Beati mortui,
qui in Domino moriuntur.
Es medianoche en la ciudad de los campanarios y mi alma vaga errabunda.
El miedo multiplica los posibles finales, la tragedia heroica de estas vidas: cuerpos hermosos adornan las fachadas, sujetos con clavos a los maderos; la sangre corre incandescente entre las calles, baja de los conventillos y desemboca en la plaza principal. ¡Orgía de fuego y sangre!
Y yo, elevándome victorioso sobre las ruinas.
Soy nuevamente el espíritu melancólico que se pierde en sus gemidos, la solitaria simiente que desaparece.
El paria del que todos reniegan.
Soy yo,
la muerte con ojos de fiera.
Javier Cevallos: La ciudad que se devoró a sí misma (2001)
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