lunes, 25 de marzo de 2013

LA PALABRA DEL DESEO

Esta espectral textura de la oscuridad, esta melodía en los huesos, este soplo de silencios diversos, este ir abajo por abajo, esta galería oscura, este hundirse sin hundirse.

¿Qué estoy diciendo? Está oscuro y quiero entrar. No sé qué más decir. (Yo no quiero decir, yo quiero entrar.) El dolor de los huesos, el lenguaje roto a palabras, poco a poco reconstituir el diafragma de la irrealidad.

Posesiones no tengo (esto es seguro; al fin algo seguro). Luego una melodía. Es una melodía plañidera, una luz lila, una inminencia sin destinatario. Veo la melodía. Presencia de una luz anaranjada. Sin tu mirada no voy a saber vivir, también esto es seguro. Te suscito, te resucito. Y me dijo que saliera al viento y fuera de casa en casa preguntando si estaba.

Paso desnuda con un cirio en la mano, castillo frío, jardín de las delicias. La soledad no es estar parada en el muelle, a la madrugada, mirando el agua con avidez. La soledad es no poder decirla por no poder circundarla por no poder darle un rostro por no poder hacerla sinónimo de un paisaje. La soledad sería esta melodía rota de mis frases.

Alejandra Pizarnik: El infierno musical (1971)

lunes, 18 de marzo de 2013

CANCIÓN DER BOGA AUSENTE

A los señores Rufino Cuervo i Miguel A. Caro

Que trite que etá la noche,
La noche que trite etá
No hai en er Cielo una etrella...
                       Remá, remá.

La negra re mi arma mia,
Mientra yo brego en la má,
Bañaro en suró por ella,
                       Qué hará? qué hará?

Tar ve por su zambo amáo
Doriente suspirará,
O tar ve ni me recuécda...
                       Llorá, llorá!

Lo jembra son como é toro
Lo reta tierra ejgraciá;
Con acte se saca er peje
                       Der má, der má!...

Con acte se abranda el jierro,
Se roma la mapaná;...
Cotante i ficme la penas;
                       No hai má, no hai má!...

...Que ejcura que etá la noche;
La noche que ejcura etá;
Asina ejcura e la ausencia...
Bogá, bogá!...

Candelario Obeso: Cantos populares de mi tierra (1877)



CANCIÓN DEL BOGA AUSENTE

A los señores Rufino Cuervo y Miguel A. Caro

Qué triste que está la noche,
La noche qué triste está.
No hay en el cielo una estrella...
                       Remá, remá.

La negra del alma mía,
Mientras yo brego en la mar,
Bañado en sudor por ella,
                       ¿Qué hará, qué hará?

Tal vez por su zambo amado
Doliente suspirará,
O tal vez ni me recuerda...
                       ¡Llorá, llorá!

Las hembras son como todo
Lo de esta tierra desgraciada;
Con arte se saca al pez
                       ¡Del mar, del mar...!

Con arte se ablanda el hierro,
se doma la mapaná...,
Constantes y firmes las penas;
                       ¡No hay más, no hay más...!

...Qué oscura que está la noche;
La noche qué oscura está;
Así de oscura es la ausencia;
Bogá, bogá...

Adaptación del poema de Obeso al castellano normativo
hecha por Winston Caballero y David Ernesto Peñas (2009)

lunes, 11 de marzo de 2013

DISFRAZ

A Guillermo Díaz-Plaja

           Corta ha sido la vida del amor; cortos
aquellos años que aún nos miran
asombrados y en vilo. Más allá de la noche
alguien que ya no nos conoce ensilla
su caballo sin rumbo, su dócil potro de
tan entrañable casta como el tiempo. Hoy, vuelan aquellos días
como los pájaros en muda. Hemos sufrido juntos por las mismas cosas. Tiembla
la moneda de oro del pasado. Desatadas están las mercancías del amor sobre la lonja. No es la tristeza aún,
[no es la tristeza, aunque
algo como un dolor suceda. Calor de hospicio
tiene la vida hoy. Nuestro deseo, náufrago que no puede salvarse,
nos llora sobre el cuerpo. Toda la noche así, toda la noche
dibujando ese barco, ese horizonte, ese día nublado, el pájaro de nieve
y alas azules que vendrá a salvarnos. Todo se mece siempre
en su falsa verdad. Qué brío nos despierta
y nos duerme; en qué dichoso empeño, en qué tesón celeste
va hacia el recuerdo el gozo de vivir; en qué cabalgaduras, sobre qué cascos
y sobre qué pisadas, volverá aquella noche. Me da miedo pensar
y recordar. Mas, ¿cómo hacer que huya del pensamiento
esa tenaz memoria, ese hurón asombrado y puro
de nuestra sola vida? ¿Por qué
siempre lo que se vive es el recuerdo? ¿Sobre qué resplandor
nace la dicha? ¿Quién
nos reúne en su luz y nos da amparo? No une el llanto sino la alegría
hacia un mismo sonido, hacia una misma
nota amarga.
                        Lejos de la verdad
y cerca del amor, con su lenguaje casto
y falso, algo vive y nos besa.
                                      Ahora
es un sueño tranquilo. Mira, mira y acepta, tú que puedes hacerlo; ¿no oyes?, es todavía
el destemplado zumo del asombro, la blanca sombra
del rostro que fue amado quien vuelve, quien
allá desde la ciega
luz del recuerdo, con remordimiento, sin pasión, esclavo
del azar, ¡oh perdurable
suspiro de la noche!, hace que no se cumpla
todo lo que amanece.

Diego Jesús Jiménez: Fiesta en la oscuridad (1976)

lunes, 4 de marzo de 2013

LA OFRENDA DEL CEREZO

Para Arga y Juan González Soto

                        I

Simulacro de la escarcha
en el día soleado,
mapa de un cielo de estrellas
albas y enanas, o un firmamento
que apenas se sostiene
de las cuerdas mecidas
por un rumor de niños que se alejan.
Las flores del cerezo
copan el cuadro de la ventana.

                        II

Esta ventana se abre al jardín.
Detrás de sus cristales,
la luz y el cerezo.

En este instante,
la ventana existe
para que la luz
ilumine el despliegue
de las flores blancas,
en suave balanceo.

                        III

El mundo podría seguir rotando sobre su eje
aun si no estuviese este cerezo en marzo
sobre la acera de una calle en Washington.
Tal vez ninguna necesidad tenga la Tierra
de su color, de su perfume o de su peso.
Ninguna necesidad de él tienen los imperios.
Seguirían su curso los negocios.
El asesino no detendría el disparo
ni la víctima se volvería a mirarlo
antes de caer. Que aquí florezca
se debe a la intriga diplomática:
Un obsequio del imperio japonés
a Norteamérica.

                        IV

Ninguna necesidad tiene el cerezo
que venga de tan lejos y me detenga
a contemplarlo en su milagro.
Nada es necesario para el árbol
salvo la luz, la noche, el agua,
los fermentos, la brisa del Potomac
y el vuelo de las moscas.
La rotación incesante de la tierra.

                        V

Para ser, el árbol no necesita que
me detenga a contemplarlo.
No mora el cerezo real en mi palabra.
Mi palabra es tarda, solo evoca
un cerezo que florecía en Washington
y aquel otro en el jardín de Arga
junto al Mediterráneo. Existen
una avenida que va al Potomac
y una ventana que da al jardín
para guardarlos, y en mi memoria
avenidas de diáfanos cristales
por donde llego al árbol que contemplo.

                        VI

El poema es movimiento interno.
Memoria, imagen. Luego vacío.
Imaginación y palabra inventan otro cerezo,
la sombra del cerezo contemplado
en otro lugar una mañana.
¿La sombra?... ¡La luz! La luz
espléndida de la flor del cerezo.

                        VII

Contemplo al cerezo en su milagro.
Florece.Y aunque me embriaga su aroma,
no estaré aquí para probar sus frutos.
Mi vida depende del cerezo apenas
mientras dure este instante. Un blanco manto
que cae y se mece, un fresco olor,
mi júbilo. Me iré en unos minutos.
Mi vida no depende del cerezo.
Y sin embargo irá el fantasma
del árbol conmigo para siempre.

                        VIII

El universo continuaría en expansión
sin el cerezo. Seguirían la historia
y las catástrofes. El ascensor descendería
con su carga y en el puente
esa pareja de amantes se abrazaría igual.
Y sin embargo el esplendor del día
se hundiría en mi mente
sin el cerezo en flor.
Sin el fantasma de ese cerezo en flor.

                        IX

Siembro un cerezo en Chigchirián.
Tal vez un día alguno de estos petirrojos
parezca un sol del tamaño de un puño,
la mancha de un corazón sobre el manto
blanco del cerezo. Tal vez estaré
sentado en una silla del jardín
esperando el milagro. Otro cerezo
distinto de aquellos que contemplé
plantados en una avenida que va al Potomac
y en un jardín que da al Mediterráneo.
Otro cerezo: Hoy mi mano abre
su nido en el suelo. Y espero la lluvia
con unción.

                        X

¡Una ventana para este cerezo
y una avenida para llegarse a él!
Tampoco se detendría la vida
si no plantase hoy este cerezo,
si un día no llegase a florecer.
Mi política en este pequeño reino
—el huerto de Chigchirián—
apenas consiste en abrir un hoyo
para sembrar el árbol.
Mi diplomacia: la paciente espera.
Que la Tierra gire y con ella el Sol
en torno de su tallo. Que las ramas
sean sacudidas por la lluvia y el viento.
Que florezca y revoloteen las moscas
polinizándolo. Por lo demás,
la historia y las catástrofes
seguirían su curso sin el poeta,
sin el jardín, sin el cerezo.

Iván Carvajal: La ofrenda del cerezo (2000)