lunes, 13 de abril de 2015

A FIN DE CUENTAS

Para Ivonne de la Rocha
A fin de cuentas
a los dos años yo viví en una iglesia,
con tías vírgenes y papás dioses,
a los dos años, ineludiblemente atea,
miedosa.
En aquel tiempo íbamos Jesús y yo:
él a masturbarse desupés de la pasión y yo a obsesionarme
con la cortina floreada del cuarto,
a matarme de miedo.
Al final ya se había muerto Claudio Aquiles y el sacristán
no sabía de Lenin
ni yo tampoco.
Pero en semana santa todos lloraban
como si se hubiera muerto alguien
y en otra fecha importante yo
con un arrugado camisón blanco
le llevaba flores al muerto,
no me quedaba de otra.
Parroquia de la Virgen del Rayo
en la Calzada de los Misterios
y allí junto a los héroes de la Villa
a mí me castigaron por decirle cabrón al campanero
a los tres años, Lorena, ¿cómo se ve con los ojos azules?
A los tres años, los fieles cantaban
y qué sabíamos nosotros del canto responsorial,
qué importa,
no había más almas, más tragedia que las viejas
de rodillas
y mi cortina floreada,
a los tres años, Lorena, te falta mucho tiempo;
la vecindad de al lado tenía puertas
y un niño en cada puerta, y yo
a punto de cumplir los cuatro
me quería comer el pan de esas casas
joderme con esas niñas
horrorizarme con sus madres chillonas,
golpearme las nalgas
con sus manteles de plástico; a los cuatro años
mi hermana era fea y yo bonita,
México sonaba a teatral campaña de Dolores
en el calendario,
Marcuse no escribía para las niñitas,
a los cuatro, Lorena, cómo se ve
con los ojos azules me preguntaban para quitarme el miedo,
al fin, el sacristán no sabía nada de Cuba,
ni yo tampoco,
a mí sólo me dolía que mataran pollos
torciéndoles el cogote.
Mi hermana sí salía a la calle, los hombres
no le miraban las piernas de niña-caballito-de-mar-y-grano-de-pica-pica
no tenía pechos grandes;
a los cuatro años
solamente el tren negro
que había matado a un gato negro
y México negro con el humo del tren,
porque el sacristán no sabía nada de las mujeres,
cópula sonaba a fanerógama,
hombre sonaba a macho,
virgen sonaba a virgen,
maldito sacristán, a mí sólo me importaba
tirarles con la resortera a las palomas,
maldito sacristán,
¿cómo se ve con los ojos viejos
muertos de hambre
pobres diablos?
Al fin y al cabo no sabíamos nada
de los empresarios ni de los poetas
ni de las putas tísicas,
ni se arreglaba nada
a los cuatro, en México,
con decirle cabrón al campanero.

Lorena de la Rocha (?)

Versión tomada de la antología Infrarrealistas /  Poetas,
preparada por Marco Fonz para la colección Las alas del Escorpión
(Buenos Aires, La Caída, 2014).

No hay comentarios:

Publicar un comentario