A Guillermo Díaz-Plaja
Corta ha sido la vida del amor; cortos
aquellos años que aún nos miran
asombrados y en vilo. Más allá de la noche
alguien que ya no nos conoce ensilla
su caballo sin rumbo, su dócil potro de
tan entrañable casta como el tiempo. Hoy, vuelan aquellos días
como los pájaros en muda. Hemos sufrido juntos por las mismas cosas. Tiembla
la moneda de oro del pasado. Desatadas están las mercancías del amor sobre la lonja. No es la tristeza aún,
[no es la tristeza, aunque
algo como un dolor suceda. Calor de hospiciotiene la vida hoy. Nuestro deseo, náufrago que no puede salvarse,
nos llora sobre el cuerpo. Toda la noche así, toda la noche
dibujando ese barco, ese horizonte, ese día nublado, el pájaro de nieve
y alas azules que vendrá a salvarnos. Todo se mece siempre
en su falsa verdad. Qué brío nos despierta
y nos duerme; en qué dichoso empeño, en qué tesón celeste
va hacia el recuerdo el gozo de vivir; en qué cabalgaduras, sobre qué cascos
y sobre qué pisadas, volverá aquella noche. Me da miedo pensar
y recordar. Mas, ¿cómo hacer que huya del pensamiento
esa tenaz memoria, ese hurón asombrado y puro
de nuestra sola vida? ¿Por qué
siempre lo que se vive es el recuerdo? ¿Sobre qué resplandor
nace la dicha? ¿Quién
nos reúne en su luz y nos da amparo? No une el llanto sino la alegría
hacia un mismo sonido, hacia una misma
nota amarga.
Lejos de la verdad
y cerca del amor, con su lenguaje casto
y falso, algo vive y nos besa.
Ahora
es un sueño tranquilo. Mira, mira y acepta, tú que puedes hacerlo; ¿no oyes?, es todavía
el destemplado zumo del asombro, la blanca sombra
del rostro que fue amado quien vuelve, quien
allá desde la ciega
luz del recuerdo, con remordimiento, sin pasión, esclavo
del azar, ¡oh perdurable
suspiro de la noche!, hace que no se cumpla
todo lo que amanece.
Diego Jesús Jiménez: Fiesta en la oscuridad (1976)
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