sábado, 26 de febrero de 2011

¿Tiene uno, como la naturaleza, sus estaciones, sus ciclos de vida? En el curso de quince o veinte días pasa una primavera y un verano en el fondo del alma, y luego viene un día violento en que nos quedamos sin hojas, y fríos, e inmóviles.
Alma mía, cosechadora de lo que siembro con el sudor de mi frente, con el frío sudor de mi frente, ¿puedes decirme a qué horas nos encontramos, en qué sitio desierto vamos a vernos?
El diablo no hace caso de mis citas, y Dios es sordo desde hace tiempo: ven tú, alma mía, testigo mío, dame todo lo que no tienes en tus manos, lo que no te pertenece, tu sonrisa, tus lágrimas.
¿Qué voy a hacer con ello? Nada. Quisiera echarte gasolina encima y prenderte fuego, alma mía. Para recuperarme.

Jaime Sabines: Diario semanario y poemas en prosa (1960)

domingo, 20 de febrero de 2011

These our actors,
as I foretold you, were all spirits,
and are melted into air, into thin air.

And, like the baseless fabric of this vision,
the clowd-capp'd towers, the gorgeous palaces,
the solemn temples, the great globe itself,
yeah, all which it inherit, shall dissolve,
and like this unsubstantial pageant faded,
leave not a rack behind.

We are such stuff as dreams are made on,
and our little life is rounded with a sleep.

William Shakespeare: The Tempest (1611)

lunes, 14 de febrero de 2011

CENA

Entro sin llamar
(a veces me da miedo contestarme).
Se para el infinito ante la puerta
como una hormiga sin trabajo, paso.

Abundan las mentiras de colores.
La lírica presencia de unas rosas
me subyuga al momento.
El mantel almidonado
es una blanca pista de aves muertas.

Humildemente espera el pan.
Llevo a mi boca una lechuga fresca
y es una lágrima dura lo que muerdo.
Hay un sabor de ausencia en cada plato,
forman contraste mi sed
y el agua seca.

Una a una las sombras se levantan,
alguien desde mi fondo reza;
una silla especial está más sola
y un poema de sal
escupo al suelo.

Ana María Iza: Pedazo de nada (1961)

domingo, 6 de febrero de 2011

DE LOS OLVIDOS

Esto es lo que se llama
la soledad en flor,
a empellones el viento se abre paso.
Con naturalidad
como quien hace
nada más que lo suyo,
me tiene contra la pared
la vida.
Abajo
en el corral del malecón
se tira el mar de los cabellos.
Por todas las consideraciones
habidas y por haber,
porque el tiempo es un hilo
porque el hilo se lasca
y entonces nadie sabe;
porque la muerte calza
zapatos de payaso
y nos sigue de rabo a todas partes;
como si se tratara
de la necesidad de respirar,
yo te recuerdo
y me da pánico
que un día ya no pueda recordarte.
Este día tiene que ver contigo
y te babea
con su hocico mojado.
El viejo y bebé mar,
el mar caribe
con el collar al cuello
me ladra desde abajo.

Euler Granda: Ya paren de contar (1991)