pero en secreto se lo reprochaba.
Y en realidad no era que el poeta
pretendía enlodarla con aquella metáfora
que aunque siempre, al oído,
casi se la rezaba,
ella,
de cualquier modo,
con todo el cuerpo la malentendía.
Ella nunca lo supo,
pero si ese poeta
le susurraba que se parecía
a la tierra mojada,
era por los poderes que emanaban
las colinas,
los surcos,
sus vigores agrestes,
su cálida humedad.
Eran las levaduras primordiales,
eran las eclosiones prodigadas,
eran los dones que desparramaba;
era que desde el fondo provenía
y desde el mismo fondo se entregaba;
y era que en los instantes jubilosos
la misma tierra se desenterraba
y, justo a flor de ella,
la tierra, palpitando, se tendía,
y era que era la tierra en que el poeta
su más feliz metáfora plantaba.
Ella no lo sabía
y así nunca entendió
qué admirable prodigio le brotaba
ni el verdadero aroma que esparcía;
pero,
aun sin entenderlo, ella era tierra,
era que a sol y sombra él la sembraba,
era que con sudores la regaba,
y era cierto que ella
¡florecía!
Antonio Preciado: De ahora en adelante (1993)
No hay comentarios:
Publicar un comentario