Mi obscena careta que agoniza
tiene la piel madura
Si la ato a las dos sílabas del miedo
la oración es un silencio
Veo pedazos de tiempos insepultos
en las horas que vienen madrugadas
Y sé que no pude robar una sonrisa
Que llevo en mis bolsillos
monedas de inquietudes
Que mis pies vestidos de sandalias
pisaron la esperanza
Y regañé muchas veces al destino
Y oculté en la tiniebla desolada
mis propias iniciales
El agua que me baña me lastima
–el agua es el refugio de mi huida–
Y aunque me niego en pleno día
un absurdo recado me limita
Habito en la caída del relámpago
y almaceno la lluvia
Hugo Mayo: El zaguán de aluminio (esc. 1921, pub. 1982)
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