Y mi corazón va hundiéndose en la línea del horizonte,
llegará un día en que sólo será una piedra en el camino...
Estaré sin preocupación bajo la candela de las estrellas,
de espaldas a los temores que se revientan en los cuartos del día,
estaré muerto a gusto.
Entre tanto, testigo del propio hundimiento y ser de vida,
correteo bajo el capulí.
Con sólo este ir y venir se me olvidan los harapos.
El polvo y los capulíes me espían,
más me doy al campo y más colores hacen los ojos.
Este aire y este sol me devuelven la existencia.
En el plato pasan los capulíes sonando su arena
como si yo mismo fuera esa música;
como si convertido en fruto mi corazón dejara su destino de piedra.
Jadeo tanto que me disparo sobre los árboles
como un judío de Chagall, un pájaro de Pachanlica,
un brujo... debajo van los caminos,
las chozas, los pencos del martirio.
Por sólo estos instantes la vida puede ser la eternidad.
Julio Pazos Barrera: Levantamiento del país con textos libres (1982)