esta lengua roída por el cáncer:
soy profesor en un liceo obscuro,
he perdido la voz haciendo clases.
(Después de todo o nada
hago cuarenta horas semanales.)
¿Qué os parece mi cara abofeteada?
¡Verdad que inspira lástima mirarme!
Y qué decís de esta nariz podrida
por la cal de la tiza degradante.
En materia de ojos, a tres metros
no reconozco ni a mi propia madre.
¿Qué me sucede? —¡Nada!
Me los he arruinado haciendo clases:
la mala luz, el sol,
la venenosa luna miserable.
Y todo para qué,
para ganar un pan imperdonable,
duro como la cara del burgués,
y con sabor y con olor a sangre.
Por el exceso de trabajo, a veces
veo formas extrañas en el aire,
oigo carreras locas,
risas, conversaciones criminales.
Observad estas manos
y estas mejillas blancas de cadáver,
estos escasos pelos que me quedan,
¡estas negras arrugas infernales!
Sin embargo yo fui tal como ustedes,
joven, lleno de bellos ideales,
soñé fundiendo el cobre
y limando las caras del diamante:
aquí me tienen hoy
detrás de este mesón inconfortable
embrutecido por el sonsonete
de las quinientas horas semanales.
Nicanor Parra: Poemas y antipoemas (1954)
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