El valle es una muchacha que se levanta en armas.
Llama en reposo. Calavera que ciega
al brillo de sus dientes.
La palidez del alba,
la silueta amarilla del rey de oros
forman un cuadro
en el que se abre camino la memoria.
*
Abril es tiempo de palomas,
tendederos, casas a medio construir;
niños en cuya piel se trazan los mapas de la tierra.
En Paseo Morelos, esta tarde
tu corazón saltó como un mantis contento.
Uno ardió en los disturbios de la sal,
había rocío en los muslos de la bella
y algo de musgo en el retablo de su desnudez.
*
Las muchachas dan brillo a sus matas de cabello.
En el cerro las casas son piedras lavadas,
manchas de cal, depósitos de espuma.
No cabe duda entonces,
de todos los meses brotados en la tierra
un mes de espejos es abril.
*
Mes de pergaminos en el cielo,
ráfagas de luz en la ventana y maceteros nuevos.
Los gatos caminan como midiendo sus pasos.
Las gallinas buscan gusanos en la hierba.
Si existiera un pedazo de bosque
hablaría el brillo de la nutria,
el sigilo del jaguar y de la boa.
*
Los ciclistas hacen del aire su equilibrio.
El ala del vértigo anima la procesión de sus pedales.
Bellas patinadoras lijan el asfalto con sus lances
y las nubes regresan a su espectro de sombras.
*
Este día cantaremos al sol:
piedra inmóvil en las llamas
ojo de tigre enfurecido
laguna en el instante
en que una piedra cae.
*
En el valle las casas parecen animales de feria.
La primavera colorea arbustos y fachadas.
La fuente luce joven como si dios lanzara
un puñado de luz contra su mármol.
Por una sola tarde no hay limosneros en el parque
y el juglar de la calle mira caer la música del sol.
*
Ropa y piel se confunden.
Al candor de la tarde se abre paso
el entallado brío de las mujeres.
La plaza grande es una dama pública
con los dientes brillantes,
un reloj con el tiempo en otro tiempo.
Margarito Cuéllar: Estas calles de abril (1995)
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