domingo, 16 de marzo de 2014

EL MAR


Sorprendentes carnadas llueven del cielo. Sorprendentes carnadas sobre el mar. Abajo el océano, arriba las inusitadas nubes de un día claro. Sorprendentes carnadas llueven sobre el mar. Hubo un amor que llueve, hubo un día claro que llueve ahora sobre el mar.

Son sombras, carnadas para peces. Llueve un día claro, un amor que no alcanzó a decirse. El amor, ah sí el amor, llueven desde el cielo asombrosas carnadas sobre la sombra de los peces en el mar.

Caen días claros. Extrañas carnadas pegadas de días claros, de amores que no alcanzaron a decirles.

El mar, se dice del mar. Se dice de carnadas que llueven y de días claros pegados a ellas, se dice de amores inconclusos, de días claros e inconclusos que llueven para los peces en el mar.



Se oyen días enteros hundiéndose, se oyen extrañas mañanas soleadas, amores inconclusos,
despedidas truncas que se hunden en el mar. Se oyen sorprendentes carnadas que llueven pegadas de días de sol, de amores truncos, de despedidas que ya no. Se dice de carnadas que llueven para los peces en el mar.

El mar azul y brillante. Se oyen cardúmenes de peces devorando carnadas pegadas de palabras que no, de noticias y días que no, de amores que ya no.

Se dice de cardúmenes de peces que saltan, de torbellinos de peces que saltan.

Se oye el cielo. Se dice que llueven asombrosas carnadas adheridas de pedazos de cielo sobre el mar.



Oí un cielo y un mar alucinantes, oí soles estallados de amor cayendo como frutos, oí torbellinos de peces devorando las carnes rosa de sorprendentes carnadas.

Oí millones de peces que son tumbas con pedazos de cielo adentro, con cientos de palabras que no alcanzaron a decirse, con cientos de flores de carne roja y pedazos de cielo en los ojos. Oí cientos de amores que quedaron fijos en un día soleado. Llovieron carnadas desde el cielo.

Viviana llora. Viviana oyó torbellinos de peces elevarse por el aire disputándose los bocados de una despedida trunca, de un rezo no oído, de un amor no dicho. Viviana está en la playa. Viviana es hoy Chile.

El pez largo de Chile que se eleva por los aires devorando las carnadas de sol de sus difuntos.



Impresionantes llanuras llueven para los peces: días que ya nunca serán, ojos pegados a un último cielo, amores que no fueron dichos. Se dice de impresionantes llanuras hechas de brazos que no lograron abrazarse, de manos que no se alcanzaron a tocar. Se dice de raros frutos que los peces devoran, que las tumbas plateadas de los peces devoran. Oí impresionantes llanuras lloviendo sobre el mar.

Impresionantes cielos, días, sueños hundiéndose en los torbellinos plateados de las olas, oí las bocas plateadas de los peces devorando despedidas truncas. Oí inmensas llanuras de amor diciendo que ya no. Ángeles, partituras de amor diciendo que ya no.

Universos, cosmos, inacabados vientos lloviendo en miles de carnadas rosas sobre el mar carnívoro de Chile. Oí llanuras de amor nunca dichas, cielos infinitos de amor hundiéndose en las carnívoras tumbas de los peces.



Está el mar, se dice, están las tumbas carnívoras de los peces. Están las carnes color de almendras y el mar. El mar llora. Viviana llora.

Hay cielos infinitos de almendros, de estrellas como los frutos dicen y caen. Sorprendentes carnadas llueven del cielo como las estrellas, como frutos que caen sobre el pasto. Hay universos sin fin en el estómago de los peces, estrellas, campos de almendros. Viviana oye inmensos campos de almendros rojos de sangre cayendo sobre el mar. Infinitos días claros lloviendo sobre las espumas rojas del mar.

Llueven hombres que caen en poses extrañas como raros frutos de una rara cosecha.

Viviana oye llover sorprendentes carnadas de hombres, asombrosas frutas humanas cosechadas de extraños campos. Viviana es ahora Chile. Oye frutas humanas llover como dorados soles reventándose en las aguas.



Asombrosas cosechas llovieron desde el cielo. Increíbles frutos maduros sobre los campos labrados del mar. Viviana escucha caer siluetas mudas, minutos que no terminaron, cruces santas que llueven como nubes sobre las olas del Pacífico. Escucha torsos, extrañas neblinas viniéndose sobre las olas, extrañas nubes de carnes blandas que se posan sobre el cielo despejado del océano.

Llueven carnadas con ángeles sin boca, con partituras que no pudieron oírse, con sombras sin sonido que se besan. Llueven, se derrumban asombrosas cosechas de asombrosos árboles que caen quemándose sobre las olas.

Campos labrados, tierras santas llueven desde el cielo con espaldas rotas, con pedazos de cuellos que ya no estaban, con inesperadas nubes para siempre de primavera. Fueron arrojados. Llueven. Asombrosas cosechas de hombres caen para alimento de los peces en el mar. Viviana oye llover tierras santas, oye a su hijo caer como una nube sobre la cruz despejada del Pacífico.



Cruces hechas de peces para los Cristo. El arco del cielo de Chile cae sobre las tumbas ensangrentadas de Cristo para los peces. He allí tu madre. He allí tu hijo. Sombras caen sobre el mar. Extrañas carnadas de hombres caen sobre las cruces de peces en el mar. Viviana quiere acurrucar peces, quiere oír ese día claro, ese amor trunco, ese cielo fijo. Viviana es ahora Chile. Acurruca peces bajo el hosanna del cielo.

Caen sorprendentes Cristo en poses extrañas sobre las cruces del mar. Sorprendentes carnadas llueven del cielo: llueve un último rezo, una última pasión, un último día bajo los hosannas del cielo. Infinitos cielos caen en raras poses sobre el mar.

Infinitos cielos caen, infinitos cielos de piernas rotas, de brazos contra el cuello, de cabezas torcidas contra las espaldas. Lloran para abajo cielos cayendo en poses rotas, en nubes de espaldas y cielos rotos. Caen, cantan.

He allí tu madre. He allí tu hijo.



He allí tu hijo. Viviana oye arcos de cejas increíblemente alzadas, oye ojos abiertos sin fin cayendo desde las cejas del cielo. Oye los clavos hundiéndose en la cruz del océano. Todo el mar de Chile es la cruz. Infinitas llanuras desde el cielo cantan el hosanna de la cruz del mar, de los alimentos que caen como llanuras, como panes en el estómago santo de los peces. Viviana oye infinitos cardúmenes santos subiendo, infinitos peces cantando con la voz tomada del cielo.

Ascienden los peces al cielo. Sorprendentes carnadas llovierno con sorprendentes días, con imágenes de almendros, con amores truncos. Sorprendentes carnadas llovieron sobre el mar santo, sobre los peces santos.

Santo es el mar, santas las llanuras de frutos humanos que caen, santos de los peces. Oí infinitos días cayendo, cuerpos que caían con cielos, con campos entrevistos, con árboles como cruces coreando en las cantadas aguas.

Viviana acurruca el mar santo. Viviana dice que en esas aguas santas está su hijo.



Llovieron cielos santos. Llovieron infinidades de aguas como hijos del cielo santo sí, como panes, como carnadas santas bajo el océano en cruz de Chile. Lloraron, llovieron hijos de amores que ya nunca, de praderas sin fin que caían en llamas, de zarzas que arden sin consumirse. Viviana oye cielos enteros caer como almendros en flor, como rosadas mejillas en flor sobre el mar salvo de Chile.

La zarza del mar de Chile arde, arde sin consumirse.

Arden las llanuras santas del cielo cayendo. Carnadas de hombres caen sobre la zarza llameante del océano. Los peces suben cantando con al voz tomada del cielo, cardúmenes, infinidades de peces ascienden desde las aguas santas.

Extraños soles cantan lloviendo desde el cielo, extraños frutos sobre el océano santo.

Peces en llamas saltan, asombrosas carnadas arden en el mar. Llovieron cielos santos. Zarzas de Chile, he allí vuestros hijos. Zarzas de Chile, de ahí el mar ardiendo.



He allí el mar quemándose. Viviana oye cielos ardiendo entre las llamas del mar, zarzas que no se consumen, hijos de impresionantes zarzas que arden sin quemarse entre las llameantes olas. Extraños días arden cayendo sobre el mar, asombrosas carnadas santas que caen y cantan sobre los pastizales ardidos del mar. Viviana es hoy Chile. Oye emerger cantos de entre las llamas de las aguas, escucha el cielo santo ardiendo de amor sobre las incendiadas rompientes. Escucha el INRI de su amor santo subir ardiendo sobre las praderas incendiadas del Pacífico.

Escucha el INRI de los cielos ardiendo. Océanos y mares de Chile escuchen el INRI de los cielos ardiendo.

Sorprendentes carnadas rosa sangre llovieron desde extrañas nubes sobre el mar, sorprendentes mares color de incienso suben ahora cantando con la carnada de los peces en el cielo.

Escucha el cántico de los peces ascendiendo al cielo. Arde, el océano santo de Chile arde. Llamas como el incienso tiñen de rosa y sangre las quemadas praderas del Pacífico.



Mares.

Fueron arrojados. Como prendidos de extrañas semillas, campos arados cubren el mar.

Raúl Zurita: INRI (2003)

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