lunes, 11 de abril de 2016

MÁSCARA #7

Una verdad: la nieve precedió al verbo. La verdad era, entonces, cuando solo había el lenguaje del silencio: la nieve y no la fórmula con la que dijimos que hay nieve o que la nieve existe y es blanca y fría; o cuando decimos que el rostro del amor es como la nieve, así como sus labios y sus cejas parecidas a los Andes pero más frías que ninguna cordillera crecida en los negros dientes del tiempo a la deriva. La verdad existía antes de que dijéramos todo esto; antes de que contáramos que la nieve era nuestro pasto y que podíamos cultivar allí un huerto de tijeras sin filo. Este horizonte blanco fue antes de que lo nombráramos: esa es una verdad que languidece el sentido de cualquier palabra.
       En el principio, la nieve no era inhóspita ni bondadosa. La verdad era la nieve: el mundo en nuestro sistema nervioso y endocrino. El lenguaje flotaba sobre el Pacífico porque no sabía describirse. La verdad no era un valor henchido de sirenas.

Los espejos estuvieron antes que cualquier verborrea romántica
sobre el ártico.

Los espejos son el último lugar
para tocar y aprender a no mirarse.

Mónica Ojeda: El ciclo de las piedras (2015)

lunes, 4 de abril de 2016

CAPULÍ

Y mi corazón va hundiéndose en la línea del horizonte,
llegará un día en que sólo será una piedra en el camino...
Estaré sin preocupación bajo la candela de las estrellas,
de espaldas a los temores que se revientan en los cuartos del día,
estaré muerto a gusto.

Entre tanto, testigo del propio hundimiento y ser de vida,
correteo bajo el capulí.
Con sólo este ir y venir se me olvidan los harapos.
El polvo y los capulíes me espían,
más me doy al campo y más colores hacen los ojos.

Este aire y este sol me devuelven la existencia.

En el plato pasan los capulíes sonando su arena
como si yo mismo fuera esa música;
como si convertido en fruto mi corazón dejara su destino de piedra.

Jadeo tanto que me disparo sobre los árboles
como un judío de Chagall, un pájaro de Pachanlica,
un brujo... debajo van los caminos,
las chozas, los pencos del martirio.

Por sólo estos instantes la vida puede ser la eternidad.

Julio Pazos Barrera: Levantamiento del país con textos libres (1982)