lunes, 27 de octubre de 2014

AUTOBIOGRAFÍA AMPLIADA

Después del nacimiento
fui llamada al final de la tierra
donde construí una prisión
abierta al denso cielo.

Crecía
crecía y el signo era un gran cuerpo oscuro.
Los barrotes gemían la corrupción del hierro.
Las ranas como centellas ardientes
se fecundaban.

Ahora estoy
todavía conmigo
sobre el lomo de un caballo
que no existió
y sin embargo mañana fingirá reconocerme.

Vuelvo al mundo
con la memoria ensangrentada.
Expulsada de mí misma
entro al mundo
sin buscar explicaciones
o pruebas.

Mañana
frente al abismo
observo la caída de mi cuerpo.

Lauren Mendinueta: Autobiografía ampliada (2006)

lunes, 20 de octubre de 2014

DIOS DE PÁJAROS

Me habitan voces
árboles florecidos
mares lejanos
seres negros y blancos.

Me habita una niña vestida de río
un disfraz de mariposa
una risa de acuarela
un perro cómplice.

Me habita una tarde de ojos amarillos
calles talladas en los huesos, un impulso
un miedo que pestañea cuando da la espalda para aprender a morir.

Me habita un amor de espinas
un canto suave de cuna
eucaliptos bañados de silencio
el alma del vino
un sudor verde en la sombra
una aguja consiendo una lágrima
un siglo revoloteando en las manos de Dios
un rostro
una vida
el mundo y sus plegarias
un relámpago libre
una noche de centellas
una conciencia sin espantos
un placer amargo
la rabia
el perdón
un corazón de historias encerrado en la tierra
un espíritu de pantera.

Me habita un pueblo de párpados cerrados.

Fabiola Acosta Espinosa: Del otro lado de la guerra (2014)

lunes, 13 de octubre de 2014

LA LENTITUD DE LAS ISLAS

Venia pels camins d'aquest món meu romput en illes
                                                                                                M.Villangómez
                         I

Solo un accidente, se diría,
de la Naturaleza,
un antiguo volcán roto en mil rocas,
una explosión lejana, una batalla
del fuego entre la tierra, un río inmenso,
funeral, de oleajes encendidos,
de reverberaciones,
contra la noche abierta del silencio,
hacia la brisa pura y las estrellas,
hacia la soledad.
Sólo un accidente, se diria,
voluntad de la piedra por ser piedra
únicamente,
estas islas sin nombre que han salido
a la luz mineral del mar seguro,
como en parto difícil,
en el esfuerzo ímprobo, constante,
de la savia potente del planeta,
sin humana mirada, sin conciencia,
sólo azar despoblado,
sólo sonido duro entre peñascos
y pinos y animales y obediencia,
sólo pureza, todo creación
suprema, inescrutable, nunca vista,
apenas sospechada, conocida
en las ruinas despiertas,
en las piedras hundidas del ocaso
y la fábula viva,
en la erosión total, en la ceniza
implacable
y en la calcinación que permanece,
derramada, en los campos, multiforme,
en el silencio fiel de las cosehas,
silencio requemado
a orillas de este mar que se nos pudre
ya desde nuestra infancia,
en el silencio blando de unos hombres
que una tarde llegaron
y habitaron el mundo roto en islas,
y habitaron la noche de los pozos,
y encontraron la luz dulce en el agua,
y en el agua el cansancio y las heridas
del tiempo, este dolor que ahora nos queda
en los gestos del rostro
y en las manos resecas,
y habitaron los bosques más oscuros,
nacidos bajo el sol como un milagro,
la lentitud del día,
la lentitud de un año y otro año,
y mansamente abrieron los caminos.


                         II

Esta serenidad que ya es cansancio,
indolencia del mar, ambición rota
de tanto sufrimiento,
esta serenidad que se confunde
con la rasa brutal de nuestras tierras,
con el aire de agosto en los pinares,
con la calcinación
o la felicidad de nuestra infancia,
esta pereza del alma, ¿es fatiga
final que no se agota
o es amor a la vida que nos dieron,
sólo celebración?
La edad del mar circula en nuestras venas
y su cansancio es fértil como el sueño,
nos enseña a vivir, a contemplar
tan sólo, y a dejar que el tiempo pase
lentamente
este tiempo sin tiempo que es concordia
de la Naturaleza,
mientras pasa la vida en la mirada
total de su oleaje,
y el corazón sediento se contempla
en la roca y la espuma,
y nuestras manos buscan la salitre,
y nuestro rostro aprende el gesto duro,
humilde y milenario de sus aguas.
Nuestro cansancio es fértil como el sueño,
porque antigua armonía lo alimenta.
¿No es también esperanza este cansancio?
El mar somos nosotros y en nosotros
conocimos la luz negra del alba,
alzábamos las velas y salíamos
quién sabe hacia qué islas,
hacia qué pedregales no lejanos,
llamando por su nombre a cada estrella
tardía o perezosa,
o conjurando al cielo su honda calma.
Si hay dios, nadie lo ha visto, pero todos
sabemos su grandeza y su mirada
y este mar de su leyenda las reúne.
Y esta serenidad que nos han dado,
oh patria rota en islas, como herencia,
¿no ha ha visto crecer en ti algún dios
impasible en su noche?
Recogimos las redes ya podridas
y sacamos mil lágrimas,
los frutos que alimentan desde siempre
el milagro del hombre y su familia.
Recogimos la almendra y no encontramos
un don tan generoso en muchos años
que pudiera igualarse.
Y esta conformidad que ya es cansancio,
¿no la ha visto crecer en ti algún dios
impasible en su noche?
Oh patria rota en islas.
Nadie vino a salvarnos cuando fuimos
condenados al mar y a la sequía,
a tanta soledad.
Nadie vino a salvarnos, ni siquiera
este dios poderoso que nos mira
y al que hemos venerado.
Crecieron nuestros hijos lentamente
cómo crecieron quién puede decirlo,
entre el brezo y los pozos ya resecos.
Nadie vino a salvarnos.
Solamente los pájaros vinieron,
dejaron su quietud y abandonaron
nuevamente las islas.
Y esta serenidad que celebramos,
fértil en su cansancio como el sueño
de la tierra mojada,
esta herencia tan lenta que perdura
hermanada al olivo y a la piedra,
a todo lo que el tiempo no destruye,
sólo es nuestra esperanza.

Nadie vino a salvarnos. Tuvimos que aprender
los caminos del mar en nuestro pecho.

Vicente Valero: Herencia y fábula (1989)

domingo, 5 de octubre de 2014

DESFIGURACIONES (fragmento)

no planée nada de esto
          nací bajo el síndrome de la vejez temprana
          en una casa que se venía abajo
          con las primeras gotas del invierno
          fui entonces un sucio gorrión con el pico anudado
          buscando que mi madre tejiera una flor
          entre mis manos
ahora no quiero nada
          tengo demasiados pantanos sobre el cuerpo
          con algo de cemento rodeándome los brazos
          podría ser una alcantarilla tapada
          que devuelve a la ciudad sus inmundicias
          quisiera el caballo de madera que teníamos en casa
          mi hermana lo empujaba
          hasta que se convertía en un dragón gigante
          que nos salvaba de todos
          fuimos felices
          sin despegar los zapatos del suelo
ahora yo soy el que hecha fuego por la boca
          el que se desgaja en las calles
          queriendo reencontrar la voz perdida
          y mi cuerpo es una hélice
          rasgando los puños del viento
he partido tantas botellas en las cabezas ajenas
          que a veces pienso que toda la tristeza
          es por las astillas de cristal que me salpicaron
          el corazón en las batallas

el somnífero veinticinco es una garra
          ha desatado una pelea de leones
          yo soy la jaula

¿me prestas tu carne para esconderme?
          no quiero que esta noche
          mis ojos me encuentren
          masticando tiniebla
          mientras caigo a los barrancos
          el sol
          mañana será una flama creciendo
          en un polo ajeno a mis pestañas
          y su luz de cobre
          ese dardo envenedado
          sediento por secarme las escamas

cuando estamos al borde del suicidio
          el cuerpo es un témpano de polvo
          y la boca del tiempo
          se encarga de emitir el último soplo
          que termina por derribarlo
cataclismos
          el tiempo se puede adherir
          como un chicle en la pared
          y estirarlo hasta hacer una madeja
          con él en los brazos
          alargar el tiempo
          para que el espanto sea menos necesario
          y el peso de una vejez llegada de repente
          no se manifieste con olvido
          alargar el tiempo como un hilo
          que entre por el hueco de una aguja
          y me deje cocer las ventanas del mundo
          esperanzado en que cese la lluvia

Víctor Vimos: Desfiguraciones (2010)