domingo, 8 de diciembre de 2013

La ciudad vacía
plácida extiende sus brazos
por las colinas.

Todos sus habitantes
esperamos la caída del sol,
como un rito.

Esperamos la noche
que se abrirá en mil laberintos.

Pero
la muerte del sol
es la muerte de uno mismo.

La lentitud con que se hunde
tras las nubes violáceas,
nos muestra el ritmo del moribundo.

Cuando haya desaparecido de la vista,
habrá un luto pálido,
creciente silencio.

El sol habrá nacido
al otro lado del mundo.
Las estrellas nos traerán
pensamientos nocturnos.

Cada atardecer
es un rito.

Morimos con el sol.
El sol nos sobrevive.
Esperamos siempre volver a verlo.

Rafael Larrea: Bajo el sombrero del poeta (1988)

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