domingo, 27 de mayo de 2012

MIS MANOS TE HACEN

De tierra y en la tierra mis manos te hacen alta
y móvil como los álamos... para mi boca
como el agua te llegas, como la fruta caes,
y en el aire más simple del campo me retienes.
¡Qué eterno corazón nos ha nacido hoy día!
¡Qué nueva voz nos toca en la lengua madura,
y en el oído saltan amanecidos nombres!
Pero viene la tarde y el corazón eterno
calla...

¡Oh! Recréame, amada, que esta carne no pase
como los vientos pasan.

Hecha de tierra y alta por mis insomnes manos,
devuélveme la noche y ámame.

Desolado en la noche te nombro, tú respondes...
Sorda es la tierra, sordo el viento, sordo el infinito...
Pero digo tu nombre y tú contestas.
¿Qué más? Y en la esperanza prendidos
como el árbol, como la yerba, y en la esperanza
como el charco tendidos estamos. ¿Y qué más?
¡Vivimos! Locos, para morir solo vivimos...
Viene la muerte, todo a la muerte se va.
¿Y qué? Canta tu lengua, canta, dulce, saliva,
canta la llama en el fogón...
¡Vivimos!
Y el hijo vivirá... Canta la carne,
canta la tierra, canta el viento, canta el infinito.
¡Oh vida!... Y a la muerte caemos, sólo estamos
en la muerte, en la noche, en el silencio esencial.
¿Vivimos? No, morimos... nada más.

Como mi cuerpo cubre tu cuerpo, como buscan
mis manos y mis besos tus hondos goces, como
mi amor es a tu amor, así nos cubren
los viejos troncos de los pinos raudos
que talaron olvidados abuelos,
así buscan las llamas el apiadado leño
que entibia el alma y cuece el pan,
así las horas se entregan y se quedan
caídas y rendidas desde la eternidad.
Y sin embargo, amada, ¿qué ganamos? ¿Vivimos?
No, morimos, y apenas el sueño de una voz,
la sombra apenas de una mano, el recuerdo clavado,
somos... y nada más.
Vivir... Morir... ¿Qué importa?
La mentira viene a la boca como viene el pan.
Vivir... Morir... ¿Qué importa?
Amémonos... y en paz.

Sobre el cálido limo enorme, sobre el eterno
limo nos levantamos, los horizontes huyen,
los vientos bajan y las aguas nos cogen, largas...
La luz inmensa, la tierra inmensa crece.
¡El día! ¡El día! Goza, limpia.
¡Como la luz! ¡Como la tierra ama y pare!
—enfurecida por doquiera la vida está—
ama y pare, arranquemos de la muerte la carne...
No es fantasma tu cuerpo,
no es mentira la tierra que nos nutre...
Y si a morir venimos, antes
exprimamos los jugos, devoremos
los frutos, maceremos
las bocas y los pechos próvidos, los turgentes
pechos mordamos y ¡fecundemos!
Y si a morir caemos,
en la tierra caigamos, en los voraces
surcos de la materia,
sobre la hembra,
en el perpetuo sexo,
comidos por los soles y barridos por los trágicos vientos,
desde la vida, en la muerte tendidos,
desesperados, esperemos.

Francisco Granizo: Nada más el verbo (1969)

jueves, 17 de mayo de 2012

PARA SALIR DE AQUÍ

Los colores del tedio (una vez más) lo envuelven todo: la luz y la salida, la sed en toda su extensión visible. Humo adentro, con los ojos cerrados, respiro y siento que las cosas todavía duermen, esperan en el humo. Yo hago ver que estoy lejos, pero toco la cal de los veranos, me asomo a lo que sé: hace calor, el fruto cae ardiendo:

No es el dolor aún (me dije), sino el espejo roto en mil pedazos del dolor, y en él se miran, sedientos, los animales más queridos del pasado. (En cada piedra hay una imagen, desdibujada o sucia, la noche en blanco de un gran río.) Bajo el árbol de agosto, oigo crecer el día a ciegas, la distancia que nunca consigo recordar:

No puedo ver, pero llamo con náuseas al ahogado, busco en su tristeza llena de algas mi camino. El sol se viene haciendo sitio por donde sólo cabe el sol. Lo sé: ni una sola palabra definitiva, ni un cultivado y profundo pensamiento. Hablo de mi cansancio solamente: mi única certeza, esta mañana, aquí:

Con el aliento de lo que falta aún por ver... Oigo a este sol. Hay sangre en este laberinto, pegajosos insectos, enigmas tristes y malolientes. Todo está quieto ahora y contenido en la inmensa pereza del aire. Hundo mis pies en esta arena dura y siento la humedad de lo que ya no existe. ¿Cómo empezó la sed a ser así?:

Latas, plásticos, ropas sucias... Desde este mar venido a menos, lo que se ve y lo que no se ve son ya la misma cosa. (Regreso y, por un instante, sé también que regreso.) Violenta pulsación, voces salobres. Con todo el sol de cara, me asomo y no distingo: me asomo y toco el polen ya reseco que (sin embargo) acaba de llegar:

Cuento hasta tres y empiezo a caminar, bajo el árbol de agosto todavía, entre botellas rotas y cruces encaladas. ¿De quién son ahora los pájaros que han vuelto? Hundo mis pies en la sequía verdadera. (Oh sed fuera de sí, tan blanca.) Dejo caer una piedra en el interior de un pozo seco y el tiempo que me queda puede oírse:

Recuerda lo esencial: la puerta está abierta. Ahora el mar ya no importa: no era (para volver a empezar) lo que uno había esperado. Dentro de mí se pudren, cada vez más insistentes, todos los recuerdos. Oigo la voz de lo que sigue, la llamada que brota como aguja negra de nopal, como amplia quemadura en la sed del ahogado:

Piso, descalzo, el sol que hay en el polvo. Yo sé (por ejemplo) cuándo pasa alguien por mi lado: el salitre de su silencio llega hasta mí y lo delata. Ahora está el sudor abriendo heridas casi milenarias y, entre los escozores, siguen danzando, ciegas, las avispas. Hablo de mi pereza solamente: mi único camino, esta mañana, aquí:

No es el silencio aún (me dije), sino el espejo roto en mil pedazos del silencio, y en él se miran, exhaustos, los pájaros del Norte. En mi cansancio estaba mi principio. Ojos llenos de cal, de polen seco. Ahora mis pasos son los pasos de la sed, quemados por el sol continuamente, y el humo de mis huellas puede oírse:

Pesa la luz como una red mojada. Flotan las ramas rotas, los peces muertos... (La paz no es el silencio todavía.) Subo despacio la cuesta transparente: la que sólo da al mar y a la erosión visible. Junto al faro en ruinas crecen los enebros, las grietas afiladas, el vértigo continuo de la serenidad:

Dar el paso invisible. Llaman a la puerta del mar de agosto las raíces arrancadas, las dunas ocres. (No puedo ver, pero qué bajo cielo en rojo hay en mi corazón esta mañana, qué extraños vuelos sin sentido.) Y cuando el verdadero ahogado salga por fin a mi encuentro, ¿sabré decirle quién soy yo de verdad, exactamente?:

La muerte: una palabra puesta a secar (me dije), empapada de sudor de tres días. Más que ceniza. A fuego lento se consume la promesa más clara, y el humo es una carta sin abrir. Árbol azul y fuerte, en cuyas ramas cantan los mirlos todo el año... Oh luz repleta de animales dormidos, de caminos que no sabemos ver:

Nadie ha visto la casa, pero yo sí la he visto. O tal vez no la he visto (me dije), pero sé que está allí. (Mi deseo es más rápido que yo: yo sólo sigo, a oscuras, sus huellas transparentes.) Islas más allá de las islas. Abro, en secreto, la larga noche en vela de su soledad, la trama azul y fértil de sus apariciones:

Yo no tenía fe: tenía sueños. Y hoy la sequía tiene la extensión de mi alma. Por un instante,  que regreso, que mi cansancio se abre al mar, al cielo rojo, a este camino erguido y sucio de verdad. ¿Cómo pudo la sed reconocerme, apuntarme con el dedo, soltar sus perros blancos contra mí?:

Delante de la puerta abierta (me dije) bailaré, loco de sol, como animal en celo, sin descanso. Escribiré mi nombre (me dije) sobre las losas incendiadas del atrio, sobre la superficie mágica del atardecer. ¡Fulgor de ruinas blancas, donde crece, a ciegas, el asfódelo sediento, donde bostezan los aparecidos!:

La mano en el fuego del mediodía: recojo (una vez más) los libros, la toalla, los zapatos. Creo saber lo que me pertenece, todo lo que al abrir los ojos vuelve a ser mío aún. Hablo del humo solamente, a solas, para empezar a ver más alto, para salir de aquí (me digo), muy despacio: para no despertar a la ceniza.

Vicente Valero: Vigila en Cabo Sur (1999)

martes, 8 de mayo de 2012

NECROLÓGIO DOS DESILUDIDOS DO AMOR

Os desiludidos do amor
estão desfechando tiros no peito.
Do meu quarto ouço a fuzilaria.
As amadas torcem-se de gozo.
Oh quanta matéria para os jornais.

Desiludidos mas fotografados,
escreveram cartas explicativas,
tomaram todas as providências
para o remorso das amadas.

Pum pum pum adeus, enjoada.
Eu vou, tu ficas, mas nos veremos
seja no claro céu ou turvo inferno.

Os médicos estão fazendo a autópsia
dos desiludidos que se mataram.
Que grandes corações eles possuíam.
Vísceras imensas, tripas sentimentais
e um estômago cheio de poesia...

Agora vamos para o cemitério
levar os corpos dos desiludidos
encaixotados competentemente
(paixões de primeira e de segunda classe).

Os desiludidos seguem iludidos,
sem coração, sem tripas, sem amor.
Única fortuna, os seus dentes de ouro
não servirão de lastro financeiro
e cobertos de terra perderão o brilho
enquanto as amadas dançarão um samba
bravo, violento, sobre a tumba deles.

Carlos Drummond de Andrade: Brejo das Almas (1934)

martes, 1 de mayo de 2012

MEMORIAL



Palabra bala
Altivo el rostro
Lámpara en la noche
Animal oculto
Botín de buitres
Razón robada
Alza la voz, el cuerpo


I

Precipitadamente el cuerpo despojándose
amor furtivo y vano
—alejado del origen—
y demente

Las miradas a través del ojo de las cerraduras
Mas no toca el ojo ni la mano toca
sólo la palabra que no pronunciarás

Olvidarás que aquí estuviste olvidarás
los nombres el tuyo
indecible


II

Ahora pueden verse
esqueletos de pájaros sobre esta losa
y la gasa que a mitad los oculta
Cercada por la piedra
se aparece la ciudad
y en su interior
los parques ya cerrados a esta hora
—una savia negruzca por el mármol discurre

Donde un grito hubo
atrapado entre los pliegues de la carne
esta turbia señal


III

Lamentos lejanos en noches de leones y redes
idolatrías secretos revelados fuegos de artificio
apariciones de tránsfugas
confesiones atroces
Pasa veloz la comitiva funeral
ahora entre las llamas y el estruendo
y la riqueza de tanto desastre
Quemaste allí donde pusiste la mano
Nunca más en esa tierra
brotó una brizna de nada
ni nadie después custodió aquel paisaje
ni palabra alguna se dijo de lo sucedido
Tu cadáver ardió también
en silencio


IV

Al fondo
en el grabado
el cazador y su presa

Mástil perenne
objeto religioso
Es sabia la memoria
y es loca

Hay un bullicio perturbador por toda la ciudadela
y el centinela duerme sin advertir nada
A la llamada no hubo voz que contestase

En pie pero no en vela
permitió sacrificios excesivos

La escena representa al cazador llevándose
desesperadamente las manos a la boca


V

Blandas figuras
poseídas al término de batallas fingidas
Oscura y minuciosa elaboración de violencias

Llegan voces conocidas desde el cuarto cerrado
y tú mientras tanto
lentamente ordenas los nombres con paciencia
sentado en mitad del escenario
recomponiendo el ajado tapiz

La mano teje
una tela de araña repugnante
memorial
que contra ti puede volverse
y envolverte


VI

Razón robada
repugnante sueño
imposible de ordenar en esta página
—tan llena ya de odio
o de amargura—
acaso a destiempo escrita
como piel rozada
inoportunamente y a la vista de todos

Hasta aquí llega sin mancha la palabra infame
durante el sueño dicha
fantasma que sacude su miseria
en esta habitación de cristales opacos
hasta donde otra voz no llega
sino sólo los gestos imprecisos


VII

Alza la voz
En la oscuridad condúcete
Fieramente golpea sobre esta mesa de mosaicos
A tientas en la noche recompón la figura
Toca la herida
Pon el dedo en el ascua
Destruye el altar memorial
De los nombres de aquellos a quienes pertenecieron los cuerpos calcinados
Alza la voz
Deja que la palabra zumbe y se extinga su sonido rozando los perfiles de lo informe
Abraza ese bulto de apariencia dudosa y dale el valor arbitrario que el deseo te dicte


PALABRA RESCATADA / TATUAJE

Haz de la memoria un paisaje acotado.
Elige, configura.
No el olvido, sino la mentira.
Dispón las piezas de manera que venzas.


José Luis Jover: En el grabado (1979)