domingo, 24 de noviembre de 2013

LOS PERROS ROMÁNTICOS

En aquel tiempo yo tenía veinte años
y estaba loco.
Había perdido un país
pero había ganado un sueño.
Y si tenía ese sueño
lo demás no importaba.
Ni trabajar ni rezar
ni estudiar en la madrugada
junto a los perros románticos.
Y el sueño vivía en el vacío de mi espíritu.
Una habitación de madera,
en penumbras,
en uno de los pulmones del trópico.
Y a veces me volvía dentro de mí
y visitaba el sueño: estatua eternizada
en pensamientos líquidos,
un gusano blanco retorciéndose
en el amor.
Un amor desbocado.
Un sueño dentro de otro sueño.
Y la pesadilla me decía: crecerás.
Dejarás atrás las imágenes del dolor y del laberinto
y olvidarás.
Pero en aquel tiempo crecer hubiera sido un crimen.
Estoy aquí, dije, con los perros románticos,
y aquí me voy a quedar.

Roberto Bolaño: Los perros románticos (1993)

domingo, 17 de noviembre de 2013

MUDANZA

A fuerza de mudarme
he aprendido a no pegar
los muebles a los muros,
a no clavar muy hondo,
a atornillar sólo lo justo.
He aprendido a respetar las huellas
de los viejos inquilinos:
un clavo, una moldura,
una pequeña ménsula,
que dejo en su lugar
aunque me estorben.
Algunas manchas las heredo
sin limpiarlas,
entro en la nueva casa
tratando de entender,
es más,
viendo por dónde habré de irme.
Dejo que la mudanza
se disuelva como una fiebre,
como una costra que se cae,
no quiero hacer ruido.
Porque los viejos inquilinos
nunca mueren.
Cuando nos vamos,
cuando dejamos otra vez
los muros como los tuvimos,
siempre queda algún clavo de ellos
en un rincón
o un estropicio
que no supimos resolver.

Fabio Morábito: De lunes todo el año (1991)

domingo, 10 de noviembre de 2013

Dos palomas han querido,
arrullándose en el hueco
del tronco del árbol seco,
vivir juntas en un nido.

Una de ellas apresada
en lazo traidor un día
se retuerce en la agonía...
Muere lejos de su amada.

Y la otra se desespera
sobre el viejo tronco, y gime,
preguntando al aura: dime,
¿dónde está mi compañera?

¿Cómo puedo con orgullo
contemplarme en su pupila?
¿Dormiré nunca tranquila
sin su dulcísimo arrullo?

Y como el aura a su queja
murmura, mas no responde,
parte al fin —no sabe dónde—,
y el nido desierto deja.

Volando de rama en rama
y de una peña a otra peña,
siempre en buscarla se empeña,
siempre doliente la llama.

Cuando no puede en el viento
tender el ala anhelante,
va con sus pies adelante,
sin reposar un momento.

Y corriendo sin cesar,
arrastrándose en el suelo,
muere al cabo, sin consuelo,
de cansancio y de pesar.


(Segundo arawi del Ollantay, según lo anotara Nataniel Aguirre en
Juan de la Rosa. Memorias del último soldado de la independencia (1885).
Se trata de una versión bastante libre del texto colonial quechua,
siendo muy distinta de otras traducciones más apegadas al original.
Quizá el modelo utilizado por Aguirre no haya sido exactamente el texto
hoy reconocido para el Ollantay, o quizá se trata de un arawi
que en realidad no proviene de ese texto dramático.)

domingo, 3 de noviembre de 2013

AMANECER

Hállame, amanecer,
descalza y temerosa...
Hállame en la noche, espera un poco,
hállame encendida y con mi propia luz
enredada...
Bésame la boca.
Hállame en la noche bebiendo
de la lluvia.
No permitas que mi pulso
se sostenga sin aliento
del reloj que condena
el fracaso de mil noches
y el retorno de un día
que no me importe.
Yo no envenenaré de hastío mis palabras.
Hállame callada, trémula,
hállame en el vacío, detente,
contempla vulnerable mis pasos.
¡Vete!
¿Acaso no me sientes lejana?
¡Vete!
La luna adormece mi rebelión,
adormece mi furia,
la luna despierta mi magia.
No quiero que sea de día.
Me aterra la persecución de la luz
y su sombra.

La luz, su sombra,
metamorfosis de ideas,
de incendios, de sogas...
Y llegas, amanecer,
suicida, no te resistes.
Me hallas cansada,
pagándole penitencias a la muerte,
encorvado el torso,
besando la bajeza terrenal,
rendida...
Acomodándome, delicada,
al dolor de las cadenas...
Me encuentras, besando las estrellas,
desgracia de quien
regresa de un sueño.

Vete pronto.

Salomé Cisneros (2013)