su deseo.
Manhattan es Ann Darrow
sujetándose el vestido
mientras sopla el viento de la isla
que desordena al animal oculto
que la habita.
En la selva de Manhattan
sólo cabe la pasión simia de un gigante.
Sólo resuena el estertor de su extravío.
Es feroz con la bestia la ciudad.
Y no perdona la belleza
cuando supera
el tamaño previsto
por los hombres.
Salvajes son siempre
dos cuerpos que se tocan.
Salvaje y animal
el aire que agita la piel de sus miradas.
Nunca es humana la pasión.
Las bestias también lloran.
Sus lágrimas pesan como carne,
su caída perfora las aceras
donde crecen flores del exilio.
La bestia sabe que va a morir:
se golpea el pecho y
se agitan los nervios
de Manhattan.
Nada será igual
después de la caída.
Después será desierto
salvaje animal
después
será el adiós.
2.
Tener un animal adentro
es como vivir en jaula.
Hay que liberar
a la bestia que se agita,
dejarla salir,
que pise la ciudad
y acabe con el orden
implacable del cemento.
En el corazón de Manhattan
hay una jungla que sólo conocen
Ann Darrow y King Kong.
No cesará de rugir
el reino animal del extravío.
No dejará de caer
la fiera doblegada
y una estrella se hundirá
en el nervio más débil de su cuello.
Suena duro la furia de King Kong.
Su peso retumba en el asfalto.
Llámame Ann
pide Manhattan
cuando trepa salvaje
la espalda del gigante.
Llámame King
dicen las manos que se hunden
en la pulpa tierna de la noche.
Los hombres no comprenden la belleza
y la hacen sangrar hasta matarla.
Temblor furioso y puro y natural muriendo:
así cae un gorila por amor.
3.
Hay un secreto vivo
en las venas de Manhattan.
Ruge,
tiene sed,
añora el paisaje
de la Isla Calavera.
Salvajes son sus manos
sus pupilas extraviadas
salvaje la fruta que crece
adentro de la lengua,
salvaje el tamaño de su peso
su cabello salvaje que se agita.
King Kong es el secreto salvaje de Manhattan.
Su cuerpo pesa salvaje
en el fondo de la noche.
Salvaje es el oído
que cede a la furia de su peso
a la voz de selva
que crece, arrastra, devora
y hacia adentro y hacia arriba crece,
sube, jadeando, temblando,
crece, crece
y es inmensa
y viene la voz diciendo la belleza.
Salvaje el tamaño de un gorila en New York,
la garra salvaje de su lengua,
salvaje el metal de su caída.
No cabe un secreto tan inmenso
en la carne de Manhattan.
La bestia lo aprieta estrecho entre sus dedos.
Lo lleva hasta la cima de la torre
y cuando precipita en el abismo
la belleza vuela más alto que un avión.
4.
Manhattan es una bestia
que desordena las fibras de la noche.
Ruge King Kong en el pico de la torre.
En su pecho resuena la Isla Calavera.
Ann trepa la simia columna del coloso.
Cada vértebra un peldaño hacia la cima,
un paso más arriba de lo humano
un tumulto de aires encontrados.
King Kong es el rascacielos más alto de Manhattan
voraz la sed de su caída,
vértigo puro su enorme distante lejanía.
De su garra brota olor a frutas bravas
y se agita la selva de su furia.
Crece Ann en las manos de la bestia.
Su delgadez la sofoca y pesa honda.
Livianos se vuelven sus cuerpos al tocarse.
—¡Acaba conmigo!, grita el ángel de Manhattan.
—¡Llévate todo lo que de mí es tuyo
y que nada quede entero en la ciudad del extravío.
—Que caiga el peso de esta lengua
que sólo comprenden la jungla y las antenas
y sólo quede un sabor animal
lamiendo las aceras.
El amor es un golpe de dedos
que arranca la piel de las palabras.
Es nostalgia saber que lo vivo
no es para este mundo.
Mata la belleza cuando salva.
5.
Si el amor es un vuelo
suena como el viento.
Luz Machado
El deseo es un animal que se deja caer
y hondo precipita cuando su peso
muerde la tierra más frágil de la selva.
Se quiebran las costillas de Manhattan.
Su médula estalla y se derrama.
Crecen salvajes los tallos de la jungla,
brotan las lianas rebeldes de la furia.
Se oye a un gorila respirar.
Y es animal el aire que se agita
cuando un corazón estalla
al trepar la altura vertical de su caída.
Inmensa la torre de la sed.
Inmenso el extravío.
El gorila se abandona
a la estrechez delgada de una antena.
Y alcanza la pureza.
Sólo se oye su sangre respirar.
Ann Darrow no sabe
cuánto pesa el deseo
si es cómplice y salvaje,
cuánta selva florece en una mano.
Herida a muerte
sangra Manhattan
lágrimas de monstruo.
Gina Saraceni: Casa de pisar duro (2013)