Voy a escribir la historia de mi cuerpo entre tus manos. Me fue naciendo como una nueva muda de culebra. Floreció bajo el sol y se llenó de begonias, bromelias y cometas ante tus ojos y mis ojos asombrados. Mi cuerpo, cuando lo cercan tus brazos, se convierte en caballo, en yegua, y sale a galopar por el placer de un beso. Se llena de hiedra para escalar las paredes de tu corazón y cubrirlo de susurros nacidos desde la misma entraña de la tierra. Mi cuerpo, con todos sus resquicios impredecibles, rasga la noche con su cantar de guitarra del monte y enciende la oscuridad con su brillo de luciérnaga. Se pierde en vos con el abandono de un niño y abre sus ventanas de par en par para recibir la honda caricia, el pensamiento convertido en libélula alada, incitando a la selva a despertarse con su crujido de ramas. Mi cuerpo se vuelve planeta inexplorado donde posa el tuyo su navío del espacio; tiembla con la energía de un nuevo continente que se formó después de cataclismos sin nombre y sin historia.
Mi cuerpo desde siempre parece haberte querido, haberte estado esperando.
Se ha revelado desnudándose como una cueva que necesita de tu palabra para abrir su secreto ante la magia de tu sonrisa, de tu cercanía, ante vos que te sabías la combinación oculta desde antes de tener memoria.
Gioconda Belli: Línea de fuego (1978)
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