domingo, 1 de septiembre de 2013

LOS DOMINGOS

Los domingos morimos un poco.  Por esto el miedo
a la hora en que se ensanchan los minutos lentos,
expectantes, de la noche. Y están los restos
del naufragio de la semana: la mirada rabiosa del cobrador,
las ofertas, en obscenas agencias, de viajes imposibles
a islas paradisíacas del Pacífico,
la rutina del crimen en las páginas de sucesos, las crónicas,
los divorcios, la mirada de aquel perro enfermo,
el temblor de un pájaro enjaulado al presentir el colapso de su dueño,
la misma viejita vestida de luto insultando al frutero.
Restos de la semana que se acumulan en las brasas del pánico,
pánico de imaginar que morimos un poco con los desperdicios
de una semana igual que las demás, sin novedad al frente
y sin que doblen las campanas.

Se escuchan los transistores encendidos por todo repique,
por todo ritual funerario, en el falso silencio de la noche
de este domingo en el que miramos al cielo esperando alguna señal,
algo que rompa la extenuante tensión de extinguirse
sabiendo que al día siguiente nada habrá pasado
y lo anterior será olvidado con un borrón y cuenta nueva
muy propio del descarado optimismo falaz
de los días que componen el armario o proceder
de la semana que se avecina.

Luis Enrique Belmonte: Registro inútil (1998)

No hay comentarios:

Publicar un comentario