lunes, 30 de junio de 2014

ROMANCE DE LA LUNA, LUNA

                                            A Conchita García Lorca

La luna vino a la fragua
con su polisón de nardos.
El niño la mira, mira.
El niño la está mirando.

En el aire conmovido
mueve la luna sus brazos
y enseña, lúbrica y pura,
sus senos de duro estaño.

—Huye luna, luna, luna.
Si vinieran los gitanos,
harían con tu corazón
collares y anillos blancos.

—Niño, déjame que baile.
Cuando vengan los gitanos,
te encontrarán sobre el yunque
con los ojillos cerrados.

—Huye luna, luna, luna,
que ya siento sus caballos.
—Niño, déjame, no pises
mi blancor almidonado.

El jinete se acercaba
tocando el tambor del llano.
Dentro de la fragua el niño
tiene los ojos cerrados.

Por el olivar venían,
bronce y sueño los gitanos.
Las cabezas levantadas
y los ojos entornados.

Cómo canta la zumaya,
¡ay, cómo canta en el árbol!
Por el cielo va la luna
con un niño de la mano.

Dentro de la fragua lloran,
dando gritos, los gitanos.
El aire la vela, vela.
El aire la está velando.

Federico García Lorca: Romancero gitano (1928)

domingo, 22 de junio de 2014

EL SECRETO

Has entrado en la noche
por el costado de la soledad.
A ella le cuentas que sales con ellos,
a ellos que con ella.
Encaminas el viejo cuatro-latas
hasta cierto lugar deshabitado
de la ciudad.
Has hecho entrar un cuerpo,
habéis encendido un pitillo mientras
buscas un encierro entre las sombras.
Silencias su voz cuando quiere hablarte,
con un gesto decides
modelo de pasión.
Has entrado en un cuerpo
por el costado de la soledad.
Te has sentido bien durante un instante
pero lo callas,
aunque no consigues reprimir
una caricia en el vidrio empañado.
Tras cerrar la portezuela te deja
una estela de perfume innoble
que aspiras con deleite:
lo quieres como símbolo
para cuando abrase la claridad
de la mañana.

José Ángel Cilleruelo: Alfama (1985)

lunes, 16 de junio de 2014

POESÍA QUEMADA

Entre las obras puras, nada que hacer. Tampoco
entre las Ánimas o las Ruinas.

El Poema debe ser extraviado totalmente
en el centro del juego,
como la convulsión de una cacería
en el fondo de una víscera.
Y reír de sí mismo
con el costillar del ventisquero.

Sólo lejos de ti, en el milagro
de no encerrar cordero en el pan de cada día.
Y nada que se asemeje
al punzante abalorio de los críticos.

Me tentaré lejos de Dios, mano a mano,
a mí mismo,
con la sinceridad hambrienta del perro
que duerme temblando
sobre el pan enterrado por su madre.

¡Y te quemaré en mí, Poesía!
En ladrillos de venas de amor, te escribiré
empapándote profundamente.

¡Luego vendrá el sol y te extraerá con los colmillos!

César Dávila Andrade: En un lugar no identificado (1962)

domingo, 8 de junio de 2014

ARTE POÉTICA

Mirar el río hecho de tiempo y agua
y recordar que el tiempo es otro río,
saber que nos perdemos como el río
y que los rostros pasan como el agua.

Sentir que la vigilia es otro sueño
que sueña no soñar y que la muerte
que teme nuestra carne es esa muerte
de cada noche, que se llama sueño.

Ver en el día o en el año un símbolo
de los días del hombre y de sus años,
convertir el ultraje de los años
en una música, un rumor y un símbolo,

ver en la muerte el sueño, en el ocaso
un triste oro, tal es la poesía
que es inmortal y pobre. La poesía
vuelve como la aurora y el ocaso.

A veces en las tardes una cara
nos mira desde el fondo de un espejo;
el arte debe ser como ese espejo
que nos revela nuestra propia cara.

Cuentan que Ulises, harto de prodigios,
lloró de amor al divisar su Itaca,
verde y humilde. El arte es esa Itaca
de verde eternidad, no de prodigios.

También es como el río interminable
que pasa y queda y es cristal de un mismo
Heráclito inconstante, que es el mismo
y es otro, como el río interminable.

Jorge Luis Borges: El Hacedor (1960)

lunes, 2 de junio de 2014

ARTE POÉTICA

Conozco la azul laguna
y el dedo doblado en ella.
Y el resplandor de la estrella.
Y la luna.

En mi chaqueta de abril
prendí una azucena viva,
y besé la sensitiva
con labios de toronjil.

Un pájaro principal
me enseñó el múltiple trino.
Mi vaso apuré de vino.
Sólo me queda el cristal.

¿Y el plomo que zumba y mata?
¿Y el largo encierro?
¡Duro mar y olas de hierro,
no luna y plata!

El cañaveral sombrío
tiene voraz dentadura,
y sabe el astro en su altura
de hambre y frío.

Se alza el foete mayoral.
Espaldas hiere y desgarra.
Ve y con tu guitarra
dilo al rosal.

Dile también del fulgor
con que un nuevo sol parece:
en el aire que la mece
que aplauda y grite la flor.

Nicolás Guillén: La paloma de vuelo popular (1958)