domingo, 27 de octubre de 2013

OS MORCEGOS

Os morcegos se escondem entre as cornijas
da alfândega. Mas onde se escondem os homens,
que contudo voam a vida inteira no escuro,
chocando-se contra as paredes brancas do amor?

A casa de nosso pai era cheia de morcegos
pendentes, como luminárias, dos velhos caibros
que sustentavam o telhado ameaçado pelas chuvas.
"Estes filhos chupan o nosso sangue", suspirava meu pai.

Que homem jogará a primeira pedra nesse mamífero
que, como ele, se nutre do sangue dos outros bichos
(meu irmão! meu irmão!) e, comunitário, exige
o suor do semelhante mesmo na escuridão?

No halo de um seio jovem como a noite
esconde-se o homem; na paina de seu travesseiro, na luz do farol
o homem guarda as moedas douradas de seu amor.
Mas o morcego, dormindo como un pêndulo, só guarda o dia ofendido.

Ao morrer, nosso pai nos deixou (a mim e a meus oito irmãos)
a sua casa onde à noite chovia pelas telhas quebradas.
Levantamos a hipoteca e conservamos os morcegos.
E entre as nossas paredes eles se debatem: cegos como nós.

Lêdo Ivo: Finisterra (1972)


LOS MURCIÉLAGOS

Los murciélagos se esconden entre las cornisas
del despacho. ¿Mas dónde se esconden los hombres,
que vuelan la vida entera en lo oscuro,
chocándose contra las paredes blancas del amor?

La casa de nuestro padre estaba llena de murciélagos
colgantes, como luminarias, de las viejas vigas
que sostenían el tejado amenazado por las lluvias.
"Estos hijos chupan nuestra sangre", suspiraba mi padre.

¿Qué hombre arrojará la primera piedra contra ese mamífero
que, como él, se nutre de la sangre de otros animales
(¡hermano mío! ¡hermano mío!) y, en comunidad, exige
el sudor de su semejante aun en la oscuridad?

En el halo de un seno joven como la noche
se esconde el hombre; en la lana de su almohada, en la luz del farol
el hombre guarda las monedas doradas de su amor.
Pero el murciélago, durmiendo como un péndulo, solo guarda el día ofendido.

Al morir, nuestro padre nos dejó (a mí y a mis ocho hermanos)
su casa donde la noche llovía a través de las tejas quebradas.
Pagamos la hipoteca y conservamos los murciélagos.
Y entre nuestras paredes ellos se debaten: ciegos como nosotros.

Lêdo Ivo: Finisterra (1972)
Traducción de Andrés Landázuri (2013)

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