lunes, 24 de junio de 2013

EL CORAZÓN NO MUERE (fragmento)

y quién hace la autopsia de un ser vivo,
quién llega a su agonía cuando circula sangre,
cuando es más necesario decir por qué se mueren
las células aún vivas, saber quién disparó, y cuando,
desde qué fiebre tejado ventanal o cansancio
señalaron la diana, cuántos fueron
sus cómplices, por donde entró la bala,
qué órganos y músicas y pasos y en qué orden
nos fueron afectando, quizá empezó el morir
cuandó nació en tus dedos la punta
de un cadáver, real, la vida misma, mas quién
regresa a entonces, quién abre una vez más el bisturí
de la casa del padre, quién recupera luego
el pulso de la lluvia, quién acerca el mercurio
del sismógrafo a la axila tranquila de mis hijas,
quién se atreve a escuchar el corazón
que quizá late enfermo en la mujer que amas,
quién nos dice el porqué cuando es más necesario
decir por qué se mueren
las células aún vivas, saber quién disparó,
seguir la trayectoria de esa bala,
saber si fue uno mismo quien apretó el gatillo,
morirnos de una vez, vivir en tanto

Fernando Beltrán: El corazón no muere (2006)

lunes, 17 de junio de 2013

EL DESANIMADOR

Ofendo, como ofenden los cipreses. Soy
el desanimador. Yo soy el que contagia
con sus besos un vómito de silencios oscuros,
una sangría de sombras. Ofendo, ofendo, amada.

He ofendido a mi madre y a mi padre con esta
tristeza que ellos nunca buscaron, ni esperaban,
ni merecían. Y voy a ofender a mi siglo
con el frío y el nunca y el no de mis palabras.

Se ofenden ante mí las risas, como deben
ofenderse los pájaros enfrente de una jaula.
Ofendo como un rostro de náufrago en el lago.
Ofendo como un coágulo de sangre en una página.

Ofendo como ese camino que conduce
al cementerio. Como la cera ofendo, amada.
Como la cera, madre. Desanimo y ofendo,
madre, como las flores que mienten en las lápidas.

Félix Grande: Las piedras (1963)

lunes, 10 de junio de 2013

PALIMPSESTOS – UNA ODA AL CONSUMISMO

Cuando la cultura
del hambre
llegó a su ápice
los s(aqueos) saquearon.

Tomando por asalto
las instalaciones de los súper,
abatiéndolos,
como otras tantas Troyas.

¿Algo más armonioso
ocurrir pudo?
¿Algo más cabalmente
ilustrativo?

Pues en el propio escenario
del consumismo,
todo lo que había allí por consumir
fue por los s(aqueos)
consumido.

Furiosamente armados con su hambre
entraron, violentáronlos;
y en sus ojos, en la expresión
desencajada de sus rostros,
esta rabia podíase leer:
¿es un delito, un crimen
necesitar comer
cuando hambreado se está como nosotros?

Muy distinto, es claro,
el tema se presenta
cuando de robar se trata por el solo
divino placer de robar algo.

Pues ¿quién ha de entender,
ha de aceptar
ese curioso acto,
en un mundo que a tal placer
pone duros cerrojos?

¿Y son los súper, acaso,
que en la apariencia tan abiertos
al deseoso se ofrecen
la excepción de esta ley?

Lo robado allí, las cosas sustraídas,
van siendo subrepticiamente escabullidas
en el gran bolsillo cómplice
o, para dar otro ejemplo,
menos refinado,
directamente entre la piel y la camisa.

La piel,
que al contacto distinto de esas cosas,
temerosa reacciona,
al poco tiempo admite ese peligro
y lo termina percibiendo, pronto,
como una dulce caricia enervadora.

¡Oh ese gran momento
del robo en los soberbios súper,
por el puro placer, por el deseo
de cumplir el deseo
que despiertan!

Gran momento en el cual
dilúyese en la mente
la noción de Privada Propiedad, a la vista
de las series de las mercaderías;
mercaderías allí expuestas
como si no tuvieran dueño...

Pero, ¡cuidado!
alguien siempre vigila;
alguien que nuestra astucia,
nuestro disimulo,
es capaz de aventajar y descubrir,
adivinándonos.

Entre asustado y entre alborozado
el corazón quiere saltar
del pecho;
¡sofrénalo!
La mano, ¡oh Dioses!, tiembla ansiosa
al tenderse hacia el estante
donde todo es tentación;
¡domínala!

Tu rostro, en demasía, se muestra tenso
lo que te hace sospechoso;
¡rápido, haz de tu rostro la máscara
del más honesto de los consumidores!

¿Pero todos estos juegos,
todas estas rápidas maniobras solapadas,
no son, además,
del placer parte?
¡Oh, sí, tú lo sabes,
tú lo comprendes bien
hypocrite consumidor!

¡Oh paraíso del consumir
tan al alcance y, a la vez,
tan distante!

¡Oh Tántalo!

¡Y esos envases, esos
colores vivos, esas formas;
esas presentaciones del Producto
tan mercadotécnica, infernalmente maquinadas
para motivarte!
¡Para atrapar y dirigir tu voluntad;
para infalibles mover hacia el Producto,
sin que te quede otra posible
alternativa,
tu desear!

¿Y qué prefieres o preferirías sustraer hoy?
¿Qué artículo en especial
has escogido hacer tuyo, además
de los que hasta ahora has distraído?

¿Cuál en especial escogerás
para sumar a tu secreto, secretísimo
y preciado botín?

¡Ah, el Importado Producto!

¿Quizás este exquisito
jamón de USA
en simpática, pequeña lata?

¿O tal vez esta, seguramente deliciosa,
mantequilla holandesa
envasada en acomodable caja?

¿O mejor será,
si te apetece,
este frasquito de traslúcido
vidrio?

¿Este frasquito que deja ver
en su interior,
cual redondas, perfectísimas gemas,
el contenido de unas carmesíes
guindas en almíbar,
originarias de la pérfida, cuan sabia
Albión?

Bien, te decides al fin
por estas últimas;
¡es que nunca en tu vida, es la verdad,
la oportunidad se te brindó
de saborearlas!

Bien, ya estás en la Caja,
¡y sales!
Buen trabajo,
la cosa ha resultado.

¡Y contigo te llevas un dulcísimo,
un delicado tesorito
del Primer Mundo,
gratis!

O no sales.

Te han parado en la Caja.

Y sientes que a tus pies
el Orbe desmorónase; eres
un delincuente
pero, ante todo, un fracasado
ladronzuelo.
Un estúpido, novato,
caco,
una caca.

Un inexperto al que fallóle
ese sexto sentido que permite
eludir la vigilancia
del que atento vigila.
Un inexperto, un zonzo
ratero,
que no supo desconfiar
de las facilidades que al oficio
parecen dar los súper.

¿Y ahora?

¡Compostura, serenidad,
tú sigues siendo
el Cliente
al que respeto siempre
se le debe!

¡Y pese que frente a todos,
al mundo, te revisen
no tienes, no,
de qué maldita cosa avergonzarte!

Aunque, evidentes, las cosas
(las guindas entre ellas),
a la luz vayan saliendo;
como desde el fondo
de mágica galera.

¡Pero tú, impávido,
tú eres un señor!
¡Y tu esposa y tus queridos hijos,
te esperan en casa,
en el hogar!
No pueden detenerte!

¡Y por los Dioses,
actúa, actor!

Pagas.
Estás pagando
como lo hace el más honesto,
decente, limpio;
el más idiota
de los consumidores.
El más digno, también:
firme, convincente el gesto;
creételo.

Tan firme y aplomado
muéstrate
que hasta el que te vio,
el que te detuvo,
confundido quede.

¡Ya!

¡Y sales!

Pero lo de los s(aqueos)
fue otra historia, un muy
diferente caso: una épica
cuyos héroes,
héroes del hambre eran.

Como una tromba humana
entraron en los súper
y devoraron allí mismo
lo que a devorar
sintiéronse llamados.

Cultivadísimos en el hambre
de días y días de galguear,
de un solo golpe,
la saciedad buscaron.
Puñetazos y patadas.
Puñetazos y patadas.

Y al inflamado grito
de ¡a comer! ¡a comer!
sobre los estantes opíparos cayeron,
engullendo, tragando,
atragantándose.

Arrasando los estantes,
dejándolos vacíos,
en menos de lo que un gallo
canta.

Y en la batalla
por las latas de conservas vióse
al Colmilludo, al Buen Cíclope,
revolviéndose a uno y otro lado,
perforándolas,
a colmillazo limpio.

Y ya abiertas,
generoso ofrecíaselas
a los ínclitos s(aqueos);
mientras, allá arriba, en los Cielos,
Zeuz y Ares, ecuánimes,
a dúo sonreían...

Leónidas Lamborghini: Odiseo confinado (1992)

lunes, 3 de junio de 2013

THE RAVEN

Once upon a midnight dreary, while I pondered, weak and weary,
Over many a quaint and curious volume of forgotten lore—
While I nodded, nearly napping, suddenly there came a tapping,
As of some one gently rapping, rapping at my chamber door—
" 'Tis some visiter," I muttered, "tapping at my chamber door—
         Only this and nothing more."

Ah, distinctly I remember it was in the bleak December;
And each separate dying ember wrought its ghost upon the floor.
Eagerly I whised the morrow; —vainly I had sought to borrow
From my books surcease of sorrow —sorrow for the lost Lenore—
For the rare and radiant maiden whom the angels name Lenore—
         Nameless here for evermore.

And the silken, sad, uncertain rustling of each purple curtain
Thrilled me—filled me with fantastic terrors never felt before;
So that now, to still the beating of my heart, I stood repeating
" 'Tis some visiter entreating entrance at my chamber door—
Some late visiter entreating entrance at my chamber door;—
         This it is and nothing more."

Presently my soul grew stronger; hesitating then no longer,
"Sir," said I, "or Madam, truly your forgiveness I implore;
But the fact is I was napping, and so gently you came rapping,
And so faintly you came tapping, tapping at my chamber door,
That I scarce was sure I heard you" —here I opened wide the door;—
         Darkness there and nothing more.

Deep into that darkness peering, long I stood there wondering, fearing,
Doubting, dreaming dreams no mortal ever dared to dream before;
But the silence was unbroken, and the stillness gave no token,
And the only word there spoken was the whispered word, "Lenore!"
This I whispered, and an echo murmured back the word, "Lenore!"
         Merely this and nothing more.

Back into the chamber turning, all my soul within me burning,
Soon again I heard a tapping somewhat louder than before.
"Surely," said I, "surely that is something at my window lattice;
Let me see, then, what thereat is, and this mystery explore—
Let my heart be still a moment and this mystery explore;—
         'Tis the wind and nothing more!"

Open there I flung the shutter, when, with many a flirt and flutter,
In there stepped a stately Raven of the saintly days of yore;
Not the least obeisance made he; not a minute stopped or stayed he;
But, with mien of lord or lady, perched above my chamber door—
Perched upon a bust of Pallas just above my chamber door—
         Perched, and sat, and nothing more.

Then this ebony bird beguiling my sad fancy into smiling,
By the grave and stern decorum of the countenance it wore,
"Though thy crest be shorn and shaven, thou," I said, "art sure no craven,
Ghastly grim and ancient Raven wandering from the Nightly shore—
Tell me what thy lordly name is on the Night's Plutonian shore!"
         Quoth the Raven "Nevermore."

Much I marveled this ungainly fowl to hear discourse so plainly,
Though its answer little meaning—little relevancy bore;
For we cannot help agreeing that no living human being
Ever yet was blessed with seeing bird above his chamber door—
Bird or beast upon the sculptured bust above his chamber door,
         With such name as "Nevermore."

But the Raven, sitting lonely on the placid bust, spoke only
That one word, as if his soul in that one word he did outpour.
Nothing farther then he uttered—not a feather then he fluttered—
Till I scarcely more than muttered "Other friends have flown before—
On the morrow he will leave me, as my Hopes have flown before."
         Then the bird said "Nevermore."

Startled at the stillness broken by reply so aptly spoken,
"Doubtless," said I, "what it utters is it only stock and store
Caught from some unhappy master whom unmerciful Disaster
Followed fast and followed faster till his songs one burden bore—
Till the dirges of his Hope that melancholy burden bore—
         Of 'Never—nevermore.' "

But the Raven still beguiling my sad fancy into smiling,
Straight I wheeled a cushioned seat in front of bird, and bust and door;
Then, upon the velvet sinking, I betook myself to linking
Fancy unto fancy, thinking what this ominous bird of yore—
What this grim, ungainly, ghastly, gaunt, and ominous bird of yore
         Meant in croaking "Nevermore."

This I sat engaged in guessing, but no syllable expressing
To the fowl whose fiery eyes now burned into my bosom's core;
This and more I sat divining, with my head at ease reclining
On the cushion's velvet lining that the lamp-light gloated o'er,
But whose velvet-violet lining with the lamp-light gloating o'er,
         She shall press, ah, nevermore!

Then, methought, the air grew denser, perfumed from an unseen censer
Swung by seraphim whose foot-falls tinkled on the tufted floor.
"Wretch," I cried, "thy God hath lent thee—by these angels he hath sent thee
Respite—respite and nepenthe from my memories of Lenore;
Quaff, o quaff this kind nepenthe and forget this lost Lenore!"
         Quoth the Raven "Nevermore."

"Prophet!" said I, "thing of evil!—prophet still, if bird or devil!—
Whether Tempter sent, or whether tempest tossed thee here ashore,
Desolate yet all undaunted, on the desert land enchanted—
On this home by Horror haunted—tell my truly, I implore—
Is there—is there balm in Gilead?—tell me—tell me, I implore!"
         Quoth the Raven "Nevermore."

"Prophet!" said I, "thing of evil!—prophet still, if bird or devil!—
By that Heaven that bends above us—by that God we both adore
Tell this soul with sorrow laden if, within the distant Aidenn,
It shall clasp a sainted maiden whom the angels name Lenore—
Clasp a rare and radiant maiden whom the angels name Lenore."
         Quoth the Raven "Nevermore."

"Be that word our sign of parting, bird or fiend!" I shrieked, upstarting—
"Get thee back into the tempest and the Night's Plutonian shore!
Leave no black plume as a token of that lie thy soul hath spoken!
Leave my loneliness unbroken!—quit the bust above my door!
Take thy beak from out my heart, and take thy form from off my door!"
         Quoth the Raven "Nevermore."

And the Raven, never flitting, still is sitting, still is sitting
On the pallid bust of Pallas just above my chamber door;
And his eyes have all the seeming of a demon's that is dreaming,
And the lamp-light o'er him streaming throw his shadow on the floor;
And my soul from out that shadow that lies floating on the floor
         Shall be lifted—nevermore!

Edgar Allan Poe (1845)