no pregunten quién murió.
No puedo subir al bosque...
¡quién ha de ser sino yo!
Y es que vengo aquí por verte,
tantas veces yo subí
por las amables laderas
y al fin llegué donde ti.
Y sentada me arrullaba
tu brisa suave, y tu frío
¡qué calor a mí me daba!
y a mi corazón abrigo...
Y ahora, qué te diré,
bosque de mis confidencias,
qué largo me es el camino
para respirar tu esencia...
Qué larga se hace la ruta
para mis cansados pies...
¡Qué lejano estás, oh bosque,
para arrullarme otra vez!
María de Lourdes Camacho (1921-2015)
Este texto fue encontrado hace unos días entre los papeles de Lourdes, mi abuela, fallecida en la tarde del pasado miércoles 18 de noviembre. A juzgar por la letra y la ubicación de la nota, parece haber sido escrito entre octubre y noviembre de este año, luego de que mi abuela pretendiera visitar por última vez un pequeño bosque de eucaliptos en la parroquia carchense de Chitán de Navarretes, donde pasó largas temporadas de su vida. Junto a los versos, en otro papel, fue hallada la siguiente anotación: "Me ha entrado la idea de la muerte de a poco, como que la estaba esperando, y a esta hora de tomar remedios, la siento llegar despacio, en forma paulatina, pero constante".